Los niños venezolanos que llegan a las escuelas colombianas no solo necesitan atención escolar. Debido a las experiencias que han vivido, ellos y sus familias requieren acompañamiento psicológico. La experiencia de otros países que han recibido migraciones ha demostrado la importancia de prestar atención a la salud mental, tanto de los que llegan como de las poblaciones que los reciben.
Para muchos niños, entrar al colegio les da la posibilidad de contar lo que sienten tras haber dejado su país. A eso se suman algunos testimonios que reflejan expresiones de rechazo que sufren los migrantes y que empeoran su situación y dificultan su incorporación en Colombia.
“Si tenemos que sustituir matemáticas y lenguaje dos semanas por ejercicios que les sirvan a los niños para expresar lo que sienten, lo hacemos”, dijo Karen Molina. En Arauca, las evaluaciones académicas de Save the Children han mostrado que no hay tantas diferencias a nivel académico entre los niños colombianos y venezolanos. En cambio, identifican cada vez más necesidades emocionales y afectivas, relacionadas con el impacto de la migración.
La salud mental de los estudiantes venezolanos también debe ser una prioridad para el país. | © ESTEBAN VEGA / SEMANA
Actualmente, Save The Children atiende a 510 niños en Arauca, que están en lista de espera para obtener un cupo escolar. Allí, Karen y su equipo no han identificado discriminación entre los niños, sino entre los padres de familia y hasta en los profesores.“Entre los niños no hay xenofobia. Los adultos son los que dan ese mal ejemplo. Nos esforzamos para afianzar los vínculos culturales, gastronómicos y musicales que existen”, agregó.
Una situación similar identificaron los profesores de Paraguachón, pues se presentaron diferencias entre los miembros de la etnia wayuu que, aunque no tienen fronteras, tienen comportamientos distintos según el país del que provienen. “Al principio sentimos el rechazo de la comunidad nativa, nos tocó sensibilizar mucho, tanto a migrantes como a miembros de la comunidad”, dijo la profesora Georgina. A medida que aumenta el flujo migratorio desde Venezuela, el colegio ya no solo recibe estudiantes indígenas, pues cada vez llegan más personas de poblaciones apartadas de la frontera. Las charlas, los encuentros deportivos y los eventos culturales les han servido para unir a la población.
En cambio, en otros departamentos los profesores no cuentan con herramientas para brindar atención psicosocial ni a los estudiantes locales, ni a los migrantes y a sus familias. Ese es el caso de Vichada, en donde los 52 establecimientos educativos existentes atienden 19.733 alumnos en sus 203 sedes. De ellos, 601 son venezolanos.
“La exposición de los estudiantes migrantes a separaciones, no solo de sus familias sino de sus amigos y redes de apoyo, genera afectaciones en términos de identidad, adaptación e integración. Pese a esta realidad, no contamos con un programa de atención psicosocial para los niños y jóvenes migrantes ni para los de nuestro territorio”, dijo Obed Farfán, secretario de educación de Vichada. En ese departamento fronterizo, solos dos colegios cuentan con servicios de orientación psicológica.
El costo de educar a los niños migrantes
El aumento de la población venezolana en edad escolar es un desafío para el Gobierno, pues incorporarlos al sistema educativo implica unos costos y la necesidad de adaptar aspectos estructurales y humanos a las necesidades de los migrantes, sin dejar de lado la atención a los colombianos. A pesar de los esfuerzos que requiere, el esfuerzo vale la pena ya que formar a estos niños y jóvenes podrá beneficiar al país.
Además de garantizar los cupos y las matrículas, el desafío es ampliar la canasta educativa, ya que de estos factores depende poder garantizar la educación eficiente y de calidad. Los colegios requieren inversiones en infraestructura para recibir a más estudiantes, los profesores necesitan preparación y acompañamiento para acoger a los venezolanos, así como herramientas flexibles que faciliten la incorporación de nuevos alumnos a lo largo del año escolar.
De los 62.928 niños inscritos en el sistema educativo en Arauca, 6.026 son venezolanos. Además de arreglárselas ante la falta de salones, baños y material pedagógico, las autoridades del departamento tuvieron que diseñar estrategias para que los estudiantes que llegan a lo largo del año puedan integrarse. “Los niños que han llegado después de receso estudiantil, y que por calendario académico no están en el sistema educativo formal, están siendo atendido en aulas temporales con la metodología de círculos de aprendizaje con el propósito de nivelarlos y prepararlos para ingresar en enero de 2020”, dijo la secretaria de educación de Arauca, Narda Guerrero.
Según una encuesta realizada por el Proyecto Migración Venezuela en las principales ciudades, 57 por ciento de los venezolanos que tienen hijos en edad escolar no los envían a la escuela. De ellos, 33 por ciento dijo no tener la capacidad para costear los costos de útiles escolares, uniformes, transporte y lonchera. Esto muestra que el desafío va más allá e cubrir una matrícula.
También hace falta garantizar la cobertura de las estrategias que fomentan la permanencia de los estudiantes en las escuelas, como el transporte y el Programa de Alimentación Escolar (PAE). En muchos casos, acceder o no a esos programas determina la continuidad de los niños.
El Gobierno se comprometió a garantizar el PAE para todos los estudiantes en el país, sin importar su nacionalidad o estatus migratorio pero, como reconoció la ministra de educación, “esto ha supuesto una carga importante para el sistema”. Ante la falta de recursos, agregó, “se ha logrado fortalecer el PAE en ciudades como Santa Marta, Barranquilla, Cúcuta, Valledupar, entre otras, gracias al apoyo de diferentes organismos de cooperación internacional”.
Además de la formación académica, los estudiantes venezolanos también necesitan acompañamiento psicológico que les permita avanzar en su integración. | © DIANA REY / SEMANA
En Cúcuta, por ejemplo, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) asumió el costo de la nutrición para los venezolanos. “A través del PMA nos entregaron 7.811 componentes alimentarios para ayudarle a la población venezolana”, dijo Doris Angarita. Este año, hasta el 30 de julio, Cúcuta reportó 9.920 niños venezolanos, del total de 117.000 estudiantes inscritos. En 2018 fueron 4.200 y en 2017 la cifra apenas llegaba a 725.
Entre paros, apagones y malabares de los profesores que quedan en el país, el año escolar en Venezuela terminó en julio. Las autoridades locales esperan un aumento en las cifras de estudiantes venezolanos para el próximo año, mientras avanzan en la planeación del presupuesto y los cupos para 2020.
Educar a los migrantes en edad escolar es un paso fundamental para integrar a los venezolanos. Igual que en el mercado laboral, en el acceso a la salud y en otros escenarios que reflejan conflictos entre locales y migrantes, la educación también pone sobre la mesa otras discusiones que el país no debe postergar más, como la documentación y regularización de los venezolanos. En el caso de los estudiantes, esto permitiría que accedan fácilmente a programas educativos técnicos y tecnológicos y serviría para brindar condiciones que les permitan a las familias estabilizarse en Colombia.
Por: Proyecto Migración Venezuela @MigraVenezuela