Carmen Viloria, escritora, bailarina y música, asegura que una de las claves para sentirse más integrada en Colombia, han sido las relaciones que ha establecido en el país.
Angélica Antía Azuaje, Te lo Cuento News
El hogar está en donde se tienen los amigos. O por lo menos eso podría decir, Carmen Viloria, escritora, bailarina y música venezolana, que trabajó para empresas importantes en el área de la comunicación y el periodismo en su país, pero que hace siete años debió cambiar el rumbo de su brújula, con destino a Colombia.
La razón del cambio fue la inseguridad. Podía sobrellevar la escasez que azotaba a su país, pero cuando le robaron su carro, la asaltaron en la puerta de su casa y la delincuencia le arrebató la vida a varios amigos, tomó sus maletas.
El viaje la llevó a Bogotá, donde comenzó a adaptarse a un país que tiene muchas similitudes con el suyo, pero también grandes diferencias. “Definitivamente, uno de los retos más grandes a los que uno se enfrenta cuando migra, y desde el desconocimiento, porque no es la primera consideración que tenemos al momento de migrar, es el tema del relacionamiento, las afinidades y las diferencias que podemos tener con las personas con quien nos encontramos en el país al que hemos migrado”, dice.
Afirma que como migrante siente que constantemente está viviendo un duelo de dejar a sus seres queridos atrás. “Sea que vengamos con nuestro núcleo familiar o que vengamos solos, como fue mi caso, como estamos metidos en ese duelo, no asimilamos o no consideramos cómo vamos a crear esas nuevas relaciones, cómo va a ser nuestra vida de ahora en adelante, quiénes van a ser nuestras personas de confianza y quiénes nos van a apoyar”.
A eso se le suma, “que no sabemos con quién nos vamos a encontrar, ya que a pesar de ser dos países que están tan cerquita y que tenemos muchas afinidades culturalmente hablando, hay también muchas diferencias bastante marcadas”.
Sin embargo, Carmen explica que en esas diferencias ella ha podido hallar puntos de encuentro. “Poco a poco vas asimilando y aprendiendo con el tiempo, pues a medida que vamos viviendo situaciones descubrimos y encontramos esos espacios con quien hacer esas relaciones, que para algunos es el trabajo, para otros es en aplicaciones y para otros es el entorno”.
Desde su llegada en enero de 2016, Carmen ha creado relaciones con amigos colombianos a quienes considera su familia “adoptada”. Al principio, empezó a vivir con su pareja, pero dicha relación no duró más de 2 meses, por lo que tuvo que buscar donde vivir, es allí cuando coincidió con su primer amigo en Colombia: David, un publicista, a quien le rentó una habitación en su apartamento.
“David ha sido un ángel desde que llegué hasta entonces. Pese a que se tuvo que ir a Perú por una oferta laboral, él consiguió la manera de que yo me quedara en el apartamento luego de hablar con la dueña y convencerla de esa decisión. Hasta el día de hoy, David vive en Perú, pero nos vemos cuando viene de visita a Bogotá”, agrega.
Contar con una red de compañeros ha sido clave para su soporte emocional, pues le ha permitido integrarse a la sociedad colombiana y superar los momentos de incertidumbre y nostalgia que conlleva la migración.
Para Carmen, sus amigos colombianos son una familia, cuenta con compañeros en Bogotá, Cali, Barranquilla, Bucaramanga y en Pereira.
Ella afirma con toda propiedad que su nueva familia le ha brindado una mano amiga, como en el hecho de alquilar apartamentos, y con los trámites burocráticos que en Colombia son un tema complicado. “Corrí con la suerte de que estas personas me abrieran las puertas, me han conocido y me han ayudado”.
Carmen ha logrado adaptarse a la cultura y al estilo de vida colombiano, pero también ha conservado sus raíces venezolanas.
“A pesar de que los colombianos son tan diversos en las costumbres y tan regionalistas, he tenido la oportunidad de conocer la maravilla de las diferencias de cada uno. Cada uno me ha aportado increíbles cosas, como la comida, sus tradiciones y sus maneras de ser. Es decir, se han creado relaciones y lazos genuinos que han hecho que yo no nada más sienta que estoy apoyada y acompañada”.
Con entusiasmo, cuenta que también la invitan a pasar navidades y año nuevo con ellos. Celebran su cumpleaños, que coincide con una fecha muy importante para los colombianos, porque es 7 de diciembre.
“Es un día festivo en Colombia porque se celebra El día de velitas, en honor a la Virgen, y normalmente esa noche todos tienen la costumbre de prender velitas y reunirse en familia, sin embargo, a pesar de eso, no he pasado un cumpleaños sola, porque me han invitado a estar con ellos o hacen un tiempo para verme, lo cual es algo que siempre voy a agradecer”, dice.
A través de su trabajo como comunicadora social, ha encontrado un espacio para expresar su identidad y compartir las historias de los migrantes que, como ella, han dejado su país en busca de un futuro mejor.
“Entre mis afectos y tesoros están, por ejemplo, la familia Porto, quienes siempre están pendientes de mí y de mi mamá cuando viene de visita. Tengo incluso un grupo de amigos costeños de Cartagena y Barranquilla con los que juego cartas casi siempre. Mi ex jefa, de la primera agencia de publicidad donde trabajé acá, Jessica, es una gran amiga y todavía estamos en contacto, ha sido un gran apoyo para mí, tanto emocional como laboral, y quizás ella no lo sabe, pero siempre voy a estar agradecida por su calidad como humana y como jefa”, añade.
La historia de Carmen Viloria es un testimonio de resiliencia y de la importancia de la amistad en tiempos de adversidad. Da cuenta de que a pesar de las dificultades, es posible encontrar una nueva familia y construir una vida plena y feliz en otro país.
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