Abrir la frontera, por más paño de agua tibia que sea

Por: Henry Yesid Ortega Palacio heyeorpa

La situación de los venezolanos en Rumichaca, punto fronterizo con Ecuador, me hace pensar en lo que sucede 1.500 kilómetros antes, en los pasos fronterizos de Cúcuta, para reafirmarme en una postura: hay que buscar abrir la frontera. Reconozco que existe la necesidad de controlar el flujo migratorio, pero las medidas como el visado que pide Ecuador generan un cierre de facto muy riesgoso para centenares de personas. No solo deben encontrar documentación, con un gobierno en casa que no ayuda a conseguirla, sino cancelar 50 dólares bastante impagables para muchos, incluso en pesos; y a esto súmese los demás gastos de viaje.

En lugares de frontera generar un paso regular con garantías es necesario y la razón es muy sencilla: el flujo de migrantes no se va a detener por el cierre de un punto legal, se va a dispersar, va a aprovechar lo permeable de las fronteras para continuar con su intento de llegar al otro lado, bien sea que se busque volver el mismo día, quedarse o continuar; en condiciones cada vez más adversas. 

La experiencia de lo que ha venido pasando en los últimos cinco años en Cúcuta lo demuestra. Aunque el paso peatonal sigue, los requisitos para pasar y la dificultad de transitar mercancía obliga a muchas personas a hacer uso de las trochas. No se ven abocados a ello por un espíritu aventurero, los empuja la necesidad de seguir el camino o de comerciar para comer. 

Por ejemplo, en plena autopista internacional en Cúcuta varios vendedores traen aguacate, banano y guanabana desde Venezuela, tan solo un par de canastas diarias, lo que aguente el cuerpo. Pero no pueden pasarlas por el puente internacional y buscan trochas que les cobran según el ‘dueño’ armado del paso. Más o menos 2.000 pesos por persona, entre 4.000 y 8.000 pesos por la mercancía, y otros 2.000 por devolverse. Así, 10.000 o 12.000 pesos diarios, que se duplican cuando, como muchos, vienen en pareja. Y esto a simple vista tiene dos impactos: mayor precariedad para esa población, y más recursos para los grupos armados presentes en la frontera.   

Esto con la gente y lo mismo con el contrabando a gran escala. A diferencia de muchos que piensan que cerrarla es una manera de contrarrestar el contrabando -el mayor mal de la frontera- cerrarla empuja a esas economías a buscar los pasos irregulares, a hacer más y más rentable la frontera para los grupos armados (se rumora con complicidad de fuerza pública en ambos lados de las líneas divisorias).  

Si Colombia tiene un compromiso por debilitar las finanzas de los grupos armados tanto en Cúcuta como en Nariño, también Ecuador, aún marcado por el dolor del actuar de la disidencia de las Farc, quiere hacerlo. Los dos países deben buscar abrir la frontera en estos puntos, es necesario por más paño de agua tibia que parezca. Pero más aún, si existe un compromiso con la dignidad de quienes migran o hacen del paso diario de la frontera su sustento. 


*Politólogo e investigador del Cinep/PPP


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Por: Henry Yesid Ortega Palacio @heyeorpa