Hace tres años, Ostman Altuve emigró a Bogotá, siguiendo los pasos de sus hijos. Aunque pasaron muchas dificultades, hoy en día tienen un próspero negocio familiar.
Por Luis Enrique Molina – Periodista Te Lo Cuento News
A Ostman Ebaldo Altuve, nacido en Lagunillas, Mérida, Venezuela, sus tres hijos le abrieron el camino de la migración.
Su hija menor, María Rosario, con tan solo 18 años de edad, fue la primera en hacerlo. Viajó a Bogotá en 2017, según cuenta Ostman, “sin ningún tipo de experiencia”. Posteriormente, la siguieron en la migración sus hermanos Ostman Jesús, con su esposa e hijo, y María Ismelda.
“Tuvieron que tomar esa decisión porque los estudios universitarios de todos se suspendieron para ponerse a trabajar y sobrevivir ante la hiperinflación de Venezuela, pero tampoco pudieron seguir en su país, ya que lo poco que ganaban no alcanzaba para sobrevivir”, explica.
Luego, lo hicieron la madre, Carmen Yajaira Peña Valera y el propio Ostman, que en Venezuela ejercía la profesión de abogado, y era profesor universitario en el Instituto Universitario de Educación Especializada, en donde también ejerció funciones administrativas.
A su hija menor, Rosario, “le tocó dormir en la calle, en el piso frío de Bogotá, cuando llegó en 2017 después de dejar la profesión de barista que tenía en la empresa Pancitos Factory de Ejido, estado Mérida.
A pesar de esa situación difícil, la experiencia que tenía le sirvió para conseguir un primer trabajo en una cafetería bogotana.
“Atendía al público y hacía de todo, hasta que un buen día en dicha cafetería de La Candelaria, pleno centro de Bogotá, no asistió una empleada encargada de la máquina de café, lo que constituyó su oportunidad, demostrándole al dueño que era capaz de producir un café tan rico, que fue el gran atractivo para los clientes”.
Posteriormente, Rosario se desempeñó en el mismo ramo por varios locales, restaurantes y cafés, hasta que en uno le alquiló el negocio al patrón, lo que le sirvió para despegar e independizarse, una lucha constante que viene llevando esta jovencita hasta el día de hoy.
Actualmente, Rosario administra su propio negocio familiar ‘Coffee Beer Colombia’, junto a otro venezolano de Yaracuy, Rafael Betancourt, que fue su compañero en uno de los restaurantes de La Candelaria y con quien se casó y tuvo un hijo
En el restaurante se ofrecen platos venezolanos, con sazón de ese país, con dos menús diarios rotativos, a precios módicos, en una zona exclusiva muy visitada por propios y extranjeros como lo es El Chorro de Quevedo de Bogotá.
Es el lugar histórico donde se fundó la capital de Colombia, rodeado de oficinas públicas, como el Instituto de Patrimonio Cultural, y asiento de varias universidades como el Externado y La Salle, entre otras.
En el restaurante, el comensal disfruta de la pechuga de pollo al ajillo, sopa de costilla, trucha al ajillo, filete de merluza en salsa de ajo, bistec a caballo, pabellón criollo, lomo de cerdo al vino, costilla de res guisada, entre otros exquisitos platos.
Para el desayuno, ofrecen empanadas venezolanas, “sin arroz, que ha sido la delicia, de pollo, carne, jamón y queso y champiñones. Arepas al estilo venezolano, rellenas con carne, pollo, jamón y queso. Y la changua colombiana, con variación al estilo de la pizca andina merideña, de ese estado andino venezolano, lo que ha gustado mucho a los clientes”.
“Además, para las meriendas se venden sándwich gourmet, postres venezolanos y tortas de maracuyá, zanahoria y amapola”.
En cuanto al estatus migratorio de la familia, indica que todos se acogieron al Permiso de Protección Temporal (PPT), que les permite tener acceso a la salud y a la educación. Y en cuanto al negocio, fue inscrito ante la Cámara de Comercio de Bogotá, “donde las diligencias son rápidas y sin protocolo. No es como en Venezuela que toca acceder a un Registro Mercantil y a otros permisos por parte de instituciones fiscales y municipales, lo que hace que la conformación de una empresa sea un acto engorroso y largo”.
“Continuamente en Bogotá se cumple con todos los requisitos a través de la Secretaría de Salud, que está vigilante de que todo marche bien y haya salubridad, higiene y seguridad en el trabajo. Y hasta el pago de los derechos semestrales por tener prendido un televisor en el local”.
Es la experiencia de una familia que no se dejó vencer por la crítica situación que vivieron en Venezuela, sino que emprendieron un viaje, uno a uno, hasta conseguir administrar su propio negocio familiar.