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Un ‘doctor’ que atiende celulares a domicilio

Diego Cárdenas, Dr. Cell
Diego Cárdenas, Dr. Cell

Diego Cárdenas recorría las calles de Cartagena reparando teléfonos móviles cuando la pandemia del Covid 19 mantenía a la población en cuarentena. Todo gracias a un oficio que aprendió en Venezuela, cuando no sabía que lo iba a necesitar.

Por Janett Heredia – Periodista Te lo Cuento News 

Concentrado y relajado se le puede encontrar armando el rompecabezas de cualquier aparato de telefonía móvil. Con la misma serenidad que reemplaza unas minúsculas piezas se dispone a explicar con detenimiento cualquier detalle que le consultan los clientes que, a cada rato, llegan a su pequeño local en un centro comercial de Cartagena de Indias, Colombia. 

De tanto escuchar que le llamaran “doctor”, como parte del saludo coloquial, el nombre que terminó poniéndole a su negocio fue “The Doctor Cell”. 

La historia que relata Diego Cárdenas, venezolano de 24 años, nos traslada a Los Teques, estado Miranda, donde hace menos de una década decidió hacer un curso para aprender a reparar celulares, cuando estaba terminando el bachillerato. 

Para entonces no tenía necesidades, pues era de esos muchachos conocidos como “hijitos de papá”; a quienes sus progenitores les resuelven todo. Pero quería procurarse una vía de ingresos y manejar su propio dinero, de modo que se dispuso a brindar servicio técnico.

En aquel tiempo no pasaba por su cabeza lo útil que le resultaría aprender aquel oficio.

Bajo el mismo techo

En 2.018 Diego se despidió de la tierra de los tequeños y se enrumbó a Bucaramanga junto con una novia, entusiasmado por el suegro y un cuñado que los estaban esperando. Pero encontró allí un panorama muy diferente al que le habían pintado. Tuvo que trabajar en un taller mecánico donde ganaba cinco mil pesos diarios. 

Acorralado por las circunstancias, estaba a punto de regresar a su patria cuando le fue planteada una oferta de trabajo en Cartagena. “Me quería rendir. Regresar a Venezuela. En Cartagena tampoco fue fácil”, recuerda.

Se marchó  solo a la Ciudad Amurallada, donde transcurrieron varios meses antes de que comenzara a “verle el queso a la tostada”. 

Cuando llevaba como cuatro meses en la costa lo llamaron su mamá y su hermana diciéndole que habían llegado a Valledupar y que iban a su encuentro en Cartagena. “¿Cómo así? –respondió–, yo vivo en una pieza y ni siquiera pago arriendo. Lo que soy es empleado”. Pero la mamá ya había programado la reunificación familiar en casa de una prima que estaba dispuesta a recibirles; así que terminaron juntos bajo un mismo techo.

La temporada en casa de la prima fue un alivio para el bolsillo de Diego, quien también comenzó a ver mejoras en el negocio. En poco tiempo se encargó de rentar un espacio para los tres. 

Pero el destino le deparaba a cada cual su pareja: La hermana se casó y le dio un sobrino. La mamá encontró también un compañero y Diego conoció a la que hoy es su esposa.

“Me cambió la vida”

Los duros comienzos en Cartagena dieron paso a tiempos prósperos. Diego fue conociendo gente, haciendo amistades, adquiriendo sus propias herramientas. Y a la vuelta de dos años ya tenía su propio negocio al que hoy, junto a su esposa, Estefanía Vélez, dedica todo su esfuerzo.

Una mañana de 2020 llegó temprano a laborar y se encontró con el centro comercial clausurado, como parte de las medidas sanitarias que hicieron frente a la pandemia mundial. 

Aprovechó entonces las redes sociales para ofrecer sus servicios a domicilio, tras lo cual se lanzó a recorrer la ciudad. Donde tuviera que ir, allá iba a parar; consiguiendo revertir la situación e incrementando así su clientela.

“Maduras mucho, dejas las fiestas; ya tienes más responsabilidad”, reflexiona sobre cómo el compromiso de estar al frente de su propio negocio le ha cambiado la vida.

En Cartagena transcurre su vida, cerca de su mamá y su hermana. Su papá se quedó en Venezuela y tiene un hijo que se encuentra en Perú. 

Dispersas sus querencias y lejanos, aquellos paisajes mirandinos que lo vieron crecer, “añorar” es uno de los verbos que más conjuga. 

“Me ha dado muy duro. Extraño mi gente, mi ciudad”. Esa nostalgia se asoma en su mirada. Pero al menos por estos meses, Diego no podrá visitar su tierra. Mientras llega esa oportunidad, aflora la sonrisa espontánea que hace más llevadera la rutina de “The Doctor Cell”.