Elizabeth Requena reside en España desde 2011. Las diferencias culturales y en el ejercicio de su profesión le han dificultado adaptarse.
Por Ender Marcano – periodista Te Lo Cuento News
En líneas generales, pertenecer es algo inherente a la condición humana. Pertenecer a una familia, grupo, credo o país asocia a las personas con su contexto, incide en su personalidad y puede determinar el desarrollo de su vida. Quienes emigran se enfrentan a ese reto de encontrarse en su nueva frontera, pero esto no siempre es posible y son personas que no se sienten de acá, ni de allá.
Elizabeth Requena nació en Caracas hace 41 años, es médico con especialidad en gastroenterología, y desde el 2011 reside en España. Después de más de diez años fuera de su tierra natal, relata lo que sienten varios de sus colegas venezolanos en Madrid. “Tenemos como una dualidad, no nos encontramos allá, no nos encontramos acá. Yo no me hallo allá, tampoco me hallo acá”, asegura.
Para el 2010 Elizabeth decidió que no quería seguir su futuro en Venezuela, y España fue el destino elegido para continuar adelante con su vida. Varios factores incidieron en su decisión; por supuesto la situación política, el deterioro económico, y desde el punto de vista profesional la aparición de los médicos integrales comunitarios.
“Yo me fui porque quise, no me vi obligada a emigrar. Yo no estaba de acuerdo con la clase política que gobernaba el país, tampoco con lo que se hacía desde la oposición. Así que muchos de nosotros nos fuimos porque quisimos. Vimos lo que venía. Por otro lado, para mí era inconcebible lo de los médicos comunitarios”, agrega la egresada de la Universidad Central de Venezuela.
Una vez en España, era una más. No hubo ningún tipo de acogida, así como tampoco rechazo, sólo desventajas propias por ser extranjera, pues los cupos en los centros de estudio para cursar las especialidades son mucho menores que para los propios españoles. “Siento que he tenido que entrar en el aro y adaptarme al sistema. Como todos los demás, los de aquí”, cuenta Elizabeth.
Sus primeros años de formación en España fueron un choque para ella. En Venezuela estuvo en un ambiente académico que considera bueno, mientras que luego se ha tenido que enfrentar a lugares “regulares” y trabajar en lugares “regulares”. “Entonces tienes ese choque”, señala.
La forma de trabajar también es muy distinta. Mientras en Venezuela los médicos son más cercanos con sus pacientes, en el país europeo la relación es más fría, de poco contacto. En el caso específico del sistema público de salud, Elizabeth comenta que lo más importante es la cobertura hacia la población, lo cual se logra en algunos casos a expensas de la salud mental y física de los profesionales.
Lo sucedido durante la pandemia del Covid-19 es una muestra de ello, pues España fue uno de las naciones con un mayor índice de burnout entre su personal médico.
Cuando Elizabeth recuerda esos primeros años en la UCV se da cuenta de que muchas de las expectativas que tenía han debido ajustarse. “Me he tenido que apañar, que acostumbrarme a muchas cosas (…). Cuando empecé a estudiar la carrera en 2001 la idea era tener un consultorio en una clínica privada, una consulta pública y dar clases a los estudiantes de medicina; todos esas cosas se fueron a la basura”, confiesa.
La frustración que transmiten sus palabras también reflejan el sentir muchos de sus compañeros migrantes. “La mayoría de los médicos que nos venimos estamos bastante frustrados”, asegura la profesional.
A finales del año pasado Elizabeth visitó Caracas. De esa ciudad tan lejana para ella, incluso estado allí, sigue extrañando El Ávila. La vio como un lugar deteriorado, “como medio pueblo fantasma todo”. “Es como el casco de país que es de uno, pero no lo es. Yo no me hallo allá, tampoco me hallo acá. Pero así es emigrar”.