Además de estudiar en Colombia, Dayana Parra fundó una organización que a través del tejido social busca contrarrestar la xenofobia, y la discriminación, y promover la inclusión para una mejor convivencia.
Por Nora Sánchez – Periodista Te lo Cuento News
Era un día de diciembre. La comunidad venezolana en Medellín se preparaba para celebrar las fiestas propias del mes con comida típica, bailes y un encuentro lleno de esperanza, empatía y solidaridad.
La sonrisa marcaba el rostro de Dayana Parra, quien iba a bailar música llanera y mientras ensayaba parecía toda una bailarina profesional con su traje típico amarillo y las flores en su cabeza.
Desde hace siete años Dayana vive en Medellín. Llegó a esta ciudad proveniente de Valencia donde hizo trabajo social y ayudó con alimentos a familias de escasos recursos. Tenía, como ella lo dice, una especie de fundación a través de la cual hacía esa labor social que incluía además una olla comunitaria semanal de la que muchas personas se alimentaban.
“Yo trabajaba en un supermercado de chinos. Como a mí me dejaban los alimentos más baratos, compraba la comida y la repartía a las familias vulnerables y necesitadas, pero como la situación económica se puso tan difícil y ya no tenía ni para comprar comida para mí, decidí emigrar”, dice esta mujer, ingeniera química de profesión, que no ejerció porque siempre ha estado al servicio de los demás.
Colombia, específicamente Medellín fue el destino elegido por Dayana y su familia porque su esposo es colombiano, porque el clima le parece agradable y porque amigos y vecinos que ya habían emigrado a esta ciudad se la recomendaron.
La voluntad derriba obstáculos
Dayana llegó a Medellín y sin perder tiempo se integró de una vez a la comunidad de acogida a través del trabajo social. Buscó grupos en los que pudiera participar como voluntaria y así comenzó como madre comunitaria del Instituto de Deportes y Recreación de Medellín (Inder), llevando a parques y paseos a 80 niños, niñas y adolescentes y entreteniendo y cuidando de ellos en todo momento.
Su voluntariado la ha llevado lejos y la ha hecho feliz. Dayana comenzó con un pequeño aporte para la sociedad de acogida. Su trabajo social en Venezuela le permitió participar en diferentes actividades que le abrieron espacios donde ha podido demostrar su vocación de servicio.
Hoy día esta ingeniera química es líder de Gestión de Riesgo y Desastre de la comuna 16 de Medellín, tiene semilleros ambientales, pertenece a la Mesas de Familia y Ambiental, al Movimiento Aire y Salud Pública, es vocera de los derechos humanos por la Personería de Medellín, defensora de los derechos de las mujeres que sobreviven a violencia de género por el Comité Internacional de Rescate (IRC por sus siglas en inglés) y presidenta de la fundación Abrelazos, la cual fundó en junio de 2023.
Se titulará en Gestión Comunitaria
Dayana ha demostrado de qué está hecha. Hace un recuento de las actividades que realiza y del trabajo social que ha hecho y sonríe. La sonrisa no le falta y así habla de sus logros, pero también recuerda sus primeros días en Medellín trabajando en una heladería, víctima de xenofobia. “Me tuve que ir de allí y comencé a hacer aseos en casas de familia, ya que no podía dejar de trabajar y mucho menos podía dejar a mi hijos solos en casa todo un día y todos los días, porque tengo dos niños con discapacidad”.
Logró empleo en un supermercado. Era empacadora y allí podía disponer de tiempo para la labor social, pero lamentablemente el supermercado cerró, así que Dayana se quedó sin empleo nuevamente, pero como no hay mal que por bien no venga, justo en ese tiempo obtuvo una beca para estudiar Tecnología en Gestión Comunitaria en la Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia (Colmayor) donde ya cursa el segundo semestre.
Para estudiar de nuevo, Dayana tuvo que hacer el bachillerato en Colombia, pues por el tema de los costos y lo difícil que resultaba ser la legalización y apostilla de documentos en Venezuela hace siete años, salió del país sin esos papeles que le ahorraban volver a estudiar, sin embargo, se trazó la meta y la cumplió porque ella llegó a Medellín dispuesta a hacer lo que debiera para avanzar, desarrollarse personalmente y seguir su vida.
Los días de Dayana transcurren entre su vida familiar, el voluntariado, los días que hace aseo en casas de familia y el estudio. Ella se organiza para cumplir con todo y mientras comenta su día a día, sigue sonriendo y con la satisfacción de lo que ha logrado a través del servicio, la empatía, la solidaridad y su capacidad de integración.
“Aquí (en Colombia) Dios me dijo: este es tu camino, este es tu seguir, acá es donde tú tienes que estar y me abrió esas puertas y las aproveché y las estoy aprovechando al máximo”, dice contenta y feliz de tener lo que tiene como inmigrante, pues a pesar de que puede gestionar una visa de residente por ser madre de niños colombianos, no ha podido sacarla porque no ha logrado tener los 450 dólares que se requieren para esa gestión.
Una flor símbolo de la superación
Después de 7 años de trabajo social en Medellín, Dayana Parra se animó a crear su propia fundación para a través de ella seguir ayudando a las personas, es así como en junio de 2023 nace Abrelazos, con un sentido de integración colombo venezolano amplio.
Su nombre tiene origen en la A de su hija llamada Ámbar. “Abre lazos” porque es la unión entre los dos países, la cinta amarilla es el color de esa unión y de la bandera de ambos países, y su logo es la flor de loto, porque ella representa la pureza, la iluminación, el crecimiento espiritual, la superación de los desafíos del mundo material y el renacer a pesar de la adversidad.
Esta fundación hace trabajo en toda la población colombo-venezolana en condición de vulnerabilidad, mujeres, niños, niñas y adolescentes, comunidad LGTBIQ+, promueve y capacita para emprendimientos, semilleros ambientales, entre otras actividades sociales que además son propicias para la integración.