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Ocho venezolanos cuentan qué esperan de Colombia, su nuevo país

Son rostros diferentes que muestran una sola realidad: la crisis venezolana. | Por: MIGUEL GALEZZO / PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA

A la Terminal de Transportes de Salitre en Bogotá llegan diariamente cientos de venezolanos desde distintos puntos, sobre los que no hay datos. Aunque la crisis es la misma, cada migrante tiene motivaciones particulares. Trato digno, trabajo y solidaridad son algunas peticiones de quienes ingresan a terreno colombiano.

Les presentamos ocho historias en las que la necesidad fue más fuerte que el miedo. Ocho nuevas vidas con sueños, temores e incertidumbre fuera de su patria. 

-De ingeniero a barredor de calles

Ocho venezolanos cuentan qué esperan de Colombia, su nuevo país
Ocho venezolanos cuentan qué esperan de Colombia, su nuevo país A la Terminal de Transportes de Salitre en Bogotá llegan diariamente cientos de venezolanos desde distintos puntos, sobre los que no hay datos. Aunque la crisis es la misma, cada migrante tiene motivaciones particulares. Trato digno, trabajo y solidaridad son algunas peticiones de quienes ingresan a terreno colombiano.

Mientras habla, Francisco José Yáñez lucha contra el llanto. Toma aire, contiene la respiración y evita parpadear para que no se le escapen las lágrimas. Pero es inútil, baja la cabeza y comienza a llorar en silencio. Recordar su país le produce dolor.

“Era mayo de 2017. Había manifestaciones y barricadas en las calles de San Cristóbal. Iba con mi esposa en la moto cuando unos 10 sujetos aparecieron a pie y con armas de fuego. Intentaron quitarnos el vehículo amenazando con dispararnos, pero no me bajé de la rabia que sentía. Estuvieron a punto de matarnos. Después de que en ese incidente nos robaron herramientas y otras cosas de los sitios donde laborábamos, nos echaron”.

La inseguridad y el desempleo hicieron desistir al hombre de 28 años y a su esposa, Alejandra Ramírez, de quedarse en Venezuela. Ella llegó a Bogotá en enero y él, en febrero.

Como en mi país era ingeniero de sistemas, al llegar aquí busqué primero en mi área. Cuando me di cuenta de que el trabajo estaba muy difícil, incluso para los colombianos, apliqué a cualquier vacante. Conseguí barriendo calles en Chapinero de diez de la noche a seis de la mañana”. 

Después de un mes y medio en este oficio, Francisco ascendió en la misma empresa. “Me dieron varias oportunidades. Ahora soy radioperador, dice orgulloso. Y vuelve el llanto, pero esta vez no le opone resistencia.

La escena transcurre en un lugar conocido por los venezolanos, una silla de la sala de espera del módulo 5, el de llegadas. Está a la expectativa de reencontrarse con su mamá, quien viajó desde Isla Margarita para pasar Navidad juntos.

Él tiene demasiado para agradecerle a Colombia, pero dice que le sorprende lo poco unidos que son los colombianos. Cuenta que cuatro hombres atracaron el vehículo de la compañía para la que trabaja, en la vía Funza-Mosquera (Cundinamarca), y que cuando apuñalaron al chofer, ningún pasajero reaccionó para auxiliarlo. “¿Cómo alguien ve a otra persona así y no hace nada? Yo fui el que le prestó los primeros auxilios al conductor. Todavía tengo mis manos llenas de sangre.

Antes de despedirse envía un mensaje de conciencia y apoyo: “Así como nosotros estamos mal, los colombianos en algún punto de la historia también lo estuvieron y Venezuela les abrió las puertas”.

Compañía para su hija

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Ocho venezolanos cuentan qué esperan de Colombia, su nuevo país A la Terminal de Transportes de Salitre en Bogotá llegan diariamente cientos de venezolanos desde distintos puntos, sobre los que no hay datos. Aunque la crisis es la misma, cada migrante tiene motivaciones particulares. Trato digno, trabajo y solidaridad son algunas peticiones de quienes ingresan a terreno colombiano.

“Vamos a ver cómo pasan estos días. Voy a estar un tiempo aquí, pero me quiero volver a ir… Si consigo trabajo, me quedo… Pero dicen que el adulto no puede trabajar aquí”, son las primeras palabras de Tibisay Sánchez luego de bajarse de un bus.

Terminaba un largo viaje que comenzó en Valencia y siguió por Barinas y Guasdualito. “Cruzamos la frontera y ahí dormí una noche porque no había plata. Ahí -señala el suelo con la mano- al lado de un río (Arauca)”, recuerda.

Tiene 55 años, llegó a Bogotá porque su hija está en la ciudad hace siete meses. Trata de mantener viva la esperanza de un improbable regreso.

“Con mucho dolor dejé a mis hijos, a mi mamá y a parte de mi familia. La cosa allá está dura, dura. Ellos también se quieren venir, pero a uno le cuesta dejar sola su casa o dejar sus cosas, porque después no encuentra nada.

Tibisay nunca había estado en Colombia pero se crió entre colombianos. Para ella son muy amables: “Para mí, para mí, no sé para los demás. Además, no los veo diferentes, los veo iguales a nosotros. De hecho, somos vecinos (…) Sé que el colombiano no es malo”.

Un reencuentro familiar

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Ocho venezolanos cuentan qué esperan de Colombia, su nuevo país A la Terminal de Transportes de Salitre en Bogotá llegan diariamente cientos de venezolanos desde distintos puntos, sobre los que no hay datos. Aunque la crisis es la misma, cada migrante tiene motivaciones particulares. Trato digno, trabajo y solidaridad son algunas peticiones de quienes ingresan a terreno colombiano.

Al bajarse del bus, Betzabeth Peña, de 42 años, se queda parada junto a su hija, Paola Alvarado, de 21, y al equipaje de ambas. Mira en todas las direcciones.

“Estoy esperando a mi esposo y a mi hijo, de 16. Ellos llegaron a Colombia primero… Él no ha tenido un buen trabajo aquí y están viviendo de manera precaria. No tanto como en Venezuela, pero sí”.

La familia vivía en Barquisimeto. Su esposo trabajaba en una empresa y tenía un buen sueldo; ella era secretaria en una clínica privada. No eran millonarios, aclara, pero se daban gustos como viajar durante vacaciones o cambiar de carro.
 

“La clínica cerró y quedé sin empleo. Aún cuando él ganaba bien, la inflación se comía todo el sueldo. Me fui para Perú con mi hija y ellos se quedaron, pero la crisis se asentó más. Finalmente, mi esposo decidió venir con mi hijo hace dos meses por costos. Aunque la idea era estar todos en Perú, no logramos reunir el dinero necesario. Lo que más nos motiva es estar juntos y por lo menos quedamos más cerca de Venezuela”.

De Colombia espera encontrar sensibilidad ante el sufrimiento y que les tiendan la mano. Como la mayoría de migrantes venezolanos, llegar a otro país nunca fue su primera opción: “¡Cómo nos han maltratado! ¡Cómo nos han hecho tomar decisiones drásticas de dejar nuestras casas y familias, tomar la difícil decisión de ir a otro rumbo en busca de un mejor futuro!”.

La salida contra el hambre

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Ocho venezolanos cuentan qué esperan de Colombia, su nuevo país A la Terminal de Transportes de Salitre en Bogotá llegan diariamente cientos de venezolanos desde distintos puntos, sobre los que no hay datos. Aunque la crisis es la misma, cada migrante tiene motivaciones particulares. Trato digno, trabajo y solidaridad son algunas peticiones de quienes ingresan a terreno colombiano.

Jeannys Medina, de 21 años, llegó de Barranquilla. Dice que a Colombia ingresó por una trocha en La Guajira hace ocho meses y que pagó “mucho dinero a los hombres con pistolas que llaman guajiros”.

Salió de Venezuela porque no tenía qué darles de comer a sus tres hijos, de 4, 6 y 7 años. “Se quedaron con mi mamá, tenemos una casa en el estado Falcón. Están superflacos, su llanto es incontenible.

“Con el viaje a Barranquilla buscaba que mi familia tuviera una mejor calidad de vida en Venezuela. Trabajé en un restaurante, vendí agua y caramelos en los semáforos e hice empanadas. Lastimosamente, el empleo también se puso duro porque hay muchos venezolanos.
 

Jeannys dice que se siente afectada por las acciones de algunos compatriotas. No todos hacen las cosas como deben, no todos saben aprovechar. Entonces los que venimos a trabajar y a guerrear perdemos oportunidades por culpa de esas personas.

Mientras espera que saquen sus pertenencias de la bodega, una maleta negra y una canasta, parece olvidar las experiencias que relató. Sonríe y dice qué espera de la ciudad: “Tengo la esperanza y la fe de que en Bogotá sí me va a ir bien para poder traer a mis niños.

Ser madre y menor de edad

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Ocho venezolanos cuentan qué esperan de Colombia, su nuevo país A la Terminal de Transportes de Salitre en Bogotá llegan diariamente cientos de venezolanos desde distintos puntos, sobre los que no hay datos. Aunque la crisis es la misma, cada migrante tiene motivaciones particulares. Trato digno, trabajo y solidaridad son algunas peticiones de quienes ingresan a terreno colombiano.

Ella tiene 17 años y su bebé, 10 meses*Adiala no piensa ahora en la fecha de regreso, aunque sus papás se quedaron en Venezuela.

Llegó a Colombia porque es un destino más económico comparado con otros de Latinoamérica y más cercano a Venezuela. También, porque el padre de su hijo, de 21 años, está en el país hace 5 meses.

“La situación allá es horrible. Mi papá y mi mamá dijeron que mi partida era una noticia triste, pero que en Venezuela no hay futuro, y sacaron un permiso para que yo saliera legalmente con unos conocidos. Las cosas no resultaron así de bien”.

Partió desde Maracaibo hacia Maicao (La Guajira). Cuenta que Migración Colombia se la llevó con la excusa de que era menor de edad: “Allá un guardia me pidió 6.000 soberanos en efectivo. Se los tuve que dar para que nos dejaran pasar a mi hijo y a mí, aunque lo del dinero está difìcil”.

 

*Adiala no terminó el bachillerato y ahora debe trabajar para sostenerse, sostener al bebé y enviarles dinero a sus papás.

“Queremos que el gobierno colombiano nos tome en cuenta porque buscamos ayuda y soluciones a nuestros problemas. De verdad deseamos estabilizarnos económicamente. Espero que los colombianos no nos vean como una molestia”, termina la conversación, con una madurez atípica.

*El nombre real no se menciona para proteger la identidad.

En busca de una segunda oportunidad 

Ocho venezolanos cuentan qué esperan de Colombia, su nuevo país
Ocho venezolanos cuentan qué esperan de Colombia, su nuevo país A la Terminal de Transportes de Salitre en Bogotá llegan diariamente cientos de venezolanos desde distintos puntos, sobre los que no hay datos. Aunque la crisis es la misma, cada migrante tiene motivaciones particulares. Trato digno, trabajo y solidaridad son algunas peticiones de quienes ingresan a terreno colombiano.

Samuel Daniel Barrera, de 18 años, está recostado en una pared con todo su equipaje en el suelo. Su mirada se pierde entre la multitud que se baja de los buses. Salió desde Caracas hacia San Cristóbal y después cruzó la frontera.

Esta es su segunda aventura en Colombia, en donde busca oportunidades académicas y laborales. La primera fue en septiembre del año pasado y se quedó en Cúcuta, donde vivía su mamá.

Al principio fue duro porque no conocía gente y no sabía qué hacer. Le ayudé a mi mamá, que vendía tortas de manera ambulante. Tres meses después me devolví para terminar mis estudios de bachiller, pero allá cada semana hay precios nuevos. Todo es peor, pues”.

 

Dice que no se puede quedar en Venezuela “porque no hay vida” ni “forma de entrar a la universidad”.

“Soy caballo blanco porque mi mamá ya vive en Bogotá con el marido y mi hermano, cuando hay otros que vienen sin el apoyo de familiares. Uno se acostumbra a un país en el que lo tenía todo… Dejé a mi abuela”, para de hablar y se muerde los labios.

Por ahora, espera que en Colombia lo ayuden a seguir con sus estudios. Mientras eso sucede, va a mirar en qué se ocupa, al igual que los miles de jóvenes que llegan.

¿Será que viene el fin del mundo?

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Ocho venezolanos cuentan qué esperan de Colombia, su nuevo país A la Terminal de Transportes de Salitre en Bogotá llegan diariamente cientos de venezolanos desde distintos puntos, sobre los que no hay datos. Aunque la crisis es la misma, cada migrante tiene motivaciones particulares. Trato digno, trabajo y solidaridad son algunas peticiones de quienes ingresan a terreno colombiano.

Karelys Peña lleva varias horas pendiente de cada bus que pasa; en uno de ellos vienen dos de sus tres hijos. Uno tiene 22 años y el otro, 10. Su hija, de 6, se quedó en Venezuela al cuidado de familiares porque su mamá quiere traerla a Colombia cuando le pueda brindar mejores condiciones. Dice que todavía no es el momento.

Esta madre intentó mantenerse en su país en plena crisis con la venta de bolis y café. Le dolió dejar la carrera de Educación Integral en octavo semestre, pero la afectó más que sus hijos perdíeran el año por la falta de recursos ante el aumento de precio de los implementos escolares: “¡Unas medias, un cuaderno! ¡Es que hasta eso se volvió imposible de conseguir!”. El mayor estudió “con mucho sacrificio” para convertirse en chef, “en un país donde no se consigue comida” y se vio obligado a abandonar la carrera de Ingeniería de Petróleos.

En Venezuela piensan que es el fin del mundo. ¿Será que es el fin del mundo?, se pregunta la gente. Es que tienes que vivir allá por lo menos 15 días para entender la devaluación de la moneda. Ni con cinco trabajos puedes sobrevivir. Inaudito, pero real”.

Un hermano le consiguió 5 millones de pesos en efectivo para comprar los pasajes hacia Colombia. El trato era que debía pagar el doble, 10.

 

“De rogarle tanto a Dios me los prestaron rápido, porque los ponían a todos en listas interminables, como por turnos. Salí el 24 de abril. Llegué a Barranquilla y viví en un apartamentico, que solo tenía un baño, con 18 venezolanos. Pasé meses durmiendo en una hamaca, que estaba en un corredor totalmente descubierto. Si llovía, me tragaba todo”.

Fue empleada interna y vendedora de cafés y jugos en las calles de la capital del Atlántico. Tras siete meses de pasar necesidades, hace unas dos semanas viajó a Bogotá.

“No he conseguido nada. Estoy comiendo gracias al esposo de mi amiga. Él es el único que trabaja. A veces duramos días solo con arroz y lentejas, pero gracias a Dios que por lo menos tenemos eso. En Venezuela un kilo de lentejas vale millones”.

Karelys está agradecida con quienes ha conocido y con el Gobierno, por haberle brindado la oportunidad de tener el Permiso Especial de Permanencia (PEP). Espera educar a sus hijos en este país y conseguir trabajo. Colombia también le gusta para vivir porque está cerca de su tierra: “No pierdo la esperanza de que mi Venezuela cambie”.

Una esperanza recién nacida

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Ocho venezolanos cuentan qué esperan de Colombia, su nuevo país A la Terminal de Transportes de Salitre en Bogotá llegan diariamente cientos de venezolanos desde distintos puntos, sobre los que no hay datos. Aunque la crisis es la misma, cada migrante tiene motivaciones particulares. Trato digno, trabajo y solidaridad son algunas peticiones de quienes ingresan a terreno colombiano.

Laines Osorio veía escasez de suministros médicos cuando ejercía como enfermera. De prestar atención se convirtió en paciente de la Maternidad del Sur de Valencia hace cinco meses. Esa es la edad que tiene su hijo, Víctor Mathías.

“Mi parto fue normal, cuando tenía que ser por cesárea. Me hicieron dar a luz a jura para supuestamente no gastar insumos, pero tal vez ni los había”, relata y recuerda que pensó que iba a morir.

La joven de 23 años espera con su bebé en brazos que su pareja, Víctor José Campos, los recoja. “Cosas como vitaminas eran difíciles de conseguir cuando quedé embarazada. Si así era el embarazo, entonces cómo iba a ser después del nacimiento. Y lamentablemente sí fue peor. Es imposible conseguir alimentos, así que decidimos venirnos. Él fue el primero y ya tiene trabajo aquí en un almacén. Gracias a Dios le ha ido bien”.

Laines espera de los colombianos un buen trato mientras los venezolanos hagan las cosas bien, enfatiza. “Vamos a seguir los parámetros que nos digan. Mientras se cumplan las leyes y nosotros cumplamos, la situación va a estar bien. Me gustaría que mi hijo pasara su infancia aquí y que pudiera estudiar. Yo no quiero quedarme solo con una carrera, no quiero estancarme”, se promete. Por ahora piensa cuidar a Mathías a tiempo completo.

Por: Proyecto Migración Venezuela @MigraVenezuela