El sumo pontífice dedicó su tradicional mensaje de Navidad a “la fraternidad” entre los pueblos y dijo que desea la unión en Venezuela y Nicaragua, que los refugiados sirios retornen a su país y que se ponga fin a la guerra y el hambre en Yemen.
“Que este tiempo de bendición le permita a Venezuela encontrar de nuevo la concordia y que todos los miembros de la sociedad trabajen fraternalmente por el desarrollo del país, ayudando a los sectores más débiles de la población”, pidió desde el balcón de la Basílica de San Pedro.
Venezuela está sumida en una profunda crisis caracterizada por escasez de alimentos y medicinas y una inflación que el Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula en 10.000.000 % para 2019.
El éxodo masivo de venezolanos hacia países vecinos ha elevado las presiones diplomáticas para aislar al gobierno de Nicolás Maduro, que el 10 de enero asumirá un segundo mandato de seis años tras ser reelegido en unas votaciones que la oposición tildó de fraudulentas y que Estados Unidos, la Unión Europea y varios países de América Latina no reconocieron.
En el repaso general de los conflictos del mundo, el papa llamó a la comunidad internacional a “esforzarse firmemente” para que los refugiados sirios “puedan vivir en paz en su país” y manifestó su anhelo de que “israelíes y palestinos retomen el diálogo y emprendan un camino de paz que pongan fin a un conflicto”, que lleva más de setenta años.
Igualmente expresó su cercanía con las comunidades cristianas de la “amada” Ucrania, en un momento de fuertes tensiones religiosas con Rusia: “Solo con la paz… el país puede recuperarse de los sufrimientos padecidos… Me siento cercano a las comunidades cristianas de esa región y pido que se puedan tejer relaciones de fraternidad y amistad”.
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Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Navidad!
A vosotros, fieles de Roma; a vosotros, peregrinos y a todos los que estáis conectados desde todas las partes del mundo renuevo el gozoso anuncio de Belén: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad» (Lc 2,14).
Como los pastores, que fueron los primeros en llegar a la gruta, contemplamos asombrados la señal que Dios nos ha dado: «Un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). En silencio, nos arrodillamos y adoramos.
¿Y qué nos dice este Niño, que nos ha nacido de la Virgen María? ¿Cuál es el mensaje universal de la Navidad? Nos dice que Dios es Padre bueno y nosotros somos todos hermanos.
Esta verdad es la base de la visión cristiana de la humanidad. Sin la fraternidad que Jesucristo nos ha dado, nuestros esfuerzos por un mundo más justo no llegarían muy lejos e incluso los mejores proyectos corren el riesgo de convertirse en estructuras sin espíritu.
«Sin la fraternidad que Jesucristo nos ha dado, nuestros esfuerzos por un mundo más justo no llegarían muy lejos»
Por eso, mi deseo de feliz Navidad es un deseo de fraternidad. Fraternidad entre personas de toda nación y cultura. Fraternidad entre personas con ideas diferentes, pero capaces de respetarse y de escuchar al otro. Fraternidad entre personas de diversas religiones. Jesús ha venido a revelar el rostro de Dios a todos aquellos que lo buscan.
Y el rostro de Dios se ha manifestado en un rostro humano concreto. No apareció como un ángel, sino como un hombre, nacido en un tiempo y un lugar. Así, con su encarnación, el Hijo de Dios nos indica que la salvación pasa a través del amor, la acogida y el respeto de nuestra pobre humanidad, que todos compartimos en una gran variedad de etnias, de lenguas, de culturas, pero todos hermanos en humanidad.
Entonces, nuestras diferencias no son un daño o un peligro, son una riqueza. Como para un artista que quiere hacer un mosaico: es mejor tener a disposición muchos colores, antes que pocos.
La experiencia de la familia nos lo enseña: siendo hermanos y hermanas, somos distintos unos de otros, y no siempre estamos de acuerdo, pero hay un vínculo indisoluble que nos une y el amor de los padres nos ayuda a querernos. Lo mismo vale para la familia humana, pero aquí Dios es el Padre, el fundamento y la fuerza de nuestra fraternidad.
Que en esta Navidad redescubramos los nexos de fraternidad que nos unen como seres humanos y vinculan a todos los pueblos. Que haga posible que israelíes y palestinos retomen el diálogo y emprendan un camino de paz, que ponga fin a un conflicto que desde hace más de setenta años lacera la Tierra elegida por el Señor para mostrar su rostro de amor.
Que el Niño Jesús permita a la amada y martirizada Siria volver a encontrar la fraternidad después de largos años de guerra. Que la Comunidad internacional se esfuerce firmemente por hallar una solución política que deje de lado las divisiones y los intereses creados para que el pueblo sirio, especialmente quienes tuvieron que dejar las propias tierras y buscar refugio en otro lugar, pueda volver a vivir en paz en su patria.
«Nuestras diferencias no son un daño o un peligro, son una riqueza»
Pienso en Yemen, con la esperanza de que la tregua alcanzada por mediación de la comunidad internacional pueda aliviar finalmente a tantos niños y a las poblaciones, exhaustos por la guerra y el hambre. Pienso también en África, donde millones de personas están refugiadas o desplazadas y necesitan asistencia humanitaria y seguridad alimentaria.
Que el divino Niño, Rey de la paz, acalle las armas y haga surgir un nuevo amanecer de fraternidad en todo el continente y bendiga los esfuerzos de quienes se comprometen por promover caminos de reconciliación a nivel político y social.
Que la Navidad fortalezca los vínculos fraternos que unen la Península coreana y permita que se continúe el camino de acercamiento puesto en marcha y que se alcancen soluciones compartidas que aseguren a todos el desarrollo y el bienestar.
Que este tiempo de bendición le permita a Venezuela encontrar de nuevo la concordia y que todos los miembros de la sociedad trabajen fraternalmente por el desarrollo del país, ayudando a los sectores más débiles de la población.
Que el Señor que nace dé consuelo a la amada Ucrania, ansiosa por reconquistar una paz duradera que tarda en llegar. Solo con la paz, respetuosa de los derechos de toda nación, el país puede recuperarse de los sufrimientos padecidos y reestablecer condiciones dignas para los propios ciudadanos. Me siento cercano a las comunidades cristianas de esa región y pido que se puedan tejer relaciones de fraternidad y amistad.
Que delante del Niño Jesús, los habitantes de la querida Nicaragua se redescubran hermanos, para que no prevalezcan las divisiones y las discordias, sino que todos se esfuercen por favorecer la reconciliación y por construir juntos el futuro del país.
«Solo con la paz, respetuosa de los derechos de toda nación, el país puede recuperarse de los sufrimientos padecidos y reestablecer condiciones dignas»
Deseo recordar a los pueblos que sufren las colonizaciones ideológicas, culturales y económicas viendo lacerada su libertad y su identidad y que sufren por el hambre y la falta de servicios educativos y sanitarios.
Dirijo un recuerdo particular a nuestros hermanos y hermanas que celebran la natividad del Señor en contextos difíciles, por no decir hostiles, especialmente allí donde la comunidad cristiana es una minoría, a menudo vulnerable o no considerada.
Que el Señor les conceda a ellos y a todas las comunidades minoritarias vivir en paz y que vean reconocidos sus propios derechos, sobre todo la libertad religiosa.
Que el Niño pequeño y con frío que contemplamos hoy en el pesebre proteja a todos los niños de la tierra y a toda persona frágil, indefensa y descartada. Que todos podamos recibir paz y consuelo por el nacimiento del Salvador y, sintiéndonos amados por el único Padre celestial, reencontrarnos y vivir como hermanos.
Por: AFP @AFP