La aglomeración de migrantes en parques públicos, sumado a una legión de caminantes que busca retornar a Venezuela — en medio de la pandemia por la covid-19 — ha generado en las últimas semanas iniciativas de alcaldías, gobernaciones y empresarios particulares para transportar a los extranjeros en buses hasta la frontera.
Incluso, una asociación de nueve alcaldes del oriente antioqueño hizo un llamado a los venezolanos radicados en esta zona del país para pagarles un vuelo aéreo directo a la ciudad de Caracas. El único requisito era inscribirse en una lista.
Al verlos vulnerables en las calles y pasando necesidades con niños, los mandatarios locales habilitaron los llamados “corredores humanitarios”o “programas de política de repatriación”, acciones que aunque han generado aplausos podrían no ser tan loables como parece.
Así lo sostiene el experto en flujos migratorios Hugo Ramírez Arcos, para quien detrás de esas acciones humanitarias hay otro propósito: aprovechar la coyuntura para quitar de encima a quienes son vistos como un problema. Si bien el retorno a Venezuela es voluntario, dice el experto, no es que existan muchas opciones de ayuda para ellos.
De acuerdo con Ramírez, hay tres elementos esenciales que no pueden dejarse por fuera de este análisis. El primero es el estatus jurídico de los migrantes: “Si bien en su mayoría son irregulares, la comunidad internacional está alertando sobre cómo está práctica viola todos los tratados internacionales circunscritos por Colombia en lo que corresponde a la no devolución… están siendo expuestos a riesgos mayores”.
En segundo lugar, explica Ramírez, quien también dirige el Semillero de Migraciones y Fronteras de la Universidad del Rosario, “la falsa solidaridad disfraza el oportunismo de sacar a los venezolanos de nuestro país”.
Y en última instancia, advierte, “no hay una ruta institucional de retorno humanitario para estos migrantes (como si la hay por otras nacionalidades). De la manera más ilegal la sociedad colombiana insiste en clasificar a los venezolanos como ciudadanos de segundo nivel, como el discurso xenofóbico que fomentó la alcaldesa Claudia López”.
Chía es el segundo municipio de Cundinamarca con mayor número de extranjeros venezolanos, cerca de 8.500, según precisó el alcalde. “El municipio los albergó durante un tiempo pero no tuvieron las oportunidades necesarias”. Guillermo Torres – SEMANA
Es de anotar que el principio de no devolución es un precepto fundamental del derecho internacional que prohíbe al país que recibe refugiados devolverlos a un país en el que correrían el riesgo de ser perseguidos por “raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social particular u opinión política”. Está consagrado en el artículo 33 de la Convención de 1951.
Entonces, ¿es realmente esta una actitud humanitaria o hay encumbrada xenofobia en los apoyos de retorno de los migrantes a su país?
El defensor del pueblo delegado para la movilidad humana, Felipe Vernaza, afirma que a muchos alcaldes les resulta más fácil pagar un bus, subir a la gente y enviarlos a la frontera. “Pero aquí no hacen otra cosa que generar un problema a los puntos fronterizos, pues si llega tanta gente no alcanzan a pasar en el mismo día y obligan al municipio fronterizo a buscar garantías que sobrepasan sus capacidades”.
Las medidas de retorno pueden ser contraproducentes. “Cuando llegan tantas personas en un mismo momento también se sobrepasan las capacidades de Venezuela y por eso han hecho varios cierres temporales de frontera. Podemos tener las buenas voluntades de llevar a los venezolanos hasta el punto fronterizo, pero si Venezuela por su capacidad de atención o cualquier otra situación no recibe a la población, terminamos generando una mayor vulneración”, advierte Vernaza.
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) dejó claro a través de su representante en Colombia, Jozef Merkx, que este organismo no promueve ni facilita retornos hacia Venezuela. Sin embargo, pone a disposición de los venezolanos unas líneas de atención telefónica por si necesitan orientación antes o en la ruta.
A través de unas publicaciones didácticas, difundidas en las redes sociales, Acnur insta a los venezolanos a detenerse a pensar muy bien antes de tomar la decisión de volver a su país, ya que estas acciones — improvisadas en su mayoría — no contemplan la realidad de las condiciones a las que se van a enfrentar al llegar a Venezuela, de donde huyeron precisamente por la crisis.
En este sentido, Acnur les recomienda a refugiados y migrantes venezolanos que si deciden retornar debe informarse de fuentes confiables cómo está la situación en Venezuela, para que sepan cuál es la ruta a seguir para llegar a su destino, teniendo en cuenta las medidas de cuarentena por covid-19.
En una mesa redonda de expertos realizada en Cambridge, en julio de 2001, Acnur y el Centro Lauterpacht de Investigaciones sobre Derecho Internacional trató el tema del alcance y contenido de este principio internacional. “El principio de no devolución cubre cualquier medida atribuible al Estado que pueda tener el efecto de devolver a un solicitante de asilo o refugiado a las fronteras de territorios donde su vida o libertad pueden verse amenazadas, o donde él o ella corra riesgo de persecución, incluyendo su intercepción, rechazo en la frontera, o devolución indirecta”.
«Si ayudamos a los venezolanos a devolverse a su país
estamos ayudando a Colombia. ¿Cuánto nos cuestan los venezolanos
en nuestro país?»
Mario Hernández, empresario colombiano
¿Quitarle un problema al país?
La semana pasada, en Twitter, el reconocido empresario colombiano de artículos de cuero, Mario Hernández, promovió una gestión colaborativa para ayudar a conseguir transporte a un grupo de venezolanos.
“Hay 400 ciudadanos venezolanos en Chía, están buscando la forma de poder regresar a su país y volver a estar con sus familias! Estamos en el proceso de conseguir 4 buses para poder ayudarlos. Nosotros ponemos el primero. ¿Quién nos ayuda?”, escribió Hernández, y a la media hora ya había conseguido el transporte, gracias al apoyo de sus amigos empresarios: Amarilo, Rafael Rincón, Luis Germán Corredor, Invesiones Arboleda, Marroquinera y Daniel Espinoza.
Sobre la petición de Hernández en la red social, un ciudadano le escribió: “Desafortunadamente debemos elegir entre apoyar a esta gente de Venezuela o a la gente más vulnerable de Bogotá. En esta cuarentena hay más gente golpeando casa a casa pidiendo ayuda, y yo le doy prioridad a la gente de nuestro país por obvias razones”.
El Proyecto Migración Venezuela contactó al empresario Mario Hernández , quien afirmó que su motivación para ayudar a los migrantes fue la siguiente: “Está gente está muy lejos de su casa. Los colombianos fuimos hace 30 años a Venezuela y allí nos atendieron muy bien, abrimos negocios en Venezuela, conozco y quiero mucho a varios venezolanos. Esta pobre gente está muy mal aquí en Colombia, tanto que prefieren estar con sus familias, por eso quise ayudarlos, y además es quitarle un problema al país, 300 y pico de personas que tenemos que atenderlos con salud y todo”.
La lección que le ha dejado a Hernández esta pandemia ha sido entender que todos somos iguales, colombianos, venezolanos o ciudadanos de cualquier nacionalidad. “El dinero no es lo importante sino la salud, y por eso tenemos que ayudarnos los unos a los otros”. Es así como cuenta que es uno de los empresarios colombianos que mandó a 400 trabajadores a la casa pagándoles el sueldo completo. “El gran patrimonio que yo tengo es la gente de mi empresa, lo mejor que puedo hacer por el país es cuidar a mis empleados para que no se contagien, porque yo soy el papá para ellos, y si yo no les doy de comer quién más lo va a hacer. Uno tiene que ser agradecido con la gente que ha trabajado, y más si son artesanos que yo he hecho en la vida”.
Mario Hernández considera que el gobierno ha atendido bien la crisis migratoria, “ha hecho lo que puede, a los venezolanos les ha dado salud y los empresarios les hemos dado trabajo a una parte… Si no hubiera inmigración no existiría el mundo, si no hubiera venido Colón aquí no estaríamos, si en Venezuela no hubieran llegado los italianos y los portugueses no serían los que son. La inmigración es buena, viene gente buena, con ideas nuevas, a Colombia gracias a Dios llegaron los árabes, los judíos y crearon los negocios de telas y de jabones. Lo mejor es que los migrantes traen hambre y tienen más ganas de trabajar”.
De hecho, el empresario colombiano cuenta con mano de obra del vecino país. “Tengo alrededor de 20 empleados venezolanos que son excelentes, les hemos dado la mano así como nos la dieron ellos en Venezuela. Hay que ser agradecidos en la vida. A pesar de la crisis en ese país, mis 15 tiendas siguen abiertas allá, nunca las hemos cerrado, nuestra marca allá es muy fuerte, no vendemos lo de antes pero eso se tiene que arreglar algún día”, dice.
Sin oportunidades
En la ciudad de Cali, la gente celebró el pasado jueves que “por fin” se llevaron a los venezolanos con la salida de 10 autobuses auspiciados por el alcalde Jorge Iván Ospina, quien ha planteado en reiteradas oportunidades la idea de retornarlos a su país con urgencia, “ya que de quedarse estas personas representan un foco de contagio para la población colombiana”.
Estas declaraciones han dado pie para que en las redes sociales se difundan expresiones xenófabas, como la que escribió un ciudadano caleño: “Eso está muy bien alcalde, pero una vez que salgan que no entren más a la ciudad. No se puede permitir tanta alcahuetería. Ya es hora que los hermanos venezolanos vayan y le reclamen a Maduro”.
En otro punto de Colombia, el alcalde de Chía, Luis Carlos Segura, informó que gracias a la gestión de empresarios particulares se logró habilitar un corredor humanitario para trasladar a 310 migrantes en seis autobuses. Los dos primeros partieron con destino a Cúcuta el pasado jueves en la noche. Los otros salieron durante el fin de semana.
Chía es el segundo municipio de Cundinamarca con mayor número de extranjeros venezolanos, cerca de 8.500, según precisó el alcalde. “El municipio los albergó durante un tiempo pero no tuvieron las oportunidades necesarias”.
Para los venezolanos que se queden en Chía, el alcalde Segura les advirtió que deben portarse bien, asumir el compromiso de pagos de arriendos, y que si infringen la ley serán deportados a través de Migración Colombia.
Luego, subió a uno de los autobuses y les repartió tapabocas a los que no tenían. En un intento de acercamiento les dio un mensaje de despedida: “Ser migrante no es fácil, ni aquí ni en ningún lugar del mundo. Chía les abrió las puertas durante un tiempo, sabemos que las condiciones sociales no són fáciles, gracias por acoger este llamado de la alcaldía, de Migración Colombia en este corredor humanitario; esto es mejor que estar por las calles viendo a ver quién se solidariza con ustedes. Ustedes dan un buen ejemplo para el país. Que Dios los bendiga y proteja”.
Por: Milagros Palomares @milapalomares