“Me siento orgulloso de ser venezolano y rezo para que mi país se recupere y que los venezolanos no tengan que sufrir tanto”, dice Miguel Rincón, de 16 años.
Por Sandra Flores – Periodista Te lo Cuento News
A cualquier edad se puede poner en alto el nombre de Venezuela. Para la muestra un botón: Miguel Ángel Rincón La Rotta, un adolescente de 16 años recién cumplidos hace unos meses fue certificado como miembro de The National Society of High School Scholars (NSHSS) en Estados Unidos, en reconocimiento a sus méritos académicos, de liderazgo y en el servicio comunitario.
Miguel es ciudadano estadounidense, hijo de venezolanos, nacido el 15 de septiembre de 2007 en el estado de Virginia, en Estados Unidos, aunque vivió sus primeros diez años de vida en Venezuela, donde no aprendió a hablar el inglés.
“A mí me cambió la vida al venir acá y fue bien difícil, primero que todo por el cambio de idioma”, expresa con seguridad y soltura. “Me daban clases de inglés en Venezuela, pero no me di cuenta de lo poco que sabía hasta que llegué aquí porque cuando venía de vacaciones, yo solo sabía una frase: “lo siento, yo no hablo inglés”.
Al llegar a Estados Unidos para residir, ingresó al quinto grado. En la actualidad cursa High School y estudia Cibersecurity, pero está orgulloso con su desempeño porque el año pasado se integró a la Hispanic National Honor Society y este año se convirtió en miembro de The National Society of High School Scholars.
“Me siento orgulloso de lo que he logrado”, afirma con aplomo, “porque todavía me acuerdo de que llegué a Estados Unidos sin saber inglés y, al terminar el quinto grado, ya tenía suficiente conocimiento y me sacaron del programa de estudio del idioma”.
Venezuela, el hogar que no olvida
Miguel Rincón salió de la patria de sus afectos para volver a la que lo vio nacer, a esa que lo recibía en vacaciones, pero no era parte de su cotidianidad.
“Mis padres siempre venían a los Estados Unidos de vacaciones porque aquí está una parte de mi familia, y cuando mi mamá estaba embarazada de mí, decidió tenerme aquí para que yo tuviera la residencia, por si acaso”, explica, pero no oculta su amor por Venezuela: “Para mí, Venezuela es mi hogar, me parte el corazón todo lo que ha pasado allá y de hecho tuve que salir de ahí por lo mal que estaba la situación”.
Tan mal estaban las cosas que en su memoria siguen vívidos los recuerdos de que su mamá o su nana hacían filas durante horas para comprar alimento, y que a veces regresaban a casa con las manos vacías porque se agotaban los productos básicos.
También recuerda con nostalgia los años que vivió en Caracas; el apartamento que habitaba con su familia, el Club Táchira y el colegio Bello Monte, pero no olvida que, durante todo un año escolar, solo fue a la escuela los martes de seis a diez de la mañana porque su colegio estaba en el camino que tomaban las marchas y, a veces, lanzaban bombas lacrimógenas hacia adentro de la institución educativa.
No fue fácil dejar en Venezuela a la parte de la familia de sangre que se quedó, a los amigos y los vecinos, a su nana que fue una segunda madre y su hijo Moisés, quien para él es más que un amigo: un hermano al que sigue echando de menos. Sin embargo, fue inevitable que lo absorbiera el día a día en Prince William County, Virginia.
“Yo mantengo contacto con Moisés y mi nana, y cada vez que los llamo me entero de que hay muchas cosas que están pasando y de las que yo, gracias a Dios, no tengo que preocuparme, pero me siento horrible que tengan que pasar por eso”, afirma.
Un presente brillante y un futuro prometedor
Hoy, Miguel Rincón vive su presente con miras a un futuro prometedor. Como parte de la Hispanic National Honor Society, él planificaba eventos y daba tutoría a otros estudiantes para que se regularizaran en sus estudios de español. Ahora, como miembro de The National Society of High School Scholars gracias a sus méritos académicos y de liderazgo, está entusiasmado con la oportunidad de aprender, de ayudar a los demás y de construir un currículum que lo avale.
“The National Society of High School Scholars reúne a los niños brillantes que se enfocan en sus estudios y ofrece muchas oportunidades”, explica y ejemplifica: “A mí me invitaron a ver los Premios Nobel y no voy a poder ir porque cuesta unos tres mil dólares, pero tener estas oportunidades es increíble”.
Uno de los sueños de Miguel es estudiar abogacía, y aunque a su edad es prematuro hablar de la universidad, dice que preferiría ser especialista en Derecho Corporativo o Derecho Penal. Por ahora, continúa en la práctica del fútbol que ha jugado durante años para mejorar su desempeño en ese deporte.
Finalmente, envía mensajes a los niños y jóvenes de Venezuela y de Estados Unidos.
“A los niños y jóvenes de Venezuela quiero decirles que no pierdan la fe y que sigan confiando”, expresa, “y a los de Estados Unidos, que tomar en serio los estudios y construir un currículum es muy importante, porque he notado que no lo toman muy en serio y que no piensan mucho en el futuro”.