Los colombianos retornados también le apuestan a la integración y han encontrado en los emprendimientos la posibilidad de salir adelante.
Por Vanguardia – Juntos somos más
En un mural colmado de cuadros y con la mirada enfocada en el horizonte, María Liliana Rivero evoca con añoranza las playas de Bahía de Cata, en el estado Aragua de Venezuela. Allí, junto a su pareja, encontraba refugio del bullicio de la ciudad, mientras su hijo se iniciaba en el arte de nadar. “Añoro estar allí, observando las olas del mar”, relata con nostalgia.
Con apenas un año de edad, fue llevada a tierras venezolanas por sus padres, en busca de un futuro prometedor. “Mis recuerdos más hermosos están allá”, rememora con una sonrisa cargada de melancolía. Su infancia transcurrió feliz y tranquila, bajo el cobijo de unos padres llenos de valores, que le inculcaron a ella y a sus dos hermanos, recuerda con tristeza en su rostro, al saber que nada volverá a ser como antes.
No obstante, su adolescencia estuvo marcada por la pérdida de su abuelo materno, quien residía en San Gil, Colombia. Debido a ello, su madre tuvo que salir del país vecino y regresar a tierras colombianas. “Mis hermanos y yo nos quedamos al cuidado de mi padre”, cuenta con serenidad. A los doce años, asumió el liderazgo en la cocina familiar, de la que dice que “todo se me quemaba al principio”, lo que no fue impedimento para seguir intentándolo.
Esta colombovenezolana, además de diseñadora de modas, es una talentosa chef especializada en panadería y pastelería. “Ejercí el diseño a través de una tienda de ropa, donde disfrutaba ayudar a las mujeres a descubrir su estilo propio y sentirse empoderadas”, comenta.
Sin embargo, su verdadera pasión fue la cocina y durante años hizo parte de un comedor infantil. “Desde pequeña, disfrutaba crear recetas para mis amigas y familia con una cocinita de juguete”, añadió en conversación con Vanguardia.
Después de un tiempo, conoció al que hoy es su esposo, Leonardo Sinfones, en Venezuela. “No todo ha sido felicidad”, puntualizó. Juntos atravesaron momentos difíciles, como la pérdida de tres hijos que no lograron nacer. “Nos aferramos a Dios y nació la luz de nuestros ojos, Matías Sifontes, quien nos dio el impulso para buscar una mayor estabilidad económica fuera del país que lo vio crecer”, agrega Rivero.
¿Por qué decide regresar a Colombia?
La decisión de María Liliana de regresar a Colombia fue motivada por una combinación de factores que afectaban tanto su vida profesional como personal. En primer lugar, sentía que en Venezuela no había oportunidades para seguir creciendo profesionalmente. La inestabilidad política y económica del país generaba un ambiente de incertidumbre y creciente inseguridad, lo que dificultaba su desarrollo laboral.
Hace aproximadamente cinco años, la escasez de alimentos y productos básicos en el país vecino era una realidad cotidiana. Recordaba las largas filas que debía hacer para comprar pan y leche, solo para descubrir que todo se había agotado cuando finalmente llegaba al frente. Esta situación, sumada a su compromiso de alimentar a los niños y niñas del comedor donde trabajaba, la llevó a considerar la posibilidad de migrar a otro país en busca de una mejor calidad de vida.
“El apoyo de mis familiares en Colombia fue crucial en mi decisión de regresar. Al comunicarles mi situación, recibí una cálida acogida y ayuda inmediata, lo que me brindó el impulso necesario para tomar la decisión de salir y volver a mi tierra.
A pesar de que mi esposo no tuvo la misma suerte y enfrentó dificultades para establecerse, mi determinación por brindarle estabilidad a nuestro hijo, como alguna vez lo hicieron mis padres, nos impulsó a seguir adelante. Comencé vendiendo postres en los lugares de trabajo de mis primos y ofreciendo degustaciones para ganar recomendaciones, consciente de que debía adaptarme nuevamente a mi país de origen como una migrante.
El regreso a tierras colombianas no estuvo exento de desafíos. Su hijo experimentó situaciones de bullying debido a su nacionalidad. La decisión de migrar con él a un país diferente implicó dejar atrás su colegio y amigos, y esto hizo el proceso difícil para ambos. Con determinación y el apoyo de la Fundación Entre Dos Tierras, logró encontrarle cupo en un colegio y brindarle asistencia psicológica para superar esta etapa. “Hoy puedo afirmar que está feliz y adaptado”, según describe lo vivido.
El regreso a tierras colombianas no estuvo exento de desafíos. Su hijo experimentó situaciones de bullying debido a su nacionalidad. La decisión de migrar con él a un país diferente implicó dejar atrás su colegio y amigos, y esto hizo el proceso difícil para ambos. Con determinación y el apoyo de la Fundación Entre Dos Tierras, logró encontrarle cupo en un colegio y brindarle asistencia psicológica para superar esta etapa. “Hoy puedo afirmar que está feliz y adaptado”, según describe lo vivido.
Desafíos de la migración
Uno de los aspectos más difíciles de la experiencia migratoria es el inevitable desprendimiento de la familia y de los vínculos emocionales y materiales construidos a lo largo de los años.
“Dejar atrás a mi hermana, quien era mi mano derecha, fue difícil para mí. El proceso de separación de mi pareja implicó un doloroso sacrificio, viéndome obligada a despedirme de mis hermanos y sobrinos, y resignándome a mantener contacto a través de una pantalla. Aunque me reconforta saber que mi familia en Venezuela tiene trabajo, les falta esa sensación de tranquilidad que motivó mi migración”, comenta María Liliana Rivero
A pesar de los desafíos emocionales que esta mujer ha enfrentado, la migración le brindó la oportunidad de emprender y crear lo que hoy se conoce como Ají Dulce Gourmet.
“Agradezco enormemente a estas instituciones por brindarme la asistencia necesaria para consolidar mi negocio. Recuerdo que, en tiempos de pandemia, me brindaron ayuda psicosocial y mercados mientras, paralelamente, me daban la mano para reinventarme por medio de las redes sociales en esos momentos de angustia”, menciona esta mujer con agradecimiento.
Ají Dulce Gourmet es una forma de agradecer a Venezuela por haberle brindado la oportunidad de instruirse en materia gastronómica. Por ello, el nombre de la empresa hace referencia a un ingrediente típico de dicho país.
“Miro hacia atrás y me doy cuenta de todo, lo que soñamos con mi familia, se está haciendo realidad. Para reafirmarlo, hace unas semanas fui invitada a exponer todo el proceso de emprender como colombiana retornada, ante un público aproximadamente de 150 personas, dando a entender que voy por un buen camino”, concluye Rivero.
Gracias a que muchas personas lograron degustar sus productos, María Liliana empezó a consolidar su negocio y brindar la oportunidad de generar una integración para crecer y evolucionar.
Actualmente, son cuatro personas las que hacen parte de la empresa y con ganas de seguir aprendiendo de la gastronomía bumanguesa y fusionarla con los sabores venezolanos. “Lo que yo hago es darme cuenta cuál es el gusto o paladar de mis clientes y de esa manera, mezclo sabores de ambos países hasta encontrar la receta perfecta”, según afirma.
Contó con la ayuda inicial de la Fundación Entre Dos Tierras, que la remitió al Centro Intégrate de Bucaramanga para todo el proceso de emprendimiento y relacionamiento social con otras organizaciones y agencias como el proyecto ‘Oportunidades Sin Fronteras’ de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, Usaid, en conjunto con la Congregación Mariana.
“Agradezco enormemente a estas instituciones por brindarme la asistencia necesaria para consolidar mi negocio. Recuerdo que, en tiempos de pandemia, me brindaron ayuda psicosocial y mercados mientras, paralelamente, me daban la mano para reinventarme por medio de las redes sociales en esos momentos de angustia”, menciona esta mujer con agradecimiento.
Ají Dulce Gourmet es una forma de agradecer a Venezuela por haberle brindado la oportunidad de instruirse en materia gastronómica. Por ello, el nombre de la empresa hace referencia a un ingrediente típico de dicho país.
“Miro hacia atrás y me doy cuenta de todo, lo que soñamos con mi familia, se está haciendo realidad. Para reafirmarlo, hace unas semanas fui invitada a exponer todo el proceso de emprender como colombiana retornada, ante un público aproximadamente de 150 personas, dando a entender que voy por un buen camino”, concluye Rivero.