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La migración: un aliado para mejorar la situación de los países de acogida

Txomin Las Heras Leizaola Investigador adscrito del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario y de la Bitácora Migratoria en alianza con la Fundación Konrad Adenauer, así como presidente de Diálogo Ciudadano Colombo Venezolano.
Txomin Las Heras Leizaola Investigador adscrito del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario y de la Bitácora Migratoria en alianza con la Fundación Konrad Adenauer, así como presidente de Diálogo Ciudadano Colombo Venezolano.

Txomin Las Heras Leizaola

Investigador adscrito del Observatorio de Venezuela, de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario y de la Bitácora Migratoria en alianza con la Fundación Konrad Adenauer, así como presidente de Diálogo Ciudadano.

La migración internacional, además de un derecho humano, debe ser vista por los países como un poderoso aliado para mejorar su situación económica y social, así como para enriquecer su acervo cultural, según se sostiene en el estudio ‘Sobre las contribuciones de la migración al desarrollo sostenible’ realizado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

El trabajo de la CEPAL, cuyos autores son Jorge Martínez Pizarro y María Verónica Cano Christiny, busca generar un cambio de enfoque en el abordaje de la migración que reconozca explícitamente el derecho a la igualdad de trato y el respeto a los derechos humanos, “en el entendido de que cuando se resguardan los derechos de esta población y el bienestar de las personas migrantes se pueden aprovechar las contribuciones de la migración al desarrollo sostenible”. En pocas palabras, se trata de ver a la migración como una oportunidad.

El estudio, que se llevó a cabo a lo largo de 2021 en Chile, Perú, Costa Rica y México, naciones donde se registran los diferentes patrones migratorios que se reflejan en los países de origen, tránsito y destino, pretende asimismo aportar elementos para la elaboración de políticas públicas con base empírica, orientadas al cumplimiento de la normativa internacional, como pueden ser el Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo (2013), la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (2018) y el Pacto Mundial para la migración Segura, Ordenada y Regular (2018).

Los hallazgos en la dimensión social del estudio recogen que la población migrante llega con una alta calificación profesional y se coloca, como ejemplo, el caso de Perú, donde el 40% de la inmigración venezolana tiene un nivel de educación superior, especialmente en las áreas de salud y educación. Se anota que durante la pandemia se observó “el aporte de los migrantes en labores relacionadas con la salud y la provisión de alimentos o víveres”, aunque en contraposición se indica que sigue existiendo un alto grado de “vulnerabilidad, condiciones laborales deficientes y dificultad para acreditar estudios y competencias”.

También se dice que las mujeres migrantes se concentran en las labores de cuidado, como el trabajo doméstico remunerado, lo que se “percibe como una solución a la crisis de cuidado, que además contribuye a aumentar la inserción laboral femenina en las sociedades de destino”.

En la dimensión demográfica se resalta el rejuvenecimiento poblacional al ralentizarse la tasa de envejecimiento, ya que “en todos los países de destino estudiados, la población migrante aminora los procesos de envejecimiento poblacional” y debido a que “las tasas de natalidad de las mujeres migrantes suelen ser mayores que las nacionales”, se revitaliza la natalidad. “En países que atraviesan procesos de envejecimiento demográfico, la migración contribuye a suplir los déficits de población económicamente activa”, apunta el estudio de la CEPAL.

En cuanto a la dimensión económica, se hace referencia a que la migración contribuye al crecimiento económico de los países de acogida, debido especialmente a su “aporte de mano de obra y su concentración en áreas económicas productivas”. Se ejemplifica con el caso de Chile, donde el 13,4% del crecimiento del PIB lo aporta la fuerza de trabajo migrante.

Respecto a la dimensión cultural, los autores resaltan los vínculos y aportes simbólicos que se generan durante los fenómenos migratorios. En este sentido, explican que “los procesos de migración permiten un intercambio cultural entre diversos países, de forma que contribuyen a la construcción de identidades nacionales y regionales más inclusivas”, al tiempo que “los procesos migratorios presentan una oportunidad para que los países integren la diversidad cultural mediante procesos educativos de carácter intercultural, donde se puede generar ese intercambio de saberes y experiencias entre migrantes y nativos desde un plano de igualdad”.

“La migración”, concluye la investigación a este respecto, “contribuye a la diversidad de los países de destino, y con ello aporta a un entendimiento de la cohesión social más pluralista. Esta diversidad conlleva a una integración social de las distintas culturas, a través de elementos como la gastronomía, la música, la cosmética o la religiosidad”.

El estudio de la CEPAL concluye que “se deben mejorar sustancialmente los datos, la colaboración y la responsabilidad entre los países de la región en torno a la migración” y reconoce que “las sociedades más inclusivas y que proporcionan mejores condiciones para las personas migrantes aprovechan más las contribuciones y generan un aporte clave al desarrollo a largo plazo”. Por ello, avisa que “promover la inclusión como tema de alto interés regional permite poner de relieve el potencial de oportunidades que ofrecen los intercambios migratorios para el desarrollo sostenible”.

Entre las recomendaciones finales figura “construir una gobernanza multinivel de la movilidad humana que establezca responsabilidades claras y asegure la continuidad de las políticas migratorias”. Así como adoptar una legislación que facilite la regularización y contribución de la migración, avanzando desde la “mirada de contención hacia la de protección de las personas migrantes y de los procesos migratorios, facilitando la regularización y promoviendo la validación social de la migración”.

Igualmente, se decanta por buscar soluciones regionales a un desafío que atañe a todo el continente americano y para ello argumenta que “la política pública sobre migración será más eficaz si incorpora la cooperación y coordinación internacionales, de forma que se asuman responsabilidades y compromisos para enfrentar en conjunto los desafíos de la migración”. Especial mención hace a este respecto cuando toca los fenómenos de movilidad humana provocados por el cambio climático.

El trabajo de la CEPAL propone “avanzar en el reconocimiento público de las contribuciones de la migración, en dos niveles: i) reconocimiento simbólico y ii) reconocimiento práctico, facilitando la regularización”.

Finalmente, exhorta a adoptar un nuevo relato en el discurso público y en los medios de comunicación sobre las contribuciones de la migración, incorporando “una mirada intercultural, respetuosa de los derechos humanos de las personas migrantes”, lo que implica adoptar compromisos por parte de los gobernantes, los medios de comunicación, las comunidades y los espacios laborales y educativos.