¡Migración Sin Prejuicios! Mujeres y Derechos busca contribuir a la transformación de estereotipos que legitiman la discriminación y las violencias contra esta población migrante y refugiada.
Porque emigrar no fue una aventura sino una obligación, la profesional en radiología y tatuadora venezolana Nany Linares aprendió que ella como migrante venezolana es un recurso valioso para su comunidad de acogida en Bogotá.
Ha sido testigo del rechazo y la xenofobia contra sus compañeras en donde reside, en Bosa, en el sur de la capital colombiana. Aún así no se ha dejado afectar por lo que digan de las mujeres venezolanas en la calle. Ella forma parte de la campaña ¡Migración Sin Prejuicios!: Mujeres y Derechos, que busca contribuir a la transformación de estereotipos que legitiman la discriminación y las violencias contra esta población migrante y refugiada en el país.
Esta iniciativa fue lanzada oficialmente el 20 de mayo y surgió en el marco del Programa de Gobernabilidad Regional (RGA) de USAID mediante el proyecto Imaginarios que se transforman, mujeres migrantes con derechos, donde se trabajó en un proceso de fortalecimiento de capacidades en dos jornadas: la primera contó con la participación de 142 mujeres, de las cuales 111 son mujeres migrantes venezolanas y 31 colombianas. Y la segunda etapa con 140 mujeres de las cuales 121 son migrantes venezolanas y 19 colombianas, todas habitantes de la ciudad de Bogotá que residen en las localidades de Bosa, Kennedy, Santa Fe, Mártires y Candelaria.
Durante este proyecto se realizaron grupos focales y una encuesta de percepción, en los que se identificaron imaginarios y prejuicios presentes en la sociedad bogotana sobre la población migrante, que fueron el punto de partida de la campaña.
Maribel Barraza, del Programa de Gobernabilidad Regional (RGA), precisó que participaron en un proceso de asistencia técnica con la Secretaría Distrital de la Mujer, con el objetivo de responder a las necesidades diferenciales de las migrantes venezolanas en Bogotá, y movilizar organizaciones de mujeres que aboguen por la atención, la dignidad y el buen trato; todo para transformar conductas de discriminación y xenofobia.
¿Cómo logramos que las mujeres migrantes venezolanas se sientan como en su país, reconocerles sus derechos y que hagan tengan el acceso a ellos? Estos son algunos de los interrogantes que impulsó a trabajar en esta campaña a Olga Amparo Sánchez Gómez, coordinadora institucional de la Casa de la Mujer. Resalta que no puede haber discriminación en derechos por ninguna razón, mucho menos con las mujeres migrantes.
Los imaginarios y prejuicios son los que ponen en riesgo de sufrir violencias basadas de género.
Paula Andrea Moreno, a cargo de la estrategia de implementación del proyecto, presentó los resultados de la encuesta de percepción , insumo principal de la campaña, la cual fue dirigida a población colombiana donde participaron 134 personas en Bogotá, 95 mujeres y 39 hombres.
Como resultados se identificaron cinco principales imaginarios que fueron reiterativos en las respuestas de las encuestas y en los grupos focales con mujeres con frases como las siguientes: “El aumento de inseguridad es producto de prácticas delictivas de población migrante venezolana”, “Mujeres migrantes utilizan sus cuerpos para de conseguir dinero fácil”, “La población migrante representa una competencia laboral y la priorizan, porque cobran menos”, “Las mujeres migrantes no conocen sobre salud sexual y reproductiva, esto las lleva a maternidades irresponsables y a la promiscuidad”, “A migrantes venezolanos les cuesta adaptarse a las normas y costumbres del país dificultando la convivencia”.
Ante la pregunta de cómo creen que las mujeres venezolanas consiguen recursos económicos en Colombia, el 63% cree que con el trabajo informal, el 15% con la mendicidad y el 13% ejerciendo la prostitución. Esto implica que el 91% de personas entrevistadas imaginan que las mujeres venezolanas mayoritariamente están entre la informalidad, la mendicidad y la prostitución. El 2% imagina que tienen un trabajo formal, además, desconociendo en algunos casos las condiciones de explotación e informalidad en las que se incorporan las mujeres venezolanas al mercado laboral en Colombia.
Tanto los resultados de los grupos focales, como de la encuesta, refuerzan el imaginario que el trabajo de las mujeres venezolanas abarata el mercado laboral, pero se identifica desde la voz de las mujeres migrantes que una de las principales causas es desde la oferta injusta que se realiza por su condición de migrante.
“Las venezolanas somos mujeres echadas para adelante, emprendedoras, profesionales. He tenido la oportunidad de compartir con mujeres de la comunidad donde vivo y todas somos iguales”, dice Nany Linares, quien afirma que ya ganó un batallón de hermanas en esta campaña.
La historia de lucha de Nany en su búsqueda de nuevas oportunidades es apenas una de las tantas que hay de las mujeres migrantes y refugiadas venezolanas en el país. Son el punto de partida para invitar a la reflexión, la solidaridad y la empatía de la sociedad colombiana.
Por: Milagros Palomares @milapalomares