Los exitosos proyectos de estas mujeres han dejado empleabilidad y espacios de integración.
Por La Opinión.
Cada vez son más las ciudadanas venezolanas que emprenden con éxito en Colombia y Norte de Santander, por su cercanía a Venezuela, ha sido punto de referencia para cientos de migrantes que han salido de su país buscando nuevos rumbos.
Así mismo, las comunidades de acogida se han convertido en un factor fundamental que ha permitido encontrar fortalezas y oportunidades en la migración, pues este fenómeno viene reflejando durante los últimos años generación de empleo, creación de emprendimientos y transformación de la economía, además de brindar oportunidades laborales a colombianos.
En el caso de Cúcuta, en términos de empleabilidad, los ciudadanos venezolanos cuyos negocios han tenido crecimiento, le han otorgado a decenas de colombianos una opción laboral. Hoy son muchos los venezolanos que han encontrado en territorio colombiano la oportunidad de emprender. El sector de la gastronomía, la cosmetología y la estética facial, son algunos de los que tiene un mayor auge.
Las arepas de La Doña
Maryluz Sánchez salió de su natal Caracas en 2017, en medio de lo que ella ha catalogado como la más difícil situación económica y social por la que atravesó junto a su familia. Como millones de venezolanos que han enfrentado estas condiciones, decidió emprender nuevos rumbos en territorio colombiano y se radicó en la ciudad de Cúcuta, donde rápidamente su amor por la cocina le permitió abrirse camino. Las arepas, que siempre han sido su fuerte, quedaron atrás en Venezuela debido a la escasez de la materia prima más importante: la harina. Sin embargo, en Colombia, este apetecido producto fue la gran fortaleza de su emprendimiento.
“Llegué a Colombia el 2 de abril de 2017 sin conocer nada ni a nadie. En Cúcuta encuentro una ciudad amigable, con personas que de hecho tenían ese mismo amor por la cocina venezolana también. Ha sido un proceso de transición con muchos miedos porque no conocía nada de Colombia, pero desde que llegamos la gente nos decía con cariño que conocían los productos de Venezuela y esa receptividad me dio el valor para establecerme aquí e intentarlo junto a mis hijos y mi esposo”, dice Maryluz.
Esta administradora de profesión dice, además, que encontró un apoyo en los colombianos en lo personal y laboral, pues para su sorpresa, montar su negocio de comidas en Colombia no fue algo complicado. “El colombiano come mucha arepa y en diferentes presentaciones y en el proceso de aprender los colombianos fueron fundamentales para conocer su gastronomía”, precisa. Fue entonces cuando Maryluz, junto a su familia, decidió unir esfuerzos y abrir el primer local de su restaurante La Doña, ubicado en el barrio Guaimaral, un sitio de comida variada en el que por supuesto las arepas son el producto estrella.
“A medida que empezamos a crecer, las ventas aumentaron y logramos una solidez que nos permitió integrar nuevo personal”, señala la emprendedora, añadiendo que actualmente tiene al menos diez empleados, la mayoría colombianos y que el fortalecimiento de su negocio les permitió abrir una nueva sede en el barrio Prados del Este. “Nuestro producto bandera, la arepa, es algo que de alguna manera compartimos con Colombia. El toque colombiano y venezolano que le damos a nuestras arepas nos permite vender diariamente en nuestras dos sedes más de 300 arepas y llegar al gusto y corazón de nuestros comensales. Compartimos diariamente experiencias y prestamos un buen servicio al cliente. Todo esto es integración”, asegura.
Paola Apitz: un decálogo en cejas y pestañas
Con componente colombiano, el apoyo de las comunidades de acogida, constancia y responsabilidad, Paola Apitz, una emprendedora venezolana de 28 años abrió en Cúcuta Apitz Cejas, dedicada a la cosmetología y la estética facial. Los servicios que ofrece se relacionan con el embellecimiento de cejas y pestañas, que está en auge por ser muy apetecido por las mujeres. Paola en su posición de gerente de Apitz, reconoce la importancia del apoyo de las comunidades de acogida al momento de emprender en territorio colombiano.
“Estoy radicada en Cúcuta hace cinco años y con mi negocio llevo cuatro. Soy de San Cristóbal y también sufrí la difícil situación económica y social como muchos venezolanos, lo que me obligó a salir del país. Cuando se dio la oportunidad de venir a Cúcuta, adquirí conocimientos y experiencia para crear mi negocio y hasta hoy ha sido un trabajo de crecer poco a poco que me ha permitido tener un reconocimiento y mantener clientes de hace años”, manifiesta.
Cuenta la emprendedora que el aporte colombiano ha sido importante, al tiempo que señala que si bien tiene planes de expandir su marca a otras ciudades, le dolería mucho dejar Cúcuta, ciudad que le brindó esa primera oportunidad y cuya gente ha mantenido a flote su negocio. “En este momento contamos con personal en el área administrativa y otras en el área de servicios, nuestra planta está integrada por colombianos y venezolanos, en muchas ocasiones las personas encargadas de realizar los servicios a nuestros clientes son cucuteñas”.
Para esta talentosa joven la industria de la belleza es bastante competitiva pero destaca la familiaridad de los cucuteños.
“Somos los mismos divididos por un río. Desde que empecé con este negocio en Colombia he encontrado más similitudes con colombianos que con los mismos venezolanos, tal vez por la cercanía de San Cristóbal con Cúcuta, más que con otra ciudad del interior de Venezuela”, destaca. Y agrega que “la mano de obra colombiana es muy buena y le ha aportado mucho al crecimiento de nuestro negocio. Siempre estarán las puertas abiertas para colombianos que quieran una oportunidad laboral pues trabajamos por los mismos objetivos. Cuando necesitamos personal abrimos convocatorias y nos gusta el talento colombiano. Al final a nuestros clientes lo que les importa es que se haga un buen trabajo”, concluye Paola Apitz sobre su emprendimiento ubicado en el sector de Los Pinos, en Cúcuta.