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Ver crecer a su hija desde la distancia: el costo de la migración para Geraldine

Aun cuando Briana compartía con su mamá en lugares recreacionales, le hacía falta socializar con otros familiares y niños en Cali. Foto Cortesía Geraldine Guerra
Aun cuando Briana compartía con su mamá en lugares recreacionales, le hacía falta socializar con otros familiares y niños en Cali. Foto Cortesía Geraldine Guerra

Una despedida, llamadas intermitentes, muchas horas de trabajo y más de tres años sin verse es lo que ha vivido Geraldine Guerra desde 2018, cuando partió con rumbo a Perú.

Por David Matos – Periodista de Te lo Cuento News

En de agosto de 2018, Geraldine Guerra, de 22 años, atravesó Colombia a pie junto con un grupo de 20 personas, con el propósito de migrar hacia Perú en busca de una mejor calidad de vida. Durante su recorrido, tuvieron que ahorrar para dormir en el suelo de una pieza durante cinco noches. “Me convertí en una caminante sin planearlo”, recuerda.

Geraldine Guerra emigró a Lima; conseguir trabajo y reencontrarse con su pequeña Briana era su objetivo en un lapso de seis meses. Consiguió un empleo en una empresa que ofrecía servicios de call center para argentinos y ganaba 250 soles semanales, al recibir un ascenso como supervisora su salario ya era de 300 soles semanales. “Ganaba muy bien aun cuando no cumplía el año en el país. Salí de deudas, compré algunas cosas para estar más cómoda en mi pieza y envié dinero a mi familia en Venezuela”, recuerda. 

Pensó en ahorrar un poco más, y decidió quedarse un año antes de regresar a Venezuela. Cinco meses después comenzó la cuarentena. Debido a la pandemia del Covid-19, el call center cerró y Geraldine consiguió trabajo en una tienda de ropa en la que debía permanecer 12 horas de pie. “Me pagaban 210 soles semanales; la mitad me la pagaban el viernes, y para asegurarse de que volviese, me pagaba el resto los lunes de la otra semana”, aseguró. 

Un año se convirtieron en dos. Octubre se volvió un mes doloroso para ambas. Geraldine cumple el 23; Briana, el 27, y Navidad y Año Nuevo también se convirtieron en anécdotas agridulces que les reiteraba el saberse lejos una de la otra.  El pago en la tienda ya no alcanzaba para enviar dinero a Briana y su familia, salir nuevamente de otro país se convirtió en un intento de sobrevivencia.

Emprender una nueva migración

Una prima la recibió en Cali, Colombia, donde trabajó en un billar, ganó experiencia en oficios de Inventario y Caja. “Debía limpiar, servir bebidas alcohólicas y permanecer hasta la madrugada, hora de cierre del establecimiento. Ganaba 240 mil pesos semanales por medio de un contrato verbal”, recuerda. 

Tener un trabajo exigente, pero estable, le permitió a Geraldine ahorrar lo suficiente para traer a su mamá y a Briana a Cali en diciembre. Después de tres años sin verse pudieron compartir navidades juntas. Ambas disfrutaron de una ciudad que medianamente les ofreció una estabilidad económica y social; ir a parques recreacionales y cines, visitar centros comerciales y disfrutar días de piscina se convirtieron en momentos que hace tiempo no experimentaban. 

El horario laboral la obligó a decidir

Después de un año de jornadas reiteradas entre las once de la mañana y la madrugada del día siguiente, comenzó a mermar la salud de Geraldine, quien comenzó a bajar de peso mientras aspiraba a un cambio de jornada que le permitiese volver a casa antes que Briana se quedase dormida. Hacía meses había comenzado una relación sentimental y su pareja le aconsejó renunciar y mudarse junto con su hija de seis años. 

En enero de 2023, Geraldine comenzó a trabajar por contrato en una estación de gasolina que le permitió ajustarse a una jornada más flexible. Solo había un inconveniente: tanto ella como su pareja tenían horarios similares y debieron dejar a Briana sola por primera vez. “Recuerdo haberle dado todas las indicaciones: no le abras a nadie, procura mirar tu tablet, acá está tu comida. A sus seis años es muy inteligente y obediente, pero sigue siendo una niña”, dice la madre.

La relación no funcionó. Geraldine y su hija se mudaron con una compañera de trabajo quien le ayudó a cuidar a Briana. “Como madre soltera y migrante fue difícil trabajar y estar preocupada por mi niña. A veces se quedaba jugando con los hijos de mi compañera de trabajo”, dice. 

Un mes después ambas se mudaron a un apartamento pequeño. El cuidado de Briana se había vuelto prioridad ahora que la tenía de regreso y unos amigos cercanos en el mismo barrio se ofrecieron a cuidarla, puesto que uno de ellos estaba desempleado. 

“En marzo comencé a dejar sola a la niña otra vez, porque mi amigo consiguió empleo. A finales de mayo recibí un llamado de atención de la señora que me arrendó porque supo que Briana, de seis años, se estaba quedando sola varias horas del día. Durante mi angustia, recordé que una tía se ofreció a ayudarme con la niña”.

Una nueva separación

La tía Carmen vivía con su esposo y dos hijos en Pereira y, aunque tenían varios años sin verse, siempre se mostró dispuesta en colaborarle a su sobrina con la crianza de la niña. 

El 31 de julio de 2023, Geraldine volvió a doblar la ropa de su hija, guardarla en un morral con figuras de unicornios y emprendieron un viaje de casi cuatro horas por carretera hacia la casa de la tía Carmen. “No quiero dejar a mi hija, pero trabajo o la cuido. El dinero no alcanza para llevarla a un jardín, y tampoco soy una mujer que se va a juntar con una pareja para ser mantenida. En mi cabeza no es una solución”, asegura. 

Aunque hija y madre hablan poco, pueden verse en fotos, videos y estados de WhatsApp cuando Briana visita el zoológico. “Mi tía tiene un perro muy lindo con el que la niña juega mucho. La tranquilidad y felicidad de mi niña lo es todo, y no verla a diario por un tiempo es un sacrificio que estoy dispuesta a asumir mientras sonríe y socializa con otros niños”, dice.

Ahora que sabe que Briana se encuentra bajo el cuidado de su tía Carmen, Geraldine se encuentra enfocada en su trabajo; ahorra y comparte sus logros laborales con sus familiares y a diario le da la bendición de buenos días y de buenas noches a su niña que en octubre de 2023 cumplirá siete años. 

Personalmente, ha sido dura esta desintegración. Procuro pensar en mi bienestar y darle la vuelta a la migración hacia lo positivo, pero siento que mi rompecabezas no está completo”.