Los Colmenares Cáceres han vivido tanto en Venezuela, como en Colombia. En ambos países se han apoyado el uno al otro y han logrado sobrevivir sin darse por vencidos.
Por Diliver Uzcátegui – Periodista Te lo Cuento News
Isabel Teresa Cáceres y Jesús Alberto Colmenares son una pareja de colombo – venezolanos que han puesto a prueba su matrimonio, saliendo adelante en Colombia y Venezuela. Ella es colombiana de nacimiento y nacionalizada venezolana, él, venezolano de pura cepa en gestión por naturalizarse colombiano.
Isabel emigró a Venezuela cuando tenía poco más de 20 años, atraída por las oportunidades que ofrecía ese país en los años ochenta. Fue con la esperanza de forjarse un destino exitoso, además de alcanzar sus metas económicas.
Allá conoció a Jesús, de quien se enamoró y con quien se unió en matrimonio.
Él fue su sostén y aliento en tiempos difíciles para ella en Venezuela. Ahora cuando el extranjero es él, además de que ya está entrado en años y con dolencias propias de la edad que le impiden buscar empleo, es ella quien saca una energía titánica para animarlo a seguir adelante con dignidad, sintiéndose ambos independientes, solventes y útiles.
“En Venezuela pasé más de la mitad de mi vida. Era una comerciante pujante que junto con mi esposo levantamos una familia con valores, trabajadora y sin miedo a los retos, cuando tocó emigrar, obvio que hubo recelo al cambio, pero cruzar la frontera era una decisión necesaria”, asegura Isabel.
En Colombia y ahora cómo nos mantenemos
Para los Colmenares Cáceres, la edad es un número, no una sentencia o un hecho que dictamine sus vidas. Por esta causa cuando se vieron sin empleo en un país que trataba como extranjero a ambos, decidieron emprender usando la buena sazón de su hogar y con un plato que los distinguiera entre los demás servicios de comida de su localidad. Así fue como promovieron con una venta de hallacas andinas.
Dice Jesús: “cuando nos plateamos la idea de vender hallacas, nos dijeron que ese negocio no iba a prosperar, porque esa comida era solo para venezolanos, y de paso estos solo lo consumían en diciembre, que eso no servía para vender todo el año a todo público”.
No obstante, la sorpresa fue que las hallacas se vendieron muy bien en diciembre para el público venezolano, que las saboreó con gusto, al punto de sacárselas de la olla y pedir: “guárdeme mi hallaquita Don Jesús”; y además, pronto los mismos colombianos comenzaron a degustarla como si de un tamal se tratará, y así, el negocio se estableció no solo para un mes y un público, sino para todo el año y para un mercado que cada día crece.
“El secreto de las hallacas es que son hechas pensadas como si se las fuéramos a servir a nuestra familia. Son hechas con amor, y los mejores ingredientes, además que el precio es justo. Todo eso hace la diferencia”, asegura la pareja.
-¿Y cuál es su secreto para mantenerse unidos en las dificultades que se afrontan en la emigración?
“Mira el secreto de compactar bien una relación de pareja, no solo para cuando se emigra, es el mismo que el del amarrado de la hallaca. Usted debe hacer un amarre firme, parejo, sin forzar para que la masa y el relleno no se salga durante la cocción, que es la dificultad; en su matrimonio, usted ante un problema abracé a su pareja, pero solo lo justo para hacerla sentir segura que usted está ahí, que sienta que enfrentaran la adversidad – el fuego – juntos”, aconsejan los Colmenares Cáceres.