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Un comunicador que hizo suyos el ‘pó’ y el ‘cachai’ en Chile

Daniel Palacios, periodista venezolano en Chile
Daniel Palacios, periodista venezolano en Chile

Después de ejercer su carrera con alta exposición en su país, Daniel Palacios tuvo que trabajar en un call center y como conserje, antes de retomar la comunicación, pero desde el campo corporativo.

Por Martha Cotoret – periodista Te lo Cuento News

Daniel Palacios decidió salir de Venezuela a sus 32 años. Pues la situación de derechos esenciales en Venezuela estaba muy deteriorada, empezando por la salud y las oportunidades para cualquier persona joven. Vio en Chile una oportunidad. “Tenía unos indicadores macroeconómicos muy atractivos y un desarrollo urbanístico con importantes redes de conectividad en la ciudad de Santiago que siempre me llamaron la atención e incluso citaba en mis reportajes en la fuente ciudad, allá en Caracas”, cuenta.

Para construir su nuevo camino, contaba con su expertise como periodista. “Soy un profesional que después de ejercer una carrera con alta exposición en mi país, entiendo ahora la comunicación como un hecho integral que va más allá del periodismo. La comunicación es inherente al ser humano y debemos cultivarla”, explica.

En Chile lo recibió un primo y ese fue el punto de partida para permanecer en el país sudamericano. Durante los últimos 4 años ha hecho de todo: “trabajé en call center, en un edificio como conserje, en las bodegas de un importante retail. Por 2 años llevé las comunicaciones de un colegio católico y más recientemente en una constructora, también como encargado de su comunicación corporativa”.

En Chile se quitó el “chévere” y lo cambió por “bacán”. También incorporó a sus expresiones el infaltable “pó” y el “cachai”. “Los chilenos no me entendían. Y debemos adaptarnos a la cultura de los países receptores, no al revés”, defiende.

Allí también entendió que Venezuela no es el mejor país del mundo y tampoco el peor. “Eso lo entendí muy bien con el historiador mexicano Enrique Krauze a quien tuve el gustazo de entrevistar una vez. Él, en su libro El Poder y el Delirio, nos refiere que mientras Latinoamérica estaba sumida entre dictaduras y golpes de Estado, eran Colombia, Costa Rica y Venezuela las democracias más estables de la región en los 80 y 90. Tenemos un lugar en la historia que debemos ver desde una dimensión realista, con sus luces y sus sombras”, manifiesta.

Cuando Daniel Palacios piensa en Venezuela se le viene a la mente la trayectoria que consiguió como profesional. “Extraño ese momento profesional en la que fuimos felices y si lo sabíamos, conectados con las comunidades más vulnerables en los barrios y sectores más populares. Venezuela me dio todo lo que hoy soy como profesional”.

Pero también anhela la familia, los amigos y el calor de los venezolanos. “El chileno, al menos el santiaguino, no es una persona cálida ni cercana. Por eso, cuando encuentras a alguien fuera de ese patrón, uno relaja las cargas de la predisposición y abraza ese gesto especial, esa palabra oportuna o incluso la intención de ayudarte hasta con comida o dinero”, narra.

Daniel confiesa que aún le teme a que lo roben estando en un país ajeno al suyo. “Entre las pertenencias están mis documentos de identidad. Entendiendo que Chile incumple sus tiempos de respuesta con todo lo que tiene que ver con visas y cédulas de identidad para los migrantes que entramos por vía regular”, detalla.

Aconseja a las personas que apenas migraron que vivan con humildad. “Limpiar no denigra. Ser sólo profesional puede ser una limitación si no se tiene un oficio aprendido. Estamos multiplicados por el mundo y necesitamos que las buenas acciones tengan más impacto que el inmenso potencial de daño de una minoría desubicada. Y a los que no son venezolanos les digo: ¡no se dejen engañar, la arepa es venezolana!”, concluye.

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