Claudia Sánchez tuvo que vender tortas y postres para obtener ingresos por la falta de oportunidades de trabajo, pero fue contratada por una ONG y ahora asesora de migrantes.
Por Alicia La Rotta – Periodista Te lo Cuento News
En 2020, específicamente el 10 de enero, comenzó el viaje hacia una nueva vida para Claudia Sánchez, su esposo Mario y sus dos pequeños hijos, cuando decidieron emigrar a Estados Unidos. El proceso de solicitar asilo no fue sencillo, se les presentaron desafíos intrincados y complejos.
Inicialmente, se encontraron en un refugio para familias, navegando por aguas desconocidas en un país nuevo. No obstante, superada esa etapa, se pusieron manos a la obra para construir un futuro. Pero entonces, la pandemia hizo acto de presencia y sus vidas se vieron trastocadas.
Con las oportunidades de trabajo disminuyendo y la falta de permisos laborales, la familia se encontró sin acceso a los programas de ayuda disponibles en ese momento. Además, la ausencia de un número de seguro social complicó aún más la situación. Estos eran, sin lugar a duda, momentos difíciles, en los que parecía que las probabilidades estaban en su contra.
En medio de la adversidad, la necesidad se convirtió en la madre de la invención. Claudia comenzó a vender tortas y postres, habilidades que había perfeccionado en su Venezuela natal. Desde marquesas de chocolate hasta tiramisú, creó delicias tradicionales que no sólo satisfacían antojos, sino que también proporcionaban sustento. Su esposo, Mario Moreno, asumió la tarea de distribuir estos manjares aprovechando cualquier oportunidad de trabajo que saliera para llegar a fin de mes. Fue una búsqueda incansable para asegurar un futuro estable para su familia.
Echó mano de su experiencia
El punto de inflexión llegó después de la pandemia, en 2021. Un rayo de esperanza surgió cuando el primo de su esposo, un abogado de inmigración, le ofreció a Claudia un trabajo como asistente legal. Comenzó en la recepción, absorbiendo todo lo relacionado con la ley de inmigración de Estados Unidos. Aprovechando su formación legal y su experiencia como profesora de derecho en Venezuela, se sumergió de lleno en las complejidades de la ley de inmigración en Estados Unidos.
La mudanza de la oficina a Rockville, Maryland, supuso otro contratiempo para Claudia, quien no podía darse el lujo de estar separada geográficamente durante muchas horas de sus hijos, todavía muy pequeños.
No es fácil conseguir empleo cuando no tienes mayor historia laboral en el país, pero afortunadamente, después de varias entrevistas y un riguroso proceso de selección, fue contratada por la agencia no gubernamental Carecen DC y ahora trabaja como paralegal en asuntos de inmigración en Carecen, una ONG que ayuda a inmigrantes.
Siente un inmenso orgullo al ayudar a sus compatriotas latinos, centroamericanos y venezolanos en sus trámites migratorios, especialmente aquellos que emprenden viajes peligrosos a través del Tapón del Darién y la selva, a menudo carecen no sólo de asesoría legal, sino también de acceso a necesidades básicas.
Para Claudia, su labor se ha convertido en mucho más que una fuente de ingreso. Dice verse a sí misma, en cinco años, trabajando con migrantes, brindándoles asistencia en sus situaciones legales migratorias y si es posible, retomando su rol como docente.
Esta es la historia inspiradora de Claudia Sánchez, una inmigrante venezolana cuyo viaje ha sido un testimonio de resiliencia, adaptación y esperanza. A pesar de los obstáculos, Claudia ha encontrado un camino para prosperar y contribuir significativamente a su comunidad y a la vida de quienes la rodean.