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La vida da muchas vueltas: de una manicería en Venezuela a un spa en Beirut

Yuliana De Lión y su esposo, George.
Yuliana De Lión y su esposo, George.

Yuliana De Lión compara la migración con un electrocardiograma, porque está llena de altas y bajas de emociones, pero cargada de retos y aprendizajes.

Por Keissy Bracho – periodista de Te lo Cuento News

“Actualmente, la veo como cuando te hacen un electrocardiograma: subidas y bajadas de emociones. A nadie lo enseñan a emigrar”, así inició su relato Yuliana De Lión, una venezolana que hoy acaricia su futuro desde tierras muy lejanas. 

Dejando atrás a su familia natal, su carrera y a lo que se dedicaba, hace casi nueve años decidió emprender una nueva aventura de la mano de su esposo, que la llevó en una primera oportunidad a Panamá, donde la fortuna no estuvo de su lado, o al menos no del todo. Hoy está radicada en el Líbano y su historia, aunque ha tenido matices rosas, también ha tenido algunos grises y sin sabores. 

“Estamos montados en el burro y hay que arriarlo”, pensaban Yuli y su esposo cuando al llegar a Panamá el negocio que se habían planteado, no terminaba de concretarse. Habían dejado todo en Venezuela, adelantaron su boda y vendieron su negocio propio, una manicería, para aventurarse en la nación, ubicada en América Central y abrir una venta de frutos secos; pero sus socios “vivían del optimismo y nosotros necesitábamos algo más concreto. En 2014 y 2016 era muy difícil mirar hacia atrás, tocaba reinventarnos”.  

Les tocó hacer de “tripas corazón” y buscarse la vida de otra forma; al poco tiempo de instalarse en una habitación de hotel, los planes cayeron por su propio peso y comenzaron a surgir nuevos. La búsqueda de empleo y un techo estable donde vivir, los condujo hasta Patricia Saldaña, una conocida de otros amigos en Panamá, quien no solo les ofreció trabajo a ambos en su peluquería, sino que les alquiló un apartamento que tenía desocupado. 

Retándose a seguir

La licenciada en Comunicación Social en Venezuela trabajó en las distintas áreas que ofrece su carrera, especialmente en la producción de eventos masivos, lo que recuerda como el “área que más amé”. Posteriormente, dedicaba su tiempo a trabajar en negocios familiares hasta que decidió abrir un negocio propio junto a George, quien en ese entonces era su novio. 

Una vez que decidieron emigrar y llegaron a Panamá, ante la oferta de Saldaña, Yuli comenzó a dedicarse a la estética femenina, oficio que sigue desempeñando en el Líbano: “Me dedico a la belleza femenina. Trabajo como esteticista en un Spa, solo para damas, a las afueras de la ciudad”.

Y es que como reza el dicho: “la vida da muchas vueltas”, luego que los amigos de la pareja decidieron no viajar a Panamá, Yuli y su esposo se reinventaron el futuro, convencidos que era mejor eso, que volver a Venezuela. 

Así pasaron los años, Yuli trabajando en la estética de Saldaña y George, su esposo, tolerando un par de ofertas laborales que terminaron siendo fraudulentas, pero en 2015, al parecer, la fortuna había tocado a su puerta. Él se convirtió en asesor de ventas de una perfumería y ella en gerente de ventas en una tienda de la misma empresa. 

Experiencia que duró poco, tras la detención en Colombia del empresario Nidal Waked, en mayo de 2016, la pareja volvió a evaluar sus posibilidades y la oferta laboral de una tía de George, en el Líbano, les hizo girar la brújula por segunda vez. 

Reinventando el camino 

Migrar, para Yuli, es un reto tras otro, así ve su trayectoria de Venezuela a Panamá y luego al Líbano: “Imagínate, para mí, otro reto más y cuesta arriba. Otro idioma, que nunca lo había hablado ni entendido. Otra cultura, totalmente, distinta a la latina”. 

Cuando se le pregunta, sobre cómo ve la experiencia del migrante, Yuli atina a recordar que Venezuela es un país que, aunque no te enseña a emigrar, te ofrece herramientas para hacerlo; porque los venezolanos están acostumbrados a la multicultura, a compartir con ciudadanos de otras nacionalidades que llegaron al país huyendo de la guerra o las distintas crisis económicas, especialmente, en Europa. 

“Me dejó muchísimo, a entender al emigrante -porque- Venezuela es eso, un país policultural, lleno de emigrantes que hicieron raíces en nuestro país y que muchos como yo guardaron su título universitario y no les quedó de otra que trabajar por su futuro y el futuro de la familia”, dijo.

Aunque lo afronta con fortaleza, recuerda que ha sido un reto difícil como pareja, “es algo fuerte porque juntos hemos aprendido a sobrepasar los obstáculos. Apoyarnos pese a todo pronóstico: emigrar, cambios de trabajo, COVID, explosiones (en 2020 creyeron estar en medio de un ataque terrorista, cuando un depósito de nitrato de amonio, ubicado en el puerto de Beirut, explotó generando un gran estruendo y provocando pérdidas en la ciudad; George estaba bastante cerca del lugar, al momento de la explosión). Cuando te hablo de todo es todo”. 

“Regresar no es malo”

Los recuerdos que te deja depende de cómo la veas, señala: “Estar en el Líbano me ha hecho sentir más orgullosa de mí misma, que el límite no es el cielo, es la muerte y si ya estamos vivos, aprovechemos cada instante del día a día con los retos que se nos presentan”.

Es muy clara al señalar que se trata de una experiencia individual y que “si todo está en contra, lo mejor es que regrese al punto de partida”, pero en su caso se ha tratado de insistir y persistir en la construcción del “futuro de mi familia. Pienso en todo como: seguridad, educación, salud, servicios básicos. Cuando piensas en todo eso, te replanteas si abandonar el esfuerzo que has hecho, tirándote de un tobogán o seguir la escalera paso a paso hasta lograr la meta”. 

Como muchos tantos venezolanos que hoy se replantean la vida, en latitudes lejanas y que de vez en cuando miran con nostalgia la posibilidad de volver a su terruño, Yuli recuerda: “Venezuela es mi casa, es mi identidad, es mi mamá, mi hermana, mi familia, mis amistades. La mitad de mi corazón está allá”, y, aunque, está convencida de seguirlo intentando, no es de las que estigmatiza a quien vuelve: “quiero aclarar, una cosa, los regresos no son malos, siempre y cuando el replanteamiento o la balanza cubra tus necesidades, eso es de cada quien. Yo me aferro a esa balanza o simplemente la idea de volver a empezar de cero, cuesta un poco asimilarlo”.

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