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La migración también se puede llevar en la sangre

Claris Trigueros Araque, venezolana en Costa Rica
Claris Trigueros Araque, venezolana en Costa Rica

Claris Trigueros, periodista, debió emigrar a Costa Rica, el país de su padre. A pesar de la nostalgia y tener que empezar de ceros, siente que salir de su país no es ajeno a ella, porque ha sido parte de su historia familiar.

Alicia La Rotta Morán, Te lo Cuento News

Con orgullo comenta que su sangre es una especie de Organización de Estados Americanos, y así inicia su entrevista Claris Trigueros. Además, se percibe como una embajadora de paz, risas y abrazos, gracias a su gentilicio venezolano que considera su lugar privado y sagrado.

“Soy venezolana, nacida en Caracas, pero de sangre mestiza: mamá venezolana de la región andina del país, Mérida, y papá costarricense de San José. Mi familia de Costa Rica emigró a Venezuela en los años 50. Soy también nieta y biznieta de español, guatemalteco, hondureña, costarricense, colombiana y salvadoreño”.

Graduada en periodismo impreso, tiene una especialización en Psicología Positiva, otra como Coach Ontológica y en Costa Rica, estudió un diplomado en Artes Expresivas y Terapia Floral. Mientras ejerció como fotoperiodista independiente en Caracas, observó a Venezuela perdiendo el rumbo. “Se tornó un lugar que ofrecía pocas esperanzas a sus habitantes, violento y con una escasez desesperante en casi todos los productos importantes para la vida, en especial de la industria farmacéutica”.

Todo sumó para tomar la decisión de irse, porque no quería perder su juventud, su fuerza de producción, ni tampoco su vida y quedar como mártir. “Entonces recordé que tenía mi doble nacionalidad costarricense, y el país de papá, Costa Rica, fue la tabla de salvación para vivir en paz y libertad. Aquí ya tengo casi 8 años”, dice.

Abraza el nuevo país

Aunque parte de su infancia la vivió en Costa Rica, tuvo que aprender todo al regresar de nuevo, ya adulta, y no se dejó vencer por la nostalgia de Venezuela. “Aquí empecé de cero, y cuando ya se ha recorrido un camino, se siente algo parecido a que te arranquen la identidad y la historia personal que ya habías construido”. 

Claris entendió que abrazar el nuevo país implicaba también jornadas extenuantes en empleos que no siempre son los más agradables, pero te mantienen mientras trabajas en tu objetivo. Durante las pocas horas que tenía libres, enviaba correos, tocó muchas puertas, y caminó la ciudad de un lado a otro buscando empresas que la escucharan. Daba charlas gratuitas para darse a conocer y prospectar sus primeros clientes, hasta que, finalmente, sus esfuerzos dieron frutos.

“Luego de un poco más de un año en ese ritmo desgastante, se hizo el milagro, un primer cliente, que llevó al segundo y al tercero; lo que me dio oportunidad de renunciar a la tienda donde estaba, y aventurarme a crear mi firma personal en Costa Rica. Ya tengo seis años y medio trabajando como consultora especialista en Recursos Humanos, sigo tocando puertas, pero ya también me llaman. Logré otra vez poner mi nombre en un lugar donde me siento plena, falta mucho por construir, pero aquí voy”.

Viajera empedernida, tiene en su haber experiencias hermosas en Sudáfrica, donde estuvo en trabajo voluntario, también viajó por algunos países del continente europeo y gran parte de América. Entonces, ¿por qué eligió Costa Rica como su destino migratorio?, ella responde sin titubeos: “Era el lugar más sensato y posiblemente estable, que podía escoger con pasaporte en mano”.

Tiene palabras de amor para su país paterno: “Es noble en recibir a los venezolanos, hay una relación antigua y amorosa entre ambos países, a los ticos les gusta Venezuela, ahora comen arepas y tequeños, porque hay muchos restaurantes. En casi 8 años solo un par de veces tuve un impacto de xenofobia. Afortunadamente, no es una situación frecuente, de manera que los extranjeros pueden avanzar sin ser señalados, entonces duele menos el desarraigo”.

Le asombra y alimenta el alma, la biodiversidad de Costa Rica. “Es increíble todo lo que puedes ver, disfrutar y proteger en tan pequeño país. Es un milagro para el Planeta lo que se cuida y existe aquí”.

Hay tres momentos que concibe como definitorios de su vida migrante: La primera, cuándo logró mudarse a un apartamento en una zona segura y serena, porque el primer año y medio estuvo de nómada entre familia y amigos. Luego alquiló un apartamento minúsculo en una zona algo peligrosa, “donde las condiciones eran tristes, feas”.

El segundo triunfo fue cuando pudo ir a comer en un sitio hermoso; luego de estar durante mucho tiempo restringida a comida muy básica y poco sana, que era la que podía pagar. Pero su tercer triunfo fue determinante, porque ganó una beca para entrar en el programa de Alta Gerencia, en la escuela de negocios más importante de Centroamérica. “Sin duda este premio potenció mi nombre como consultora”, señala.

Dejar huella de ternura

Claris desea que la gente la recuerde porque les enseñó a ser libres, desde su alma, pensamiento y cuerpo; que puedan a través de ella encontrar la fuerza para definir sus vidas como quieran. “Mi legado quiero que sea la ternura del abrazo, la voz sencilla que acompaña, el murmullo del corazón que late en un duelo, cuando no hay nada que decir, sino simplemente estar. Enseñar a cada uno que viva un Liderazgo Compasivo con su existencia, con los demás, con el Planeta; soy ejemplo de ello, ser bondadoso, con estrategia y prosperidad”, explica con la voz dulce que le caracteriza. 

Su mensaje para los migrantes es que “saquen las ventajas que ofrece un nuevo país y abran tus brazos para recibirlo”.