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Katiuska Kosinchuc le prometió a sus hijos reencontrarse a los dos meses y lo logró

A donde quiera que vaya, Katiuska Kosinchuc dice que le dará las gracias a Colombia y a su gente por tenderle la mano/Foto Cortesía
A donde quiera que vaya, Katiuska Kosinchuc dice que le dará las gracias a Colombia y a su gente por tenderle la mano/Foto Cortesía

Para reunir de nuevo a su familia en Colombia vendió tortas y comida venezolana, eso le ayudó a establecerse en dos meses y le permitió volver a abrazar a sus hijos y esposo. Ella viene de una familia inmigrante por lo que la empatía no le es ajena

Por Nora Sánchez – Periodista Te lo Cuento News 

Pensando en los niños, niñas y adolescentes venezolanos a quienes les tocó migrar por la Emergencia Humanitaria Compleja, Katiuska Kosinchuc decidió crear la fundación “Encuentro Cultural Venezolano”, una organización que busca rescatar las tradiciones y costumbres venezolanas para que los pequeños no pierdan su esencia ni olviden sus raíces.

Katiuska, técnico en enfermería, se fue de Valencia a pocos días de que comenzara el mes de diciembre del año 2017, el dinero no alcanzaba para que su esposo e hijos migraran en grupo familiar y decidió venir a Colombia sola, ingresando de manera irregular, pues su pasaporte estaba vencido y para ese entonces no lo sellaba Migración Colombia.

“Fue una decisión muy dura, pero tenía que tomarla por el futuro de mis hijos, de mi familia. Me vine sola porque el pasaje no alcanzaba para todos y en Venezuela cada día se devaluaba más el bolívar. Fue una experiencia muy dura, no podía viajar con los niños, pero tampoco podía echarme para atrás, por lo que me tocó hacerles a ellos, quienes estaban pequeños, una promesa: en dos meses estamos juntos de nuevo”, narra Katiuska con lágrimas en los ojos, recordando los 60 días de tristeza que pasó sin sus hijos.

La promesa fue cumplida: en dos meses Katiuska se reunió con sus hijos y su esposo en Medellín. “Lo logré, todo lo que uno haga con el corazón y por sus hijos se puede hacer”, dice al tiempo que destaca la decisión de migrar ella primero porque ser madre y verse imposibilitada de darle a sus hijos comida y calidad de vida, le dan fuerzas para enfrentar cualquier obstáculo.

La multiplicación de los panes 

El destino elegido por Katiuska a sus 37 años fue Medellín, porque en esta ciudad está la familia de su suegra, que escolombiana y que conoció primero antes que a otros integrantes del núcleo familiar.

Al llegar a la ciudad de la eterna primavera, el dinero que le acompañaba apenas eran 5 mil pesos. “Vi que había una tortera, no había horno, pero vi una olla grande y me dije: voy a hacer una torta de pan en baño de María, voy a salir a caminar a ver cuánto valen los ingredientes y esos 5 mil pesos se multiplicaron en 24 mil pesos con la torta”.

Así las cosas, encontró en la comida y la gastronomía venezolana (torta de pan, de auyama, hallacas, pan de jamón, entre otros platos) su sustento de vida los dos primeros meses y gracias a esos ingresos pudo arrendar un primer apartamento para traerse a sus hijos y esposo.

Por cuatro años Katiuska no logró tener un empleo formal, a pesar de que se registró para el entonces Permiso Especial de Permanencia (PEP), dicho registro fue manual y el mismo se perdió, por lo que no pudo regularizarse hasta hace un año cuando logró obtener el Permiso por Protección Temporal (PPT).

Durante ese tiempo vendió comida y trabajó en una fábrica de lámparas pequeña, le pagaban por hora y laboraba 6 horas al día, empleo del que no se lamenta porque “aprendí muchísimo, la familia de quien fue mi jefe me acogió muchísimo, la quiero y la estimo, fue una experiencia espectacular, aprendí un oficio que jamás en mi vida pensé que iba a aprender”, dice satisfecha por las cosas positivas que deja la migración.

Entre risas recuerda contemplar el producto de una famosa marca de lámparas en Venezuela y eso que siempre vio y admiró lo logró hacer, “aprendí a armar una lámpara con 15 brazos, 20 brazos, a doblar y a cortar tubería, a usar un taladro industrial”, describe el trabajo que hizo por tres años hasta que logró regularizarse.

El arraigo hecho fundación 

Katiuska Kosinchuc preside la fundación “Encuentro Cultural Venezolano”, creada junto a su esposo y una amiga con el fin de mantener vivas las costumbres y tradiciones venezolanas en Colombia.

Además de ello, la fundación, en año y medio de existencia que tiene, promueve la integración intercultural y sirve como ente articulador junto a otras organizaciones de ayuda para venezolanos, pero su fin principal es mantener las tradiciones “a pesar de que nos haya tocado salir como que prácticamente nos echaron del país, quiero que nunca olvidemos lo nuestro”, destacó como un sueño junto a su anhelo de volver a Venezuela. 

De Europa a Venezuela 

Detrás de la historia de inmigrante de Katiuska Kosinchuc hay otra que la ayuda a comprender aún más la movilidad humana y a ser empática con quienes migran.

Ella es descendiente de inmigrantes de la Segunda Guerra Mundial. Sus bisabuelos y su padre llegaron a Venezuela provenientes de Rusia y Ucrania, cuando la antigua Unión Soviética. Su bisabuelo era polaco ucraniano, su bisabuela era rusa y llegaron a Venezuela en el año 1947.

Katiuska se reconoce como inmigrante y proveniente de una familia inmigrante, no busca nacionalizarse y su mayor anhelo es volver a su país natal, “porque yo soy venezolana, no nací en Europa, yo soy de Venezuela y eso corre por mis venas y lo voy a defender siempre”, afirma agradecida con el país de acogida y con lo que ha aprendido a través de este proceso de movilidad.

Dice que quiere muchísimo a Medellín por su gente, su belleza y su cultura, “me recuerda a la Venezuela de cuando yo era pequeña, me recuerda al venezolano de antes, al que subía a un bus y daba los buenos días, me recuerda a esa Venezuela en la que crecimos y que nos la quitaron y nos forzaron a salir”, dice con nostalgia.