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Hacer varios trabajos en EE.UU.: entre la música, la pastelería, planear bodas y cuidar niños

Adriana Pérez, música venezolana en Miami.
Adriana Pérez, música venezolana en Miami.

Adriana Pérez vive en Miami. Aunque ha sido duro adaptarse a su nueva vida, sus trabajos cada vez están más cerca de lo que sabe hacer.

Por Keissy Bracho – periodista de Te lo Cuento News

Adriana Pérez, conocida por su familia como “Rosmi” y por sus amigos como “la negra”, es una venezolana que decidió reinventarse fuera de su tierra natal. Oriunda de Acarigua, estado Portuguesa, es músico desde los siete años de edad y desde 2019 vive en Miami, Estado Unidos. Aunque los inicios pudieron ser complejos, hoy agradece a Dios porque sus trabajos ya no están tan alejados de su área.

Cuando vivía en Venezuela, Adriana se dedicaba a dar clases en el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela. “Los últimos 15 años viví en otra ciudad, en Barquisimeto, donde trabajé como músico y docente en el Sistema de Orquestas del estado Lara”. 

Actualmente, bajo la premisa de “en los Estados Unidos, es normal tener varios trabajos”, cuenta que se dedica a enseñar música en escuelas del condado de Miami Dade, a través de Miami Music Project y en otra escuela por YMCA. En las mañanas trabaja en un bakery (pastelería); algunos fines de semana trabaja en bodas asistiendo a la wedding planner y en ocasiones trabaja de niñera. 

Aunque no ahonda en las razones específicas que la llevaron a dejar su país, y con él a su familia, amigos, empleo y demás, deja ver que una de las principales razones fue la conflictividad política. 

“Creo que me sentía bien hasta que fueron pasando cosas que me hicieron tomar la decisión de irme. Migré sola en 2017, mi familia aún vive en Venezuela. En ese entonces me iba a quedar en Estados Unidos, pero no pude y volví a mi país. Después, hice un viaje por América del Sur y regresé otra vez a Venezuela en 2019, pero al final de ese año decidí migrar, nuevamente, a Miami, ya definitivo”, recuerda.

Polaroids’ de una migrante 

Cuando tomó su maleta y su pasaporte hubo familiares de los que no se pudo despedir. “Los extraño todos los días”, dice. 

“Mi mamá ha venido anualmente a visitarme. Ya no lo puede hacer porque el año pasado se le venció su visa. Mi hermano y mi sobrino siguen allá. Mi papá murió en plena pandemia de 2020. Extraño muchísimo a mi familia, sobre todo a mi sobrino, al que voy a cumplir cuatro años sin ver”, cuenta con cierta nostalgia. 

Rosmi mantiene frescos en su memoria los recuerdos de la Venezuela paradisiaca que dejó atrás hace cuatro años. Así como, la riqueza gastronómica de su país. Aunque en ocasiones y sin pena compara su nuevo hogar en Miami, con Venezuela. 

“Extraño todo desde la playa y la comida. Aunque Miami es lo más cercano que hay a mi país porque la migración venezolana aquí es abundante. Hay productos que te hacen pisar tierra y pensar que estás cerca de Venezuela. Pero, obvio, extraño, sobre todo, la vida que posiblemente pensaba que podía tener allá”.

Recompensas del esfuerzo

Aunque la distancia la puede desanimar por momentos, Adriana sigue forjando su futuro en Estados Unidos. “Migrar no es fácil y no es para todo el mundo. Por eso, muchas personas se devuelven”. Aun así, ella ha esquivado los obstáculos con resiliencia.  

“Yo me gradué en educación preescolar, luego hice educación musical. Mi trabajo en Venezuela no lo sentía como un trabajo. Cuando emigras haces cualquier trabajo para poder tener tus ingresos y ayudar, sobre todo, a tu familia porque, evidentemente, nos vamos para estar bien, tanto los que migramos y la familia que se queda en Venezuela. Si no, no tiene sentido”, detalla. 

Las victorias de un migrante se miden en la magnitud de su satisfacción y agradecimiento. Adriana agradece a Dios por todo lo vivido. “Creo que mi vida en Estados Unidos ha tomado el camino más cercano a lo que yo hacía en Venezuela. Ya estoy enseñando música y los trabajos que tengo no están tan alejados de mi área laboral. No es igual, evidentemente, pero es como si todo va agarrando un mínimo, un camino. Todo va agarrando forma”.

Adriana es una mujer positiva, con una energía que contagia y una actitud perseverante. Es de las personas que piensan que siempre se puede, que hay formas de lograr los objetivos y se tiene clara la meta y se va por ella con honestidad. Pero es realista, tiene la capacidad de reconocer las nubes negras cuando se presentan.

“A veces piensas que no va a llegar, sobre todo cuando tienes que hacer trabajos pesados, los que no te imaginarías que ibas a hacer, pero creo que también es una manera de explotar esos talentos, esas potencialidades que no sabías que tenías”. 

Y agrega: “he aprendido muchísimas cosas. He desarrollado muchas habilidades para las que no sabía que era buena y lo estoy haciendo bien. Yo creo que, más que decir que aguantar o tolerar, debemos verlos desde el agradecimiento; hay días que son difíciles, pero siempre va a valer la pena, sobre todo para quienes ayudamos a los que están en Venezuela, a nuestra familia”.