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‘Ese sentimiento de haber abandonado el barco a veces me pega duro’, Andreina Flores

Andreina Flores, periodista venezolana
Andreina Flores, periodista venezolana

Andreina Flores, presentadora de Radio Francia Internacional, se fue de Venezuela en 2017 porque sentía que con su labor como periodista no aportaba lo que esperaba. Ahora, desde París, extraña su misión.

Por Sandra Flores – periodista Te lo Cuento News

Aun entre dificultades, la migración ha devuelto a Andreina Flores Zárraga la tranquilidad que perdió en su natal Venezuela. Desde París, ya como ciudadana francesa, casada con un francés y con un contrato como presentadora en Radio Francia Internacional, escribe un libro: una novela política en la cual contará la historia de los sucesos que marcaron un nuevo rumbo a su país y la vida de millones de venezolanos.

Ella salió de Venezuela en el 2017, pero no fueron la escasez de productos básicos o la inflación lo que la empujó a tomar la decisión porque, según comenta, para entonces ya trabajaba como corresponsal internacional y percibía ingresos en moneda extranjera.

Lo que más pesó en su resolución fueron razones profesionales relacionadas con el ejercicio del periodismo y el sentimiento de que se le iba la vida sin que valiera la pena.

Andreina nació en Barquisimeto, donde estudió la Licenciatura en Comunicación en la Universidad Fermín Toro, pero desde antes de graduarse empezó a trabajar en la radio local. Desde ahí, hizo los primeros contactos con Radio Francia Internacional y, en 2007, como corresponsal internacional, se trasladó a Caracas donde hizo su maestría en Comunicación Política.

Sin embargo, su amplia trayectoria profesional incluye siete años de trabajo para la cadena RCN de Colombia, a la que considera una excelente escuela para el periodismo de calle, y dos años como corresponsal de CNN en Caracas, aunque hasta la fecha sigue haciendo colaboraciones para la cadena internacional como freelance.

El tercer viaje a Francia fue el definitivo

Sobre sus nexos con Francia, Andreina nos platica que, a sus 17 años, gracias a un intercambio estudiantil, vivió un año en Marsella. En 2006, viajó a París para hacer las pruebas que la acreditaran como corresponsal internacional y, en 2017, volvió para hacer un curso de seguridad para periodistas, pero decidió quedarse… ¿Por qué?

Ella recuerda los tiempos de la inseguridad, de la escasez y la inflación en Venezuela: “Como corresponsal internacional, yo ganaba en moneda extranjera y tenía un ingreso que me permitía comprar el pollo a diez veces más de lo que costaba, o la leche o equis, pero cuando se conseguía porque tener la plata no era garantía de que lo consiguieras.”

En realidad, la carga más pesada para ella fue la manera en que los sucesos que marcaban la cotidianidad de Venezuela la afectaban personal y profesionalmente. En 2010, recibió amenazas por un intercambio de palabras que sostuvo con Hugo Chávez durante una conferencia de prensa.

Más tarde, en 2015, mientras realizaba una cobertura periodística, un grupo de chavistas llegó a golpear a los asistentes y en la trifulca recibió golpes en una pierna. Un año después, ella y un colega fueron arrestados por gente de contrainteligencia militar mientras trabajaban en la capital venezolana, y los acusaron de organizar la Gran Toma de Caracas, una marcha programada para el primero de septiembre siguiente.

“Yo ya pasaba de los 40, no hacía, sino trabajar desde las cinco de la mañana hasta las once de la noche, y llegó el momento en que reconocí que estaba perdiendo mi vida en eso con la falsa creencia de que mi trabajo aportaba algo para ayudar a que la situación mejorara en Venezuela”, recuerda, “pero era mentira, mi trabajo que para mí era una misión no estaba aportando nada.”

Poco a poco volvió la tranquilidad

Con ese antecedente, cuando viajó a Francia dispuesta a tomar el curso de seguridad para periodistas, decidió quedarse el resto del año. Lo cierto es que a la fecha cuenta seis años en París, se casó y ya tiene contrato, pero no fue sencillo y para ganar el sustento hacía trabajos periodísticos como freelance y se dedicaba a la fotografía.

“Cuando llegué aquí, Radio Francia Internacional tenía su plantilla completa y a mí me necesitaban en Caracas”, evoca Andreina, y resume: “La cosa tardó tiempo en asentarse; empecé a trabajar haciendo vacaciones o reemplazos, pero ahora soy presentadora en Radio Francia y eso me enorgullece mucho porque es un puesto importante.”

Andreina menciona el factor económico como una de sus más grandes dificultades como migrante, y el hecho de comenzar desde cero porque ni su currículum ni su estatus valió en París. Además, a veces la invade un sentimiento de culpa.

“Te encuentras en un país que funciona y dices chévere, me salvé, pero hay mucha gente que quedó atrás y yo dejé de hacer mi misión. Ese sentimiento de haber abandonado el barco a veces me pega duro”, admite, pero ha encontrado la forma de redimirse: “Aquí vienen defensores de derechos, artistas venezolanos, y yo trato de darles visibilidad en las redes o en la radio y eso me calma un poco ese sentimiento.”

Después de visitar Venezuela y ver que todo sigue igual después de seis años, ella se reafirma que la situación no cambiará pronto. “La gente se estanca y, en vez de pensar en un mejor empleo o en desarrollar una idea, está pendiente de que llegue el agua para lavar ropa, platos o baños, y ese es motivo de rabia para mí”, sostiene con indignación.

Sin embargo, hoy Andreina disfruta la tranquilidad que ha recuperado y trabaja en cumplirse la meta de concluir su libro en el que novelará sus experiencias en Venezuela.