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“Es muy difícil meter toda tu vida en una maleta”

Rosanna Grande, venezolana en Madrid
Rosanna Grande, venezolana en Madrid

La repostería, que era para Rosanna Grande un pasatiempo en Venezuela, es ahora su medio de subsistencia como migrante en Madrid.

Por Sandra Flores – periodista Te lo Cuento News

En Venezuela, la repostería era para Rosanna Beatriz Grande Pérez un pasatiempo que le dejaba un ingreso adicional al que obtenía en el negocio familiar: una distribuidora textil en la cual desempeñaba un puesto gerencial. Sin embargo, su emprendimiento de postres, denominado Dulces Oraciones, le ha permitido no solo subsistir en sus primeros catorce meses como migrante en Madrid, sino también endulzar corazones.

Mujer de entereza que blande la fe como arma de lucha en la vida cotidiana, explica que su amor por la repostería nació en Barquisimeto, ciudad venezolana en la que vivió, pese a que es oriunda de Valencia. Ella había sobrevivido a un tumor, y como una manera de agradecer a Dios la oportunidad de seguir viva, empezó a hacer un voluntariado en el ancianato del colegio San Vicente de Paul, donde años antes había estudiado.

“Ahí vi la necesidad de las abuelas”, recuerda. “En mi trabajo iba mucha gente y a mí se me ocurrió la idea de hacer galletitas para ayudarlas. Entonces, a todos los clientes que llegaban les decía que las galletitas eran para colaborar con las abuelitas. Así comenzó Dulces Oraciones y así comencé con la repostería”, resume.

Empezar de cero en lo laboral

Rosanna emigró con su esposo Luis, y en la actualidad ambos cuentan con permiso de trabajo, pero eso, precisamente, conseguir un empleo formal, es la dificultad más grande que han enfrentado en Madrid porque la formación o la experiencia laboral de un migrante no vale nada si no llega con una visa de trabajo.

“El resto tiene que comenzar de nuevo”, expresa, y para justificar que tuvo un primer empleo que dejó al poco tiempo porque se sintió agraviada, añade: “Yo venía de un cargo gerencial, pero aquí mi currículum no sirve de nada, aquí tuve que comenzar de cero como vendedora, pero tienen una manera de trabajar muy diferente y eso es lo fuerte de emigrar, que tienes que adaptarte a la nueva cultura”.

Pero, ¿por qué ella y su esposo decidieron emigrar? La pequeña empresaria nos platica que en realidad no les faltaba nada porque trabajaban y disponían de dinero para satisfacer sus necesidades, pero no tenían calidad de vida.

Y es que, comenta, de poco servía tener dinero si había que hacer una cola de tres días para cargar el tanque de gasolina del carro, o si había cortes de energía eléctrica que representaban para ella la angustia de que se dañaran los postres que guardaba en el refrigerador. Por otra parte, en Barquisimeto, si no había electricidad, tampoco había agua porque no funcionaba el sistema de bombeo.

México, una lección para migrar

En busca de esa calidad de vida, Rosanna platica que la familia se ha disgregado. De cuatro hermanos que son en su familia, las tres mujeres ya están en España, pero el único varón sigue en Venezuela y la separación duele, como duelen sus 17 primos que para ella son como hermanos y ahora se ven y se hablan gracias a la tecnología, aunque difícilmente se reúnen. Y a sus familiares de sangre, se suman los de afecto como son sus vecinos que tuvo por 16 años en Barquisimeto.

“Es muy difícil meter toda tu vida en una maleta”, afirma, “pero tienes que asumirlo y ver lo positivo: un país que te recibe, que pude llegar con mi esposo y eso es una bendición de Dios, tuvimos la bendición de que a mi hija la acaban de trasladar de México a Madrid; va a vivir cinco años acá, así que la vamos a tener cerca”.

Sobre su hija, Rosanna recuerda que en 2020 hizo sus votos religiosos en México. Ella y su esposo viajaron para estar presentes en la ceremonia, pero se quedaron varados en la capital porque el día que regresaban, cerraron el aeropuerto en Venezuela a causa del COVID-19. La estancia forzada se prolongó durante nueve meses.

“Yo a México tengo que agradecerle mucho”, revela, “México nos ayudó a tomar decisiones en nuestra vida, y en la pandemia nos dimos cuenta que podíamos ser felices donde estuviéramos. Nos enseñó que no necesitábamos mucho para ser felices, que todo lo que necesitábamos era estar juntos y tener fuerza y salud para seguir adelante”.

Fe, gratitud y Dulces Oraciones

También, por supuesto, se declara agradecida con España, en donde aspira a vivir con su esposo los años que le queden.

“Es un país muy limpio y bien organizado”, sostiene, y de Madrid dice: “la ciudad es bellísima y tienes por dónde caminar, pero no solo la ciudad, la provincia es bellísima, los pequeños pueblos son muy lindos, la vida es más tranquila, aunque, claro, Venezuela era un país próspero y bello, pero lo destruyeron y yo me vine con la tristeza de dejar un país destruido”.

Por otra parte, adelanta que, gracias al apoyo de la Comunidad de Madrid Emprendedores, espera que Dulces Oraciones sea un negocio legalmente establecido para mayo o junio de 2024, y no descarta que puedan adquirir una casa en alguna de las provincias que tanto le gustan, cercanas a la capital española.

Rosanna afirma que su esposo tiene trabajo y ella sigue firme en la idea de integrarse al mercado laboral, pero mientras tanto, trabaja con Dulces Oraciones, su pasatiempo productivo del pasado que hoy es puerta abierta a la esperanza.

“He aprendido a endulzar corazones a través de estos dulces”, comenta, “pero Dulces Oraciones es también llevar un mensaje de amistad, de cariño y la palabra de Dios a quienes la puedan necesitar, porque cuando estoy elaborando el dulce, estoy rezando y lo ofrezco, por ejemplo, si hay algún enfermo, para que Dios lo reconforte y lo anime”