Yasmery Angulo ha sido víctima de xenofobia, pero eso no la ha amilanado para poner en marcha su propio emprendimiento.
Por Luis Enrique Molina – periodista Te Lo Cuento News
Yasmery Angulo, propietaria de un spa de uñas que funciona en La Candelaria, pleno centro de Bogotá, cuenta que producto de grandes sacrificios consiguió emprender como migrante venezolana en Colombia.
Comenzó como empleada de una peluquería en Bogotá, pero manejaba la técnica desde que trabajaba en Venezuela en el negocio de uñas de su hermana, y en la capital de Colombia ha hecho cursos para mejorar la práctica de ese oficio.
Angulo llegó en 2017 a Bogotá luego que su esposo estaba establecido en la ciudad y desde que arribó se ha desempeñado en salones de belleza, donde sí padeció problemas de xenofobia, pero obviaba esa situación para evitar confrontaciones, ante malas palabras que le decían.
Su estatus migratorio es regular, ya que cuenta con el Permiso de Protección Personal (PPT), documento con el cual pudo registrar su empresa ante la Cámara de Comercio de Bogotá.
El permiso se tardó en llegar porque tuvo que hacer el registro biométrico dos veces, hasta que hace apenas tres meses le entregaron el documento en físico.
Un sueño que cumple
Yasmery Angulo abandonó los estudios de administración de empresas que desarrollaba en el Instituto Universitario Cristóbal Mendoza, donde llegó a aprobar el quinto semestre.
Siempre había tenido en mente montar un spa porque es la rama que le gusta, y desde que llegó a Colombia trabajó en salones de belleza. Así que este logro fue a partir de hacer sacrificios y ahorrar, aunque también su esposo le ayudó mucho.
Se le facilitó el trámite del arriendo, porque a la propietaria del local ya la conocían, quien les arrendó sin solicitarles fiador finca raíz.
Un proceso con despedidas
En Venezuela dejó a su familia, a su madre y a un hermano, tíos y primos. El resto de la familia, sus hermanas, viven en otros países como Panamá y EE.UU. En Bogotá vive con su esposo y sus hijas, de 8 y 3 años de edad, esta última nacida en Bogotá.
Rememora que al principio fue muy duro, ya que les tocó dormir hasta en el piso, y con su hija pequeña que todavía no estaba estudiando. Le tocó lidiar y hasta llevarla al trabajo donde se la aceptaban, en un salón de belleza cerca de la Presidencia de la República, donde había buena clientela.
Sostiene que no ha sido fácil crear el emprendimiento porque “como una es venezolana, no le permiten absolutamente nada, ni créditos, ni tarjetas, ni nada a nivel bancario, ya que con el PPT hay solo acceso a salud y educación de los hijos”.
Pagan la EPS (que son las cotizaciones que sirven para organizar y garantizar la prestación del plan obligatorio de salud) como todo ciudadano en Colombia, “porque con el puntaje del Sisben no tienen acceso a la salud subsidiada y mucho menos por contar con ese emprendimiento”.
Confiesa que ha podido sostener el negocio porque lo que va haciendo lo va invirtiendo. Aunque “el negocio se ha pagado solo, gracias a Dios”.
Trabaja con clientes colombianos, pero también con turistas extranjeros que frecuentan La Candelaria en Bogotá, porque les resulta más barato hacerse uñas, pies, cabello y depilación, ya que dichos servicios le pueden salir en Colombia en 15 dólares, mientras que en sus países de origen, el mismo servicio le sale en 80 dólares.
Por último, señala que el trabajo con los extranjeros que visitan Colombia de EE. UU. o Europa es fundamental para sostener el negocio, ellos vienen al país entre noviembre y julio, mientras que agosto, septiembre y octubre, no hay afluencia, afectando las ventas del servicio que presta.