Cultivar la venezolanidad en sus hijos es el reto de Mónica Encinoza

Mónica Encinoza ha encontrado en la música un espacio para sentirse más a gusto en Miami.
Mónica Encinoza ha encontrado en la música un espacio para sentirse más a gusto en Miami.

“Lo peor que me ha pasado es que tengo seis años sin ir a mi país por culpa de mi propio país”, expresa. No ha podido ejercer la psicología, pero su amor por la música le ha permitido hacerse un espacio en Miami.

Por Sandra Flores – periodista Te lo Cuento News

Para Mónica Encinoza, la música hizo la magia de una migración llevadera en medio del drama de tener que dejar Venezuela. Sin embargo, junto con su esposo se esfuerza por mantener vivas las raíces, costumbres y tradiciones de su patria.

“En mi casa se come arepa, se escuchan gaitas en diciembre y se habla español”, afirma, y añade: “Siempre es primero lo nuestro, y mientras no prefieras hablarles en inglés como en la escuela y continúes en la casa hablando español y venezolano, siempre tendrán un pedazo de nosotros en ellos”.

La psicóloga, oriunda de Barquisimeto y graduada de la Universidad Yacambú, emigró a Estados Unidos en 2016. En la actualidad tiene el estatus migratorio de residente permanente y sigue trabajando en el perfeccionamiento del inglés, que ha sido su mayor dificultad, aunque no lo peor que ha vivido como migrante.

“Lo peor que me ha pasado es que tengo seis años sin ir a mi país por culpa de mi propio país”, expresa, y explica: “Tramitar el pasaporte es una odisea, comprar un pasaje es supercostoso, y pensar en llegar allá y no tener gasolina, luz o agua te hace pensarlo dos veces, pero pronto iré a recargarme de mi familia”.

Adiós a Venezuela, pero no a la venezolanidad

La Venezuela que Mónica recuerda, antes de la situación política y social que derivó en la diáspora, es una en donde las necesidades básicas no eran la mayor preocupación para los ciudadanos. Después del inicio del régimen chavista, considera que muchos venezolanos no se dieron cuenta de lo que ocurría hasta mucho tiempo después.

“Creo que el venezolano no se dio cuenta de lo que cambiaba”, teoriza, “solo al paso de los años logró asumir que estaba mal, pero los que sí sabíamos qué pasaba veíamos cómo se destruía la democracia y con ella la economía, la cultura y la sociedad”.

Mónica también hizo estudios en musicología. Si bien no se tituló, alcanzó a impartir clases en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. Su esposo, José Arvelo, es integrante del proyecto musical llamado Ensamble 7/4, que fue la puerta abierta a la migración.

“Mi esposo y sus compañeros querían que el proyecto trascendiera fronteras”, evoca la también maestra de música, y agrega: “Teníamos visa de turistas para llegar a Estados Unidos en busca de estabilidad y, ya aquí, empezamos a hacer los trámites para obtener una visa de talento, pero con el tiempo pasamos a ser residentes permanentes”.

Dos hijos nacidos fuera de Venezuela

Mónica encontró en Miami un nuevo hogar junto a su esposo, pero no ha podido ejercer su profesión en psicología. Las cuestiones de permisos y certificaciones han sido impedimento, lo mismo que sus dificultades con el dominio del inglés, aunque ya trabaja en su perfeccionamiento.

Sin embargo, sus conocimientos en música han sido la llave para acceder al mercado laboral estadounidense. En la actualidad, trabaja en programas orquestales para un organismo llamado Miami Music Project, e imparte clases de violín y de iniciación musical para niños en una academia privada.

A ocho años de iniciada su migración, Mónica ha recibido la visita de sus padres y otros familiares, y afirma: “A pesar de estar fuera, he tenido la dicha de mantener ese contacto y recordar que siempre fuimos de muchas tradiciones y costumbre que aún mantengo”.

Sin embargo, los últimos seis años no ha podido regresar de visita a Venezuela a causa de una serie de dificultades. Se ha propuesto regresar lo más pronto posible para reencontrarse con su familia, pero, mientras tanto, disfruta a la familia que ha forjado con José Arvelo.

“Mi esposo y yo ahora somos una familia con dos hijos a quienes podemos dar mucho amor, pero también garantizarles un techo, comida y buenos estudios”, afirma, y con esperanza revela las edades de sus hijos: tres años el mayor y seis semanas el menor.

Cultivar la venezolanidad en sus hijos

Para Mónica, la migración ha significado una lucha constante para no olvidar quienes son desde su origen venezolano, y cultivar la venezolanidad en sus hijos.

“En conversaciones, mi esposo y yo pensamos cómo mantener eso al pasar de los años en nuestros hijos que aún están muy pequeños”, comenta la madre de familia, y expone sus conclusiones: “Empezar con que tú mismo no cambies palabras en el vocabulario o prefieras cualquier otra cosa a una arepa con diablito (jamón endiablado) en el menú”.

Sin embargo, sus comentarios revelan que el entorno en Miami facilita la tarea de cultivar la venezonalidad en sus hijos:

“Aquí la comida venezolana está en todas las esquinas y hay libros para niños muy bien ilustrados que te ayudan de forma práctica”, sostiene, “pero, sobre todo, que continúes hablando español y venezolano en la casa”.

Mónica Encinoza no ceja en el empeño de que sus hijos se reconozcan en sus raíces venezolanas y se arraiguen en ellas, mientras tanto, espera la oportunidad de visitar Venezuela después de seis años de ausencia, para ver a su familia y recargarse de energía.