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Anita Vivas volvió a empezar en Miami en donde conquista con su danza

Anita Vivas, bailarina venezolana
Anita Vivas, bailarina venezolana

“Volver a empezar no significa empezar de cero, porque empiezas otra cuenta en tu vida con mucha experiencia y esa experiencia no tiene precio”, apunta.

Por Sandra Flores – Periodista Te lo Cuento News

Migrar es volver a empezar, y Ana Flor Vivas Figueroa lo intentó y conquistó. Mejor conocida en Venezuela y el mundo como Anita Vivas, la bailarina y coreógrafa está radicada actualmente en Miami, en donde aprendió, se reinventó y se dejó llevar por la sabia corriente que la arrastró de nuevo hacia su arte, su profesión y pasión: la danza.

Después de iniciar la aventura de la migración en 2017 y estrenarse en actividades que antes no había explorado para ganar el sustento, hoy imparte clases de danza para actores y también para niños pequeños de nivel preescolar; y eso sin contar que está ensayando porque fue invitada a participar en una obra de teatro.

“Trabajé con una amiga que me enseñó a bordar trajes de novia”, recuerda con satisfacción. Con ella aprendió los secretos de la costura, pero también fue ayudante en un restaurante, desarrolló el arte de decorar con globos y un día, sin proponérselo, llegó a prestar sus servicios en una agencia de festejos donde creaba personajes: “No era vestuarista, pero hacía cosas que tenían que ver con mi carrera, con la parte artística”.

Baila gran variedad de estilos

Anita Vivas se enorgullece de poder enseñar las danzas tradicionales venezolanas a personas de diversas edades y nacionalidades, y con alegría da cuenta de la fascinación que provocan en la gente el joropo, el vals o el baile tambor. Sin embargo, es una exponente versátil, completa y muy inquieta que no ha dejado ritmo sin explorar.

La base de su educación dancística fue el ballet clásico. Después estudió danza bolera española y más tarde las danzas nacionalistas venezolanas.

En 1977 viajó a Nueva York, donde pasó por distintas instituciones educativas relacionadas con el arte de sus amores. “Allá perfeccioné el jazz, que es un estilo definido que combina la danza moderna con el ballet clásico”, explica.

Sin embargo, para una profesional que, además, dirigía su propia escuela de baile en Venezuela, ningún conocimiento estaba de sobra. De ahí que tomara cuánto taller le salía al paso: de danzas internacionales (africana, israelí o de Galicia), de baile de salón (salsa, rumba, tango o vals) o de danzas populares (merengue o cumbia).

Una experiencia para crecer

Sobre su decisión de emigrar, Anita Vivas explica que la inseguridad se disparó con la llegada al poder del régimen actual. La gente salía poco después de las cinco de la tarde porque corría riesgo y las actividades artísticas y de entretenimiento contaban con escasa concurrencia.

Por otra parte, la difícil situación económica colocó a su escuela en problemas financieros porque, aunque fue autogestionable, cuando el costo de la vida aumentó, la prioridad de los venezolanos era cubrir lo elemental. Poco a poco se fue reduciendo el número de alumnos y hubo dificultades para mantenerla en operación.

“Yo veía con mucha tristeza que ya no era el lugar para mí”, comenta y añade: “Yo siento que Dios me dijo que ya era momento de que me fuera de allí, porque si quería tener una buena salud mental era necesario que yo me fuese de Caracas”.

Aunque su hermana y su sobrina permanecieron al frente de su escuela de danza, la pandemia acabó por determinar el cierre definitivo.

No obstante, ella considera que esa etapa de cambios ha sido una “experiencia para crecer” y cuenta con orgullo cómo volvió a empezar en Miami para salir adelante después de haber tenido su propia escuela, de hacer espectáculos cada seis meses, de haber estado muchos años en televisión y ser una figura conocida en su país.

Volver a empezar

No ha sido fácil, pero después de la tormenta llegó la calma y ahora vive tranquila, dedicada a su arte, que es lo que le gusta, y disfruta a su familia porque, para ella, llegar a Estados Unidos fue la oportunidad de reunirse con sus hijos que ya habían emigrado.

“Lo peor que me pasó fue no saber qué hacer, no saber de dónde agarrarme”, admite, pero “lo mejor fue habernos reencontrado como familia; ya tengo un nietico y viene otro en camino”.

Además, agradece a su círculo de amistades, de Venezuela y de otros países, porque no le negaron apoyo emocional, compañía, techo cuando llegó y la oportunidad de aprender diversos oficios para ganar el sustento mientras se abría camino.

Anita Vivas no sabe si volvería a su país natal para vivir, pero si las cosas cambiaran y se retomara el camino del progreso para que la juventud pudiera realizar sus sueños, aportaría con su sabiduría y experiencia. 

De hecho, uno de sus grandes sueños es hacer un taller masivo de danza en Venezuela, a beneficio de su fundación “Dancing for pets”. Explica que en el evento podrían participar personas de todas las edades, y los fondos que se recaudaran se destinarían a los refugios de los animalitos abandonados y maltratados en su patria.

“En la actualidad trabajo el tiempo necesario para cumplir mis necesidades y me considero una persona activa pero, sobre todo, muy agradecida,”, concluye.