Aunque a muchas personas migrar les da posibilidades, para otras lo que se dejó atrás pesa demasiado. La historia de una familia que debió retornar para encontrar la paz.
Por Nora Sánchez – Periodista Te Lo Cuento News
Los Torres Urdaneta llegaron a Medellín el 19 de noviembre de 2019. Son cuatro: Adelaine, periodista; Valmore, su esposo; César, de 13 años, y Andrea, de 9. Llegaron juntos al país, agotados de la emergencia que atraviesa su país y en busca de mejor calidad de vida.
Tres años después decidieron regresar a Venezuela. Adelaine, de profesión periodista, tenía la necesidad de sanar mental y emocionalmente, de reactivarse en su oficio, pero sobre todo de recuperarse ella misma para seguir viviendo.
¿Qué los llevó a volver? Ella ingresó a Colombia de manera irregular, sin pasaporte, al igual que su hija, sólo su esposo Valmore y su hijo César tenían ese documento que les daría regularidad y más adelante la opción de aplicar al entonces Permiso Especial de Protección (PEP) que entregaba el gobierno colombiano a los migrantes venezolanos para regularizar su estatus y garantizar ciertos derechos.
Así las cosas, Adelaine, con estatus irregular en Colombia, no podía aspirar a un empleo formal a pesar de estar dispuesta a laborar en cualquier área que le generara ingresos.
Otro país, otros problemas
La familia fue recibida por sus compadres que viven en el municipio Bello, al norte del valle de Aburrá. Con ellos vivieron unas semanas hasta que Valmore se inició como conductor de un carro por puesto (chivero) y en el mes de diciembre lograron independizarse y pasarse a un anexo de una sola habitación en un barrio de Bello.
Transcurrieron los meses y vino la pandemia, que fue letal para los Torres Urdaneta. Adelaine decidió vender fritos (empanadas) y pasticho (una variación de la lasaña), “pero evidentemente todo eso no cubría los gastos mínimos necesarios para poder vivir medianamente, pues con el trabajo de mi esposo como chivero y lo que yo hacía, escasamente teníamos ingresos para pagar el arriendo y los servicios públicos, sin tener un dinero extra para el resto de las necesidades básicas del núcleo familiar”.
Para finales del año 2020, Adelaine, quien es conversadora, risueña, optimista, positiva y con una fe inquebrantable, seguía sin papeles, pero a través de una amiga logró desempeñarse como cuidadora de un adulto mayor.
“Por una recomendación tuve entonces un ingreso fijo mensual, logré por aproximadamente 8 meses percibir un ingreso mínimo; sin embargo, por la distancia, porque vivía al norte y trabajaba al sur, gran parte de lo que ganaba se me iba en pasajes. Aunque ya con dos ingresos, el de mi esposo como chivero y el mío como cuidadora, pudimos mudarnos a otra vivienda un poco más acorde a nosotros”, recordó Adelaine.
A pesar de que ambos trabajaban, el nuevo lugar donde vivían no era el mejor, en cuanto al entorno social se refiere, pues pasaron a un estrato 1 (popular) cuando en Venezuela vivían en una zona de estrato 3 (clase media).
La droga y la inseguridad del barrio en el que vivían, así como el factor económico, hicieron mella en el estado de ánimo de Adelaine quien ya tiene 8 meses en su país, en su hogar.
Frustración, depresión y añoranza
Los 3 años de vida en Medellín le enseñaron a Adelaine, entre otras cosas, el verdadero significado de la palabra esperanza, así como el verdadero sentido de la amistad. Aunque a diario agradecía cada experiencia y cada “ángel terrenal” que Dios colocó en su camino, “siempre hubo momentos de frustración, de depresión, de agotamiento, de decirme a mí misma: no voy a poder más con esto”.
De la misma magnitud de su frustración por no cumplir las expectativas que se hizo cuando migró fueron los sentimientos de añoranza, de querer regresar a su país, de volver a ser la profesional que fue en Mérida, su ciudad, “de volver a ser la misma, a sonreír, a sentirme productiva y sentirme viva”, dice para confesar que no poder establecerse económicamente en Colombia la afectó emocionalmente.
Sumó a su estado de ánimo de depresión y tristeza el cansancio y deterioro físico y mental que le producía no poder satisfacer algunas necesidades básicas de sus hijos en áreas de salud, educación, deporte e incluso actividades de recreación “y al colocar todo eso en una balanza, definitivamente pensamos en regresar”.
Felicidad y llanto
La decisión de regresar fue determinante. La familia Torres Urdaneta le colocó fecha a su regreso, así como cuando decidieron salir de Venezuela y aunque ya los cuatro contaban con estatus migratorio regular porque se acogieron al Permiso de Protección Temporal (PPT), no había vuelta atrás. Adelaine narra emocionada su regreso a Mérida, refleja en su rostro la felicidad que sintieron al pisar de nuevo su apartamento, ver sus cosas y disfrutar de ellas.
“Pasé como 20 días llorando cada vez que me reencontraba con alguien”, recuerda sus primeros días en la ciudad, a la que tuvo que adaptarse como si fuera nueva en ella, pues confiesa que Venezuela no se arregló, pero asegura que los migrantes retornan con una fortaleza de cuerpo y espíritu para hacer la crisis más llevadera y acoplarse a varios trabajos y vivir medianamente estables en un país con las condiciones de Venezuela.
“Me siento feliz, agradecida con Dios por haberme permitido retornar a mi país y reactivarme laboral y emocionalmente. No me agota la situación del país porque la clave de quienes regresamos es que vivimos otra realidad que nos fortaleció y nos dimos cuenta de que en Venezuela hay que reinventarse con dos o tres actividades para vivir en un país donde siguen los cortes de luz, escasea la gasolina, se consigue comida cara y se manejan tres tipos de moneda”, dice con franqueza.
Engrosan las estadísticas
Adelaine y su familia ya son emigrantes retornados, para este año quizás engrosen la estadística que en 2022 dio a conocer la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello, la cual reportó en apenas 6% la cifra de los emigrantes retornados.
El estudio señala que “no se vislumbra un proceso de retorno masivo porque no están dadas las condiciones en Venezuela para recibir de vuelta a esa oleada millonaria de ciudadanos que se establecieron en otros países”, vale recordar que, según la plataforma R4V, al mes de junio de 2023, son 7 millones 320 mil 225 venezolanos migrantes y refugiados por el mundo.