La necesidad de atención médica empujó a José David García a cruzar la frontera. Ahora, busca publicar un libro con su historia.
Por Janett Heredia – Periodista Te lo Cuento News
Cuatro protocolos para optar por un trasplante. Seis años de negación para, finalmente, aceptar su condición de salud. 11 meses ininterrumpidos recluido en un hospital. Un libro autobiográfico para el cual aspira un patrocinio, porque la suya es una experiencia aleccionadora que merece llegar a todos los rincones.
Esta es la historia de José David García, un migrante venezolano diagnosticado con insuficiencia renal crónica, quien asumió como propósito inspirar y motivar a otros.
Ni tan paciente
Un diagnóstico reciente atribuye su insuficiencia renal al Síndrome de Alport, un trastorno genético que afecta principalmente el funcionamiento de los riñones y puede desencadenar también problemas en los sentidos de la vista y el oído.
Este dato adquiere relevancia frente al hecho de que a los 12 años vio cómo la insuficiencia renal le arrebató la vida a su hermano de 21, César Alejandro Salas, estudiante de la Universidad del Zulia y saxofonista.
Tal vez eso explique también por qué José David, promesa deportiva del estado Zulia, tuvo que abandonar las canchas de voleibol a los 16 años, cuando la selección regional le abría la puerta grande. En aquel tiempo un desbarajuste en los valores resultantes de un examen médico disparó las alarmas: otro caso de insuficiencia renal crónica.
Desde entonces han transcurrido 13 años de hemodiálisis. En Venezuela cumplió dos veces el protocolo para optar por un trasplante, pero no se concretó.
La serenidad y aplomo con que se conduce evidencian que ha cultivado la paciencia. Pero no es de esos pacientes que ante los pronósticos médicos suelen transformarse en sujetos pasivos, a merced de las circunstancias. “La insuficiencia renal me enseñó a no buscar excusas… ¿Por qué no mejor buscar motivos para seguir creyendo?”.
Fue así como tomó el control de su vida y se encontró un día pedaleando para cruzar el puente sobre el lago de Maracaibo en una competencia ciclística, sin importarle el catéter insertado en su pierna. Llegó de último, por cierto, pero disfrutó la carrera con la misma intensidad con que saborea hasta el agua que bebe. Hizo suyo el lema “o me muero viviendo o no vivo”.
Viendo agudizada la crisis hospitalaria en su país de origen, en agosto de 2016 José David siguió el consejo de Marcos Polo, otro paciente que estaba siendo muy bien atendido en Cartagena de Indias y partió a la ciudad colombiana en compañía de su madre, María Pérez.
Su estado de salud, entonces delicado, empeoró por el estrés de un viaje improvisado y por la estafa de la cual fueron objeto por parte de un personaje que les había prometido agilizar su legalización en Colombia.
En el Hospital Universitario del Caribe le garantizaron el tratamiento mientras ponía en regla su documentación para afiliarse a una entidad promotora de salud. Ello extendió su reclusión en el nosocomio durante 11 meses.
Mejor a blanco y negro
Sin poder salir del hospital, halló en la escritura un escape para drenar todo lo que sentía: estrés, ansiedad, tristeza, soledad, rabia y frustración.
Comenzó escribiendo notas para enamorar a una doctora y terminó blandiendo el lapicero contra el pasado que lo atormentaba, recordándole lo que fue y ya no era: su vida de atleta, su patria, su cultura y todo lo que había dejado atrás.
De tanto escribir ya está terminando de dar forma al libro “Mejor a blanco y negro que a corazón sangriento”, donde expone sus reflexiones sobre todo el proceso que le ha tocado enfrentar, así como vivencias de su difunto hermano, de su amigo Marcos Polo, quien pasó a engrosar los registros de decesos por Covid, de compañeros que “se perdieron en la trocha” o atletas que fallecieron aun gozando de perfecta salud mientras él sigue respirando pese a las limitaciones. “Tu perspectiva de la muerte cambia cuando la vida arde dentro de ti”, acota.
La moraleja de la realización personal desde el aprovechamiento de los talentos en función de alcanzar una vida plena, independientemente de cualquier circunstancia, es lo que quiere comunicar. Por eso, aparte del libro que está escribiendo, transmite su mensaje a través de charlas que impartió durante dos años a bordo del Transcaribe y que está dispuesto a llevar a dónde le soliciten. Inspiración y motivación es su eslogan.
Que tu viaje valga la pena
Actualmente, acaba de completar por cuarta vez su protocolo de trasplante, quién quita y pueda contar al fin con un riñón. Pero en vez de esperar, se dedica a vivir con la intensidad de quien valora el simple hecho de existir.
“Después de seis años de depresión, empecé a vivir sin que me importara nada. Sin preocuparme por la comida o porque se me infecte el catéter, si los exámenes saldrán bien, si me aceptarán en lista de espera”…
Su condición de salud, lejos de ser un impedimento, se convirtió en el incentivo para desarrollar habilidades y generar ingresos como diseñador gráfico y agente de mercadeo.
De hecho, en una temporada hasta convino un trueque con una institución prestadora de servicios de salud (IPS): él le hacía publicidad y a cambio esta le facilitaba los equipos de computación con los que perfeccionó la práctica en diseño gráfico y audiovisual.
En el plano personal, desde hace tres años saborea las mieles de una relación amorosa con Sugey López, una bacterióloga oriunda de Puerto Colombia.
“Haz que tu viaje valga la pena”, es su mensaje para instar a los venezolanos a no conformarse con las condiciones que circunstancialmente les toque vivir, estén donde estén. “No es migrar para depender de los demás; se trata de superarte a ti mismo”.