Carlos Rivero emigró primero a Surinam y luego a Panamá. Allí vendió aguacates en las calles para ayudar a sus padres en Venezuela y pagarse sus estudios. Ahora se tituló como administrador de empresas.
Por Letty Vásquez Bravo – Te lo Cuento News
Un video que mostraba a un joven colocándose una toga y su birrete, recorriendo las calles en Panamá, estrechando manos en agradecimiento por su título universitario, logró conmover a las redes sociales y a medios de comunicación, que no dudaron en contactarlo para conocer su historia.
Se trata de Carlos Rivero Quijada, un joven margariteño que forjó su futuro brillante en las calles de Panamá, que no dudó en dignificar su trabajo como vendedor callejero de aguacates, pues sabía que así podría cumplir la meta que lo llevó a ese país de Centroamérica: licenciarse como Administrador de Empresas, sueño que cumplió hace apenas unos meses.
Rivero jamás pensó que aquel video que grabó junto a su novia, y cuyo propósito era enviárselo a sus padres para hacerlos sentir orgullo por el título logrado en aquel país, iba a viralizarse y lograr superar las 300K vistas.
“Cuando lo publiqué tenía si acaso 40 seguidores, de familia y amigos, pero el video se comenzó a difundir hasta darnos hoy una plataforma que nos está permitiendo ayudar a otras personas”, señala aún sorprendido.
Carlos Rivero ha tejido una comunidad que hoy superan los 9 mil seguidores, y que aspira seguir aumentando con el propósito de seguir ayudando a los demás.
Del Valle de Pedro González a Panamá
Cuenta Carlos que a sus 19 años decidió partir hacia Surinam, dejando atrás su hogar y sus padres en el Valle de Pedro González de la Isla de Margarita. Partió para atender una oferta de trabajo, allí permaneció dos años, explica que entre otras razones, se decidió a iniciar una segunda migración hacia Panamá, porque su meta siempre fue culminar sus estudios. Había estudiado hasta sexto semestre de contabilidad y quería obtener un título universitario.
“En el 2017 llegué a Panamá y comencé a buscar cupo para estudiar, en ese momento no había otra manera de legalizarse que era a través de una Visa de Estudios. A la semana de haber llegado me inscribí en la universidad, allí tenía un sistema de cuatrimestres, que tenía un costo de 670 dólares aproximadamente, y me daban la oportunidad de pagarlo por mes. Una vez inscrito comenzó el desafío, trabajar para pagar los estudios, ayudar a mis padres y subsistir”.
Confiesa que su realidad cambió 180 grados, “no conocíamos a nadie, no sabíamos de nadie y todos estábamos conociendo ese país y entonces nos tocaba comenzar de cero como todo migrante”.
Gracias al aguacate
Fue otro venezolano, que luego se convirtió en su amigo y que tenía poco más de un año en Panamá, que conoció el negocio callejero del aguacate. “Él nos fue dando a conocer con algunas otras personas, haciéndonos el contacto en el negocio. El primer día de trabajo debía vender dos cajas de aguacate, para los otros vendedores, decían que era fácil. Eran aproximadamente 48 aguacates a 1,50$, a 2$ cada uno, con eso, contando los gastos, te venían quedando como 45$ diario, si vendías las dos cajas. Ese primer día yo no vendí ni la mitad de una caja”.
Confiesa que había días buenos y días muy malos, pero siempre se enfocó en lograr su meta de titularse. Ese pensamiento lo mantuvo con la esperanza de lograrlo. “Salía al mercado en horas de la madrugada para estar en el semáforo ya a las 8:00 a.m., allí estaba todos los días hasta las 5:00 p.m., para irme corriendo a la casa, que gracias a Dios quedaba cerca de la estación de metro y me dejaba cerca de la Universidad, donde ingresaba a las 5:30 p.m. hasta las 9:00 de la noche. Y así fueron pasando los días, los meses y los años, hasta que me recibí como administrador de empresas en este país”.
Dice que para aferrarse a su sueño debió tener mucha fuerza mental y que este logro se lo debe a todos los que lo rodearon, en ellos consiguió la motivación que necesitaba. “Como éramos de Margarita, éramos como familia, todos nos apoyábamos”.
Un día de esos realmente malos, de esos en los que llovía fuertemente y las ventas mermaban, dice Carlos que decidió tomarse una foto, todo mojado, y se la envió a su novia, “y le dije algún día voy a necesitar esta foto porque en algún momento tiene que cambiar mi realidad, y ese día le iba a agradecer al aguacate por todo lo que me ha dado”.
Cadena de favores
Carlos Rivero, este joven venezolano, hoy administrador de empresas, egresado de la Universidad Americana de Panamá, señala que llegó el momento de retribuir por los logros alcanzados. Por ello, debido a la popularidad lograda en sus redes sociales, ha creado una plataforma social que ha denominado #CadenaDeFavores, que según explica en sus redes, busca resaltar la vida y los sueños de otros, para ello en sus redes señala: “Si conocen alguna situación que necesita ser visibilizada, ya sea algún niño con un talento extraordinario o una persona que esté trabajando fuertemente para lograr sus sueños u objetivos o alguien que necesita ayuda, aquí les explicamos cómo pueden hacerlo”.
Así es este joven, soñador, ambicioso y agradecido, y quien nos invita con su ejemplo de vida a convertirnos en el escalón que le falta a otra persona para lograr su sueño.
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