Una gota de agua en el desierto

Por: Sergio Bueno Aguirre SergioBuenoAgu1

Uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) considera la migración como una de las prioridades mundiales para poder poner fin a la pobreza y las desigualdades sociales, al señalar el compromiso de los países en: “…facilitar la migración y movilidad ordenada, segura, regular y responsable; mediante la aplicación de políticas migratorias planificadas y bien gestionadas…”. Un propósito desde todo punto de vista loable y humanitario, que reconoce un fenómeno latente que está en crecimiento en el mundo, pero que sin lugar a dudas implica grandes retos para las naciones.

En Colombia, la actual coyuntura y el crecimiento exponencial de la llegada de venezolanos demanda acciones rápidas y puntuales. Estas tareas son un laboratorio de nuevas experiencias para el país, que cuenta con el acompañamiento de la cooperación internacional y de diferentes organizaciones de carácter humanitario. Las estrategias de atención que se realicen entre diferentes entidades, adicionalmente, deben tener en cuenta la complejidad de la geografía nacional y su contexto, con enfoques diferenciales en cada región del país. Unas con más necesidades que otras, golpeadas por la pobreza, con afectaciones climáticas diversas que hacen difícil el diario vivir, incluso para los mismos habitantes de estas zonas.

Ante esta realidad, en La Guajira nació una propuesta exitosa con un claro enfoque étnico que se inició en junio de 2018  y ya tiene más de 5.414 beneficiarios. Entre ellos hay cerca de 480 familias de la comunidad wayuu de las dos naciones y otras 100 familias colombo-venezolanas. El programa reconoce una dimensión de la migración desde lo urbano y también desde lo rural; esta última, pareciera, no ha sido considerada en su verdadera dimensión en un país con claro potencial de desarrollo agroalimentario.

Este proyecto priorizó los hogares de acogida y la atención para las mujeres lactantes y/o gestantes, la primera infancia; niños, niñas y adolescentes en estado de desnutrición, adultos de la tercera edad y mujeres en situación de calle, con el objeto de aumentar la autosuficiencia alimentaria y la diversidad dietaria.

Esto significó en La Guajira superar problemas de agua, por medio de la habilitación de pozos profundos, molinos de vientos, paneles solares, sistemas de riego por goteo, entre otras acciones. Este trabajo permitió la producción de ají, frijol, sorgo, pepino, berenjena y tomate. Además de actividades enfocadas en la reproducción de caprinos y leche para su auto sostenimiento.

Dice un proverbio chino: “regala un pescado a un hombre y le darás alimentos para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para toda la vida”. Pareciera una frase inspiradora para esta experiencia que adelantó la Fundación Acción contra el Hambre, con el apoyo de USAID, que contó con cerca de 950.000 dólares de inversión, y que llegó a La Guajira con el propósito de identificar y apoyar desde la visión de la seguridad alimentaria y medios de vida a las comunidades más vulnerables de la región, la población de acogida, retornados y venezolanos, que en su mayoría (un 70 por ciento) llegan del estado venezolano de Zulia.

Por otro lado, el proyecto, en su enfoque urbano, implementó la estrategia ‘cash humanizado’, que capacitó de manera integral a los migrantes en labores como: la preparación de alimentos, panadería, repostería y artesanía. Las historias de vida de los beneficiarios dan constancia del cambio de actitud emocional del migrante hacia el optimismo y la resiliencia.

Una gota de agua en el desierto que da esperanza a La Guajira, tanto para población de acogida, como para retornados y venezolanos de la etnia wayuu, bien merece una mirada a nivel nacional. Y es una invitación para que se convierta en modelo de oportunidades, incluso para la migración que llega a los centros de acogida y de atención integral en las diferentes ciudades del país, como una opción para generar capacidades de autosostenimiento y opción de vida en Colombia.  
 


*Exdirector de Migración Colombia / Director Instituto de Estudios Migratorios y Paz



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Por: Sergio Bueno Aguirre  @SergioBuenoAgu1