¿Aqué se puede atribuir la imagen negativa de los venezolanos en nuestro país que aumenta día a día? ¿Cómo se explica que la llegada de más de 1.400.000 venezolanos se perciba como un problema de seguridad y un factor generador de informalidad y desorden en nuestras ciudades más que como una oportunidad para crecer y enriquecernos como sociedad?
Me lo pregunto a propósito de los resultados de la encuesta Colombia Opina de Invamer publicada la semana pasada que muestra una vez más, en consonancia con otras encuestas nacionales y regionales, la percepción negativa que tienen los colombianos de los migrantes venezolanos que han llegado al país para quedarse. Esto refleja que no está siendo efectiva la respuesta que se le está dando a un fenómeno que hace menos de cinco años era imperceptible, pero que hoy es parte de nuestra realidad.
Los resultados de esta medición deben ser interpretados como una señal de alerta frente a los brotes de xenofobia que se pueden estar incubando en todo el país. No hay política o estrategia nacional y regional para la inclusión multidimensional de los migrantes que funcione sin el respaldo de la sociedad, una que hasta el momento desconoce y desprecia los aportes y oportunidades que puede traer la migración, y que no ha sido escuchada y tenida en cuenta en este tiempo.
Mi experiencia en el Consulado General de Colombia en Chile, desde 2015 hasta mediados de 2016, me dejó como enseñanza que cualquier estrategía o política estatal que busque mejorar las condiciones de inclusión debe estar necesariamente dirigida a lo local; al barrio como su mínima expresión político administrativa. También es necesario que sea fuerte en temas como la seguridad, la información y el fortalecimiento institucional de las entidades migratorias que tienen la obligación de caracterizar e identificar posibles amenazas y riesgos frente a esa migración criminal indeseada en todos los países.
Durante el 2000 una migración de jóvenes estudiantes y profesionales colombianos llegó a Chile a trabajar especialmente en el sector de la salud. Rápidamente, los jóvenes se destacaron por sus calidades profesionales. Luego, a partir de 2015 llegó una segunda ola migratoria compuesta principalmente por mano de obra no calificada con la intención de trabajar en los nuevos servicios generados alrededor de la economía minera. En esta época se empezaron a presentar problemas de convivencia, microtráfico y otros tipos de criminalidad que, si bien eran casos esporádicos, empezaron a afectar la percepción positiva de nuestra nacionalidad.
En este sentido, el trabajo que adelantamos desde el consulado y el gobierno de Chile se concentró en dos estrategias que tenían como objetivo gestionar esta migración, y generar procesos y acciones concretas que permitieran superar las situaciones adversas que se venían presentando. Primero, en el trabajo desde lo local con las comunidades, los vecinos, las organizaciones de migrantes, y aprovechando los parques como punto de encuentro para realizar ferias en donde la gastronomía, la cultura y el emprendimiento eran una excusa para reconocer los talentos y visibilizar los aportes en lo social y económico.
Simultáneamente, las autoridades chilenas y colombianas se unieron para intercambiar información, identificar a los migrantes, y realizar consultas permanentes en bases de datos con organismos internacionales de seguridad. Todo esto con el propósito de generar confianza sobre quiénes llegaban para cambiar la mirada de desconfianza por una de fraternidad.
Si bien es cierto que el caso colombiano no existe ninguna comunicación con el servicio de migraciones de Venezuela, el empeño debe ser entonces fortalecer institucionalmente a la autoridad migratoria inyectándole mayor presupuesto, más tecnología, recursos humanos y, en general, capacidades para procesar información.
Ciudades como Bogotá y Cali han hecho un gran esfuerzo por generar estrategias efectivas de asistencia y atención a los migrantes, y continúan avanzando en busca de definir acciones concretas que representen un modelo propio para generar oportunidades e inclusión social, económica y laboral. Bogotá, a través del Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal (IDEPAC) viene consolidando este modelo, a través de la participación ciudadana en las veinte localidades de la ciudad, para encontrar y descubrir esos talentos que están en el anonimato.
Este tipo de ejercicios permitirán dinamizar nuevos escenarios positivos relacionados con la migración que puedan ser replicados en otras ciudadades del país. A la vez se debe cambiar el enfoque de las noticias para mostrar una migración más humana, con talentos y potenciales aportes, que una relacionada con la criminalidad y el rechazo.
*Exdirector de Migración Colombia / Director Instituto de Estudios Migratorios y Paz
Las opiniones de los columnistas en este espacio son responsabilidad estricta de sus autores y no representan necesariamente la posición editorial de PROYECTO MIGRACIÓN VENEZUELA.
Por: Proyecto Migración Venezuela @MigraVenezuela