La organización, nacida en 2014, en uno de los momentos más intensos de represión, recolecta medicinas, insumos médicos hospitalarios, alimentos no perecederos y provee la logística para su distribución.
Alicia La Rotta – Periodista Te lo cuento news
Los destinos extraordinarios a menudo emergen en medio de las circunstancias más extraordinarias. En el año 2014, un viento de inquietud y malestar soplaba en las calles de Venezuela. Los disturbios y la represión se habían apoderado de la nación, y en ese sombrío telón de fondo, desde Estados Unidos, Marisol Dieguez y su hija mayor, Cristina, una oficial de policía del condado de Doral, en Florida, tomaron una decisión que cambiaría sus vidas para siempre: hacer algo para ayudar, porque no se podían permitir ser testigos inertes ante la terrible represión contra los venezolanos, y en especial, contra los jóvenes que tan solo querían estar a la altura de sus principios libertarios.
Ante la impotencia que las embargaba, madre e hija se encontraron buscando una manera de marcar la diferencia. “Empezamos a llamar a la ONU, a otros organismos internacionales, fuera de Venezuela”, narra Marisol. Su objetivo era claro: alertar al mundo sobre la situación en su país natal. Sin embargo, sus llamados se encontraron con sordos oídos. “Nadie nos ponía atención”, confiesa Marisol con un dejo de frustración en su voz.
Fue en medio de esta aparente impotencia que surgió la idea de llevar a cabo una recaudación de fondos para enviar primeros auxilios a Venezuela. La colaboración del dueño de un restaurante local, Lorenzo, sería clave en este punto de inflexión. “Hicimos la recaudación puntual y a los pocos días, una buena amiga, Maru Pardo, nos propuso hacer un Megatón”, recuerda Marisol.
Aquel ‘Megatón’ fue un punto de inflexión. La comunidad se unió con un solo propósito: aliviar el sufrimiento en Venezuela. La recaudación superó todas las expectativas y dio a luz a una esperanza que Marisol y Cristina abrazaron con fervor. Las donaciones fluían, las manos se extendían y la solidaridad se convertía en el lema de esta incipiente organización.
10 millones de libras de ayuda
El 14 de febrero de 2014, fundaron el Programa de Ayuda Humanitaria para Venezuela, dedicado a recolectar medicinas, insumos médicos hospitalarios, alimentos no perecederos y proveer la logística necesaria para su distribución gratuita a diversas instituciones sin fines de lucro en Venezuela.
Con el tiempo, la labor de Marisol y su equipo se convirtió en un faro de luz en medio de la oscuridad que envolvía a Venezuela. “Hasta la fecha, hemos enviado más de 10 millones de libras de ayuda humanitaria”, declara Marisol con orgullo. Pero esta cifra no es solo un número; es el reflejo del esfuerzo incansable de innumerables personas que han donado, colaborado y apoyado la causa.
De ser un equipo de 5 personas, ahora son más de 1.500 voluntarios en Estados Unidos y Europa que han hecho posible ayudar a 100 instituciones en Venezuela. La conversación se llena de detalles: medicinas, insumos médicos, equipos hospitalarios, estrictas normas y registros que cumplir tanto en Venezuela como en Estados Unidos, ante el departamento de Agricultura e Impuesto. Pero, sobre todo, el énfasis está en la lucha constante por no rendirse.
Desafíos y Determinación
Sin embargo, el camino no ha estado exento de desafíos. Marisol reflexiona sobre el futuro de la organización con una mezcla de esperanza e incertidumbre. “El costo de los envíos se hace insostenible”, admite. “Si ya veníamos pasando trabajo recaudando recursos para el envío del material, ahora con el incremento que el régimen que acaba de hacer, se exige un pago del 32% del valor de una factura que no existe, porque en letras grandes debo decir que en las donaciones no tienen valor comercial, no se venden, ni existe alguna factura para que nos cobren, o en su defecto 38 dólares por cada caja. Por eso muchas fundaciones de hecho se terminaron de desactivar, porque la dictadura cada vez la está poniendo más difícil a través de las aduanas”.
A pesar de que los obstáculos han aumentado, el espíritu de lucha y la determinación no han menguado. Marisol y su equipo enfrentan el futuro con valentía, dispuestos a encontrar soluciones y mantener la llama de la esperanza encendida.
Su salud y relaciones familiares también han enfrentado desafíos importantes durante esta década, que tuvo que aprender a priorizar a la familia, o su cuidado personal, sobre esta importante misión.
Marisol Dieguez y su “Programa de Ayuda Humanitaria para Venezuela” son ejemplos vivos de que, incluso en medio de la adversidad más abrumadora, la compasión y la acción pueden traer luz a la oscuridad. A medida que su trabajo continúa y su legado se expande, su historia seguirá siendo una fuente de inspiración para todos aquellos que buscan hacer del mundo un lugar mejor.