Este año, la edición 59 del Festival Internacional de Cine de Cartagena está dedicada a la migración y al mestizaje. De las 166 producciones que serán exhibidas durante la semana del festival, siete están dedicadas al tema de la migración. De esas, sólo una habla de lo que está pasando en Colombia con la llegada de venezolanos al país: Vendo pipas, un cortometraje que retrata la competencia diaria entre colombianos y venezolanos que viven de las ventas informales en las calles de Cúcuta. El corto se rodó en la capital de Norte de Santander en mayo del año pasado, después de conseguir el patrocinio del Fondo de Desarrollo Cinematográfico.
Proyecto Migración Venezuela conversó con su director, Juan Diego Aguirre, acerca de su producción y de la importancia del cine para acercarse a un fenómeno como la migración.
PMV: ¿Por qué hacer un cortometraje como Vendo Pipas?
Juan Diego Aguirre: Yo soy venezolano, pero hace muchos años vivo en Colombia porque mi familia es colombiana. La vida da muchas vueltas y terminé viviendo en Cúcuta. Yo tengo un poco de los dos lados, soy veneco, mejor dicho, porque también tengo cédula colombiana. Sé lo que es vivir en frontera. Ya en 2016 se empezaba a sentir la tensión. Con todo lo que estaba pasando en mi ciudad, con la cantidad de personas que estaban llegando, me imaginé que algo como lo que refleja el cortometraje iba a pasar. Era una tensión que se vivía y se sentía todos los días en las calles de Cúcuta. Ahí surgió la idea. Escribí el guión en 2016, al año siguiente pasamos el proyecto al Fondo de Desarrollo Cinematográfico, lo aprobaron y en 2018 rodamos.
PMV: ¿Cómo se vive la migración en Cúcuta?
J. D. A.: En 2016 y 2017 fue muy duro. A las personas les empezó a molestar incluso ver a los venezolanos porque decían que les quitaban los empleos. Esa era la principal queja. Las cosas aquí no son fáciles. Varias veces vi cómo los colombianos pateaban las cosas en la calle a los venezolanos, su mercancía, y les gritaban: “vete de aquí, vete para tu país, chamo, chavista”. Los cucuteños y los venezolanos están en el mismo territorio y todos son informales.
Cúcuta es una de las ciudades con más desempleo que hay en Colombia y aquí reina la informalidad. No hay trabajo y llegan los venezolanos a competir en lo poquito que hay. A esta ciudad le ha tocado muy duro. Aquí hay mucha pobreza, hay informalidad, y ahora hay que atender a los venezolanos.
PMV: Usted también ha sido migrante, ¿Cómo fue su experiencia?
J. D. A.: Cuando estaba en Venezuela, hace como 20 años, era un país muy rico. Cuando vine a Colombia todo me parecía diferente: para mí era un pueblo, casi todo lo que conocí era rural. Cúcuta me parecía un lugar muy pequeño, un pueblo con pocos edificios, no había sistemas de transporte, me parecía muy feo y, además, no conocía a nadie. Pero las personas en Colombia fueron muy amables, a diferencia del venezolano que es muy frío. Los colombianos me adoptaron. Por eso me siento colombiano. Al final son culturas que se parecen, y mucho.
Juan Diego Aguirre nació en Venezuela, pero desde pequeño se fue a vivir a Colombia. | © Cortesia Juan Diego Aguirre
PMV: ¿Cómo fue producir un cortometraje sobre migración en una ciudad que vive el fenómeno directamente?
J. D. A.: Fue durísimo. Nosotros llevábamos un año grabando otro corto que se llama Veneca, justo cuando más estaban llegando personas desde Venezuela. Ellos dormían en las calles, en todo lado y se empezaron a molestar porque les parecía que solo queríamos mostrar la cara mala de los venezolanos. Había tensión cuando grabábamos en la calle con ellos.
Con Vendo Pipas pasó algo parecido, pero además ya había xenofobia. En el parque donde grabamos hubo varios momentos de tensión, porque los colombianos peleaban con los venezolanos. Un día llegó la policía de migración y todos los venezolanos se fueron corriendo del parque. Empezaron a investigar a los actores venezolanos del cortometraje, y ellos se escondieron porque les pedían papeles y tenían miedo de que se los llevaran y los deportaran. Ellos se escondían y luego volvían a grabar. Fue difícil.
PMV: Usted hizo una convocatoria en Cúcuta para conseguir a los actores y actrices que participaron en el cortometraje, ¿cómo fue ese proceso?
J. D. A: Ya conocía gente, amigos, que les gustaba la actuación, porque desde hace varios años hemos venido haciendo producciones en Cúcuta, muy locales y sin muchos recursos. Me gusta hacer los productos audiovisuales con personas que no son actores o con actores naturales. Cuando abrimos la convocatoria se inscribieron más de 60 personas y escogimos a los mejores para cada personaje. Los protagonistas son venezolanos de verdad, que migraron a Colombia por la crisis en su país, colombianos que retornaron desde Venezuela por lo mismo, y cucuteños. Después de más de dos meses de talleres de actuación estuvieron listos y al final logramos que se contara una historia verídica.
PMV: ¿Por qué es importante mostrar eso que retrata el cortometraje?
J. D. A.: Porque es lo que está pasando. Y es algo histórico. Colombia sabe lo que es el desplazamiento interno por la violencia, porque lo ha padecido por más de 50 años, pero lo de los venezolanos pasó en menos de tres años. El choque es por eso; llegaron muchas personas en poco tiempo y parece que todo está colapsando. Hasta colapsa la sociedad por esas tensiones que casi siempre terminan en violencia. Es importante mostrar eso.
Estos años en Cúcuta lo que más he visto es esa disputa por las calles, las esquinas para vender, el lugar en el parque. Es la batalla de la informalidad. Me pareció algo interesante de mostrar y que tal vez las personas no conocen de esa forma. Estoy seguro de que eso no solo pasa en Cúcuta. A nivel nacional también está pasando. Hay que mostrarlo, desde los dos lados. Tanto desde el lado colombiano como del venezolano.
PMV:¿Cómo han recibido el cortometraje los colombianos?
J. D. A.: Mientras grabábamos el cortometraje, la gente estaba curiosa por lo que estábamos mostrando, pero no decían nada. Cuando empezamos a dar a conocer más el tema de Vendo pipas, los cucuteños son más receptivos porque sabe que eso está pasando, es una realidad y debe ser contada. Todavía no hemos estrenado, nadie ha visto el corto. Habrá que esperar a ver su reacción.
PMV: ¿Por qué acostumbra narrar Cúcuta a través de la violencia?
J. D. A.: Cúcuta existía antes de la migración. Y la violencia en Cúcuta también existía, así nadie le parara bolas. Recordemos que Norte de Santander es el segundo productor de coca a nivel nacional. Fenómenos como el paramilitarismo y la guerrilla golpearon a Cúcuta, y a eso hay que sumarle el contrabando de gasolina desde Venezuela. Las fronteras en Colombia están olvidadas y, por ser frontera, aquí convergen una cantidad de problemáticas, que son muy difíciles de superar. A Cúcuta solo le pararon bolas por la migración. Yo digo que a esta ciudad la usan para beneficio político por lo que está pasando con los venezolanos; de resto, Cúcuta tiene muchos problemas. Me parece importante mostrar eso porque nosotros no hacemos parte de la memoria de los colombianos.
PMV: ¿Qué opina de que la migración sea el tema de esta edición del FICCI?
J. D. A.: Me parece que es reconocer que lo que está pasando es un evento histórico. Es el momento de contar este fenómeno social de la migración desde el punto de vista latinoamericano, para empezar a conocerlo. Esta es una oportunidad para mostrar las historias de los latinoamericanos, también los mexicanos, los centroamericanos hacia Estados Unidos. No puede haber un mejor momento para contar esas historias. Además, esta migración también es una oportunidad para producir cine creado por colombianos y venezolanos.
PMV: Desde su trabajo como director, ¿cuál cree que es el papel de la cultura, especialmente del cine, en situaciones como la que está afrontando Colombia como la migración?
J. D. A.: El cine nos permite conocer las historias de otras personas. Al final, eso es lo que nos falta, porque los venezolanos son personas como nosotros. En este momento necesitan ayuda y con las películas uno puede contar eso. Debemos ayudarnos.
Por: Juliana Peña @Julianapg