El frío no es impedimento para que los migrantes venezolanos se radiquen en Pamplona. Más de dos mil de ellos se han instalado en esa ciudad de Norte de Santander, que cuenta con 60 mil habitantes. Jorge Luis Domínguez Pérez es uno de ellos. Llegó con su familia en 2018, huyendo del asedio del gobierno chavista, según él, por ser un líder político y pertenecer a uno de los partidos más populares de Venezuela: Acción Democrática.
Es ingeniero agrónomo, topógrafo y líder por naturaleza. Desde temprana edad, estuvo ligado a las actividades comunitarias de su natal estado Lara, trabajó con disciplina y ocupó cargos importantes en organizaciones agrícolas. Fue diputado suplente e incluso parlamentario. En 1996 llegó a ser viceministro encargado de Agricultura.
Luego, cuando llegó al poder Hugo Chávez, las cosas le empezaron a cambiar y arrancó una persecución en su contra. El gobierno le expropió dos fincas, una en el estado Trujillo y otra en el Mérida, en Los Andes venezolanos. También le fue arrebatada una casa en Quíbor, estado Lara.
«El gobierno chavista nos agarró el número, como decimos coloquialmente allá. Llevamos el liderazgo desde nuestro partido y nada que tenga que ver con democracia le gusta a ese gobierno dictador»
Jorge Luis Domínguez, solicitante de refugio
Durante las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro, en los años 2014 y 2017, Domínguez se mantuvo activo frente a la dirigencia política de Acción Democrática en Barquisimeto, la capital de Lara. Eso le valió ir a la cárcel un par de veces. La primera, por hechos ocurridos en frente de la sede del Consejo Nacional Electoral (CNE). “Fuimos agredidos por la Guardia Nacional cuando llegamos a reclamar porque nos estaban robando las elecciones”, relata con impotencia.
Otra vez fue encarcelado en medio de golpes y empujones de funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) por defender a unos jóvenes protestantes. “Siempre me han puesto el ojo, me amenazaron y por eso huí a Colombia”, dice.
Pamplona lo recibió a él y a su familia el 3 de enero de 2018 con pocas cosas encima,más allá de las expectativas por una nueva vida. Esas, precisamente, le hicieron seguir el viaje hasta Bogotá -esta vez solo- para hacer los trámites y solicitar la condición de refugiado, que casi tres años después le aprobaron el 21 de diciembre de 2020.
Mientras tanto, Domínguez trabaja por sus paisanos en Norte de Santander. Ha sido voluntario para diferentes campañas y es un fiel colaborador en la casa albergue de Martha Duque, uno de los centros humanitarios que presta ayuda a la población caminante venezolana en Pamplona.
Con la aprobación de su solicitud de refugiado, Domínguez podría extenderles la visa a sus hijos y a su esposa, sin embargo, le espera un gasto que podría ser inalcanzable: un millón de pesos aproximadamente.
Por: Rafael David Sulbarán @rafaeldsulbaran