Esta es la historia de una migrante venezolana, quien relató a Médicos Sin Fronteras (MSF) su travesía por la Selva del Darién, entre Colombia y Panamá.
*Ana es una venezolana que huyó de su país porque estaba pasando hambre y muchas necesidades. Tiene tres meses de embarazo y aún en esa condición se atrevió a cruzar caminando la peligrosa selva del Darién, por donde están atravesando cientos de migrantes y refugiados con el propósito de llegar a Panamá y finalmente a Estados Unidos.
Al llegar a Panamá, la mujer recibió atención primaria de salud en un puesto humanitario y relató a un equipo de la organización internacional Médicos Sin Fronteras cómo fue la odisea que vivió durante su trayecto migratorio por el Darién, una zona boscosa y pantanosa, tan extensa como peligrosa.
En Venezuela, Ana comía solo una vez al día. Comenzó a escuchar sobre la vida en Estados Unidos y “el sueño americano” y se animó a emigrar con la idea de que si se iba ayudaría a su mamá que sufre de los riñones y no puede comprar su tratamiento.
Cuando ella anunció en su casa que iba a cruzar el Darién de inmediato le dijeron que si estaba loca, pero no la detuvieron. Con su trabajo vendiendo café, pan y dulce logró completar 30 dólares para el primer pasaje de Barquisimeto a San Antonio del Táchira. De ahí comenzó hasta llegar a la ciudad de Cúcuta, en Colombia.
Luego empezó a pedir dinero para poder moverse: le daban aventones, una frutica, y así fue hasta que llegó hasta Necoclí. Allá siguió pidiendo colaboraciones y logró reunir 120.000 pesos colombianos. Le rogó a los de las embarcaciones que le rebajaran el pasaje y la ayudaron a llegar hasta Capurganá.
“En Capurganá, si usted tiene plata, paga un guía y empieza a caminar con él. Yo no tenía plata, así que caminé varias horas hasta que llegué a un refugio de donde salía la gente hacia Panamá. Cuando vi que estaban todos los grupos de personas migrantes listas para salir con los guías, me les fui detrás”, contó la mujer de 23 años.
Ana pasó ocho días caminando en la selva del Darién. Había momentos en que andaba y andaba y el grupo de personas llegaba al mismo sitio. El calor la puso desesperada, le daban ganas de vomitar. Se hizo una herida en el pie, de tanto caminar.
“Yo no dormí bien ahí, quién va a dormir bien ahí. Eso fue una pesadilla. Esa selva es fea. Eso es horrible. Uno ve muchas cosas, escucha muchas cosas. Ahí violan, ahí matan. Yo vi un muerto tirado en el río. Vi el cuerpo sin cabeza, sin piel, ya estaba deshaciéndose. Son muchas cosas feas las que uno ve y oye. A unas mujeres las querían violar y entonces el marido se puso a pelear con los encapuchados y lo mataron. A él lo mataron y a las mujeres igual las violaron. Gracias a Dios en ese momento yo iba adelantada en la vía y me enteré cuando llegaron después y me contaron”, rememora con miedo.
La migrante venezolana asegura que el que no puede cruzar la selva del Darién se muere. Recuerda que en el camino vio a un muchacho que ya no podía caminar más, tenía los pies hinchadísimos, grandísimos, rotos. Estaba en la orilla del río. El grupo de acompañantes que iba con Ana llegó y trató de ayudarlo, pero no podían con él, era muy pesado. Entonces lo levantaron y lo pusieron más arriba, por si crecía el río. Le dejaron una carpa, una cocinita, comida y medicamentos para que cuando él se sintiera bien, pudiera continuar.
“A alguien que quiera cruzar el Darién yo le diría que uno tiene que ser muy valiente porque esto es muy feo. Cuando andas por el pantano, crees que no vas a salir. Si te desesperas, es peor. Yo antes de pasar veía videos, los buscaba en Tik Tok, ahí salen muchas cosas. Yo pensaba que el que quiere, puede. Pero la verdad es que lo que uno vive ahí es feo. Cuando uno va caminando y ve un cuerpo ahí tirado, piensa en que sus familiares lo están esperando también, uno siente una tristeza muy grande, a uno se le arruga el corazón. Ahí es cuando tienes que ser más valiente”, dice la migrante.
La mujer iba con algo de ropa y comida, que no le alcanzó para todo el camino, pero agradece que siempre Dios le presentó un ángel y la ayudaban con alimentos como un paquetico de dulce. Cuando logró cruzar la selva del Darién, los de Migración Panamá le dieron comida. Luego, en el puesto de Médicos Sin Fronteras, los médicos la examinaron para verificar que todo estuviese bien con su bebé.
Ahora continuará su camino forzado. A Ana le falta llegar a Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, El Salvador, y México para alcanzar su “sueño americano”.
Por: Milagros Palomares @milapalomares