El proceso migratorio venezolano en Colombia ha traído noticias y hechos relacionados al crimen organizado. Bandas criminales como “Los Meleán”, “Yeico masacre”, así como miembros de “El Tren de Aragua” han sido reseñados en medios de comunicación por realizar actividades en suelo colombiano y penetrar en negocios ilícitos locales.
Asimismo las protestas en la capital colombiana de septiembre al igual que las recientes declaraciones de la alcaldesa de Bogotá Claudia López, mientras hablaba del aumento de la criminalidad en la ciudad luego del asesinato de un hombre en el sistema Transmilenio, han traido la discusión sobre la incidencia criminal de la migración y su gran impacto en la sociedad colombiana.
¿Pero eso realmente está ocurriendo? ¿En Colombia las bandas criminales venezolanas operan haciendo competencia al crimen local? ¿La presencia de venezolanos ha aumentado la criminalidad en Colombia o es solo una percepción?
Hugo Acero, Secretario de Seguridad de la Alcaldía de Bogotá, tiene reportes de operaciones de bandas venezolanas. Destaca que “todo proceso migratorio ayuda al delito, sin embargo es difícil medir su incidencia real ya que muchos no tienen documentación legal o una residencia fija”, expresó Acero en entrevista con el Proyecto Migración Venezuela.
Para el funcionario distrital la presencia de venezolanos influye de modo reducido en el alza de los delitos en la ciudad. “Hay una incidencia que todavía no es alta”, expuso.
“No hemos llegado al extremo de los guetos como en Europa con las comunidades africanas o el alcance internacional que tiene la Mara Salvatrucha, pero tenemos reportes de bandas que operan, algunas de venezolanos, otras binacionales”. A pesar de considerar que la delincuencia venezolana es activa, considera que hay una percepción errada porque “a alguien hay que echarle la culpa”, puntualizó.
Juan Francisco Espinosa, director de Migración Colombia, expresó en su acostumbrada rueda de prensa semanal que los números dejan bien claro que la población venezolana, en su mayoría, no es criminal.
“El 96% de los delitos en Colombia los comenten colombianos, el otro 4% extranjeros”. Explicó Espinosa que tan solo el 3,2 por ciento de los delitos que ocurren en Colombia son cometidos por ciudadanos venezolanos.
La mayoría de los delitos por los cuales son vinculados venezolanos en las cárceles del país tienen que ver con hurto, tenencia y distribución de drogas. Organizaciones criminales colombianas reclutan migrantes para este tipo de fechorías, en su mayoría organizaciones locales.
El director de seguridad ciudadana de la Policía Nacional, el general Jorge Vargas, indica que la cifra de migrantes capturados en Colombia entre 2018 y 2020 no pasa del dos por ciento de la totalidad de migrantes en el país, que es de cerca de 1,8 millones. La cifra exacta es 31.649 migrantes venezolanos judicializados después de cometer delitos.
El general Vargas sostiene que muchos de estos delincuentes forman parte de grupos ya establecidos y en crecimiento.“Hay unas bandas que están muy organizadas, que ya no son de delincuencia común, sino que tiene un nivel superior, lo que la Policía Nacional ha llamado lo GDSO (Grupos de delincuencia común organizada) que están por encima de las bandas comunes que delinquen en las ciudades”, expresó Vargas.
¿guerra entre delincuentes?
¿Existen grandes bandas venezolanas disputándose territorios en Colombia? Para César Restrepo, Director de Seguridad Urbana, de la Fundación para el progreso de la región capital, Probogotá, la respuesta es no, ya que las consecuencias serían visibles según dice. Agrega que se vendría una escala de violencia si estas bandas organizadas desde Venezuela disputaran el control de zonas en ciudades colombianas. “ Es difícil que existan bandas internacionales controlando espacios. Las organizaciones criminales en las ciudades colombianas son tan robustas que su desplazamiento generaría un alza considerable en la violencia”, explicó Restrepo en una entrevista concedida al Proyecto Migración Venezuela.
Esto no significa que no existan miembros de grupos organizados que hayan pasado la frontera y estén asentados en diferentes ciudades para llevar a cabo delitos, pero las organizaciones venezolanas no han penetrado el espacio para instalarse por encima de los grupos establecidos desde hace muchos años.
“Una megabanda no está de paseo, debe conocer el territorio, tener el control. Esas bandas deben conocer el contexto, incrustarse en el tejido social y entender cómo se desarrolla todo acá y eso no está ocurriendo”, explicó el experto en seguridad.
Estas bandas venezolanas actúan en un mercado pequeño, con alcance limitado, aprovechándose de la vulnerabilidad de los migrantes, situación que también fructifican los grupos locales para reclutar personal y cometer fechorías con menores consecuencias para la organización.
Para Jairo Delgado, exjefe de la División de Inteligencia de la Policía Nacional (DIPOL), estas bandas valiéndose de la marginalidad de los migrantes les ofrecen poco dinero para cometer estos delitos y los usan como carne de cañón.
“El fenómeno de marginalidad en que puede quedar parte de la población venezolana inmigrante es aprovechada por bandas delincuenciales locales para atraerlos hacia la comisión de actividades ilícitas, dependiendo en gran manera de las condiciones de las localidades en que se van asentando”, explicó el exfuncionario policial.
Percepción errada
El cómo perciben los ciudadanos colombianos la “criminalidad” de los venezolanos es producto del temor por lo nuevo, la presencia constante en los medios y por la cantidad de personas ajenas a su cultura, que están en las calles.
“El impacto que en la cotidianidad producen las noticias judiciales en relación con la captura de venezolanos involucrados en algún delito, genera la opinión de que todo extranjero va a robar. También la presencia de personas que piden limosna en sitios públicos propicia una forma de pánico moral que incide en la percepción de inseguridad”, expresó Delgado, experto en geopolítica y seguridad.
Delgado considera que el manejo informativo sobre el tema debe hacerse con responsabilidad para despejar el mito.
“La información sobre resultados de las estrategias de seguridad ciudadana debe transmitirse a la opinión pública desde el logro contra el fenómeno delincuencial específico, evitando relacionarlo con características de población que puedan generar estigmatizaciones”, explicó Delgado.
Al respecto César Restrepo comentó que el colombiano tiene esa percepción porque “todo lo diferente es peligroso. El migrante no es malo por el simple hecho de ser migrante. Se debe regularizar su situación para así hacerlos más responsables y visibles”, agregó el exdirector del Ministerio de Defensa.
Influencia en la frontera
Aunque la presencia de criminales venezolanos en Colombia ha tenido impacto mediático, debe entenderse el fenómeno en sus dimensiones reales. Según el informe presentado por el Banco de la República en julio de este año titulado “Migración y Crímenes Violentos: Evidencia de la Frontera Colombia-Venezuela”, efectivamente la crisis migratoria venezolana ha causado una influencia directa en la percepción negativa que se tiene de la población establecida en Colombia, aunque hechos concretos difieran de esa percepción.
Por ejemplo, el estudio reseñó que los homicidios en la región fronteriza han aumentado, pero en su mayoría han sido crímenes cometidos contra ciudadanos venezolanos. “No encontramos evidencia estadísticamente significativa de un aumento en los homicidios contra colombianos nativos. Este resultado está en contra de los temores sobre los peligros de la migración en donde se cree que los migrantes aumentan la inseguridad de los nativos”, reza el documento entre sus conclusiones.
Pero a pesar del aumento de la criminalidad en la frontera, Restrepo considera que esto no afecta al interior del país. “Las disputas en las zonas de frontera, no tienen la misma intensidad y característica en el interior del país. El control de bandas venezolanas al interior de Colombia signficaría la desaparición o absorción del crimen nacional, escenarios bastante improbables”, sentenció.
Por: Rafael Sulbarán @RafaelDSulbaran