Un grupo de mujeres migrantes, refugiadas y de comunidades de acogida pusieron manos a la obra para trabajar en llave por las personas más vulnerables, entre ellas madres y niños que vivían en extrema vulnerabilidad y hoy tienen pasaporte para soñar sin límites.
Ellas sí que saben qué es eso de darlo todo por un hijo. Vinieron con esa virtud a bordo desde que nacieron y por eso, cuando encontraron a otras mujeres poniéndole el pecho a la brisa, pero sin la ayuda necesaria, se despertó ese instinto inagotable de la solidaridad.
Corría 2019 y Yeili Hernández, junto a un grupo de pioneras que habían sufrido el dolor del desarraigo, se arremangaron, pusieron las manos en la cintura, apretaron los dientes y comenzaron esta hermosa aventura que se convirtió en el Movimiento Mujeres Lideresas Venezolanas en Cartagena.
¿Qué hacen? Cualquier cosa que signifique que otra mujer, sus hijos y sus familias disfruten la vida plena y digna que merecen; pero, además, cogen por los cuernos cada toro que se les enfrenta a ellas, como la violencia basada en género, el maltrato verbal, físico y psicológico.
Hoy por hoy, cuando ya cuentan con decenas de beneficiarias, tanto venezolanas migrantes como colombianas retornadas y de comunidades de acogida, crecieron de tal forma y tan eficientemente que se ganaron el respaldo de la cooperación internacional, que ve en ellas un ejemplo digno de imitar.
No sólo son capaces de ayudar a que una mujer migrante venezolana puede, por ejemplo, comenzar un emprendimiento; también las ayudan a conseguir cupos escolares, acceder a esquemas de vacunación, darles asistencia jurídica y psicológica.
Detrás de todo ese esfuerzo descomunal existe la certeza de que sólo una mujer, especialmente aquella que es madre, puede ponerse totalmente en los zapatos de otra que vive el drama de la fragilidad de volver a comenzar en una tierra lejana y extraña.
Por eso, uno de sus más grandes méritos es lograr que aquellas mujeres que están en su ruta de atención y servicios se vinculen voluntariamente para ayudar a quienes están comenzando el proceso de adaptación a su nuevo entorno.
Hoy, cuando se convirtieron en una opción real para decenas de mujeres que han vuelto a tener fe en el futuro, aquellas que apostaron con una confianza ciega, como Yeili y las primeras pioneras, tienen claro que el sueño no puede detenerse.
Por eso no dejan de tocar puertas, por eso no descansan, por eso no se permiten desfallecer. Porque saben que detrás de cada esfuerzo que hacen habita esa certeza de que sólo los árboles buenos dan los frutos más hermosos. Y ese árbol del amor que sembraron por allá en 2019 está hecho de la más fina de las maderas.
Por: Proyecto Migración Venezuela @MigraVenezuela