Un giro de 180 grados dio la vida de Migdalys Gutiérrez, una madre venezolana con cuatro hijos. Antes de que comenzara la devastación económica en su país no tenía preocupaciones que la trasnocharan. Trabajaba como almacenista en la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), donde laboró durante diez años junto con otros familiares.
Pero cuando la situación empeoró y no podía ni hacer mercado, a Migdalys le tocó migrar a Colombia en el año 2017. El inicio fue duro. No tenía un trabajo, ni dónde vivir. Estuvo un tiempo en Barranquilla y hace un año, gracias a una de sus hijas, pudo llegar a Bogotá.
En la capital colombiana, dice ella, renació como el áve fénix. Gracias a la ayuda que le brindó la Cruz Roja, esta migrante forzada tiene un proyecto de trabajo llamado ‘El azúcar y yo, mi dulce taller’, con el que realiza postres, tortas y otros dulces que vende a través de las redes sociales.
Migdalys forma parte de Las Caras de la Migración, una campaña de la Cruz Roja Colombiana, seccional Cundinamarca y Bogotá, que se une a la conmemoración del Día Mundial del Migrante y Refugiado este 18 de diciembre. Con esta iniciativa se pretende hacer un llamado a la solidaridad y visibilizar las historias de quienes, por los efectos de la crisis económica, el conflicto armado o tensiones políticas, deciden migrar a otro territorio en busca de ayuda para continuar con su proyecto de vida.
En Colombia, según cifras de Migración Colombia a corte de septiembre, hay más de 1.725.831 personas provenientes de Venezuela. Y según la Unidad de Víctimas, hay más de 8 millones de víctimas del conflicto armado interno, de las cuales 16.190 fueron desplazadas forzadamente. Es por eso que durante esta semana la Cruz Roja Colombiana difunde la campaña con una galería fotográfica que muestra los rostros e historias de algunos refugiados, migrantes y desplazados.
«Estoy muy agradecida por esta nueva oportunidad, realmente me siento bendecida, espero que continúen ayudando a más migrantes, porque como yo hay muchos que en verdad necesitan una mano amiga»
Migdalys Gutiérrez, migrante venezolana
Con la campaña Las Caras de la Migración se explica al público qué significa este fenómeno, cuáles son sus causas, las modalidades y las principales problemáticas que atraviesan las personas al llegar a un territorio desconocido.
“Hoy nos sentimos parte de la historia de aquellas personas que llegan a nuestra ciudad luchando por sus sueños y que, gracias a la ayuda que encuentran en nosotros, han logrado alzarse e ir sobrellevando las adversidades”, refirió en un comunicado la Cruz Roja Colombiana.
Cuando huir es la única opción para salvar su vida y la de su familia, no hay tiempo de empacar maletas ni de guardar lo más preciado. Esto lo sufrió “Ana”, una agricultora que vivía en un páramo colombiano con su hijo, pero por amenazas de grupos armados tuvo que salir corriendo y dejar todo tirado. Abandonó sus siembras de tomate, yuca y papa. Dejó lo que más amaba: el campo.
A Bogotá llegaron sin nada, durmieron en la calle varios días hasta que les dieron alojamiento en la Casa Volver Solferino. En ocasiones, a “Ana” la perturba la tristeza y llora sola en su cuarto, le da miedo volver a vivir la misma situación de amenazas que pasó en su pueblo. Se seca las lágrimas y confía en Dios que saldrá adelante con su hijo, que empezó a vender arepas en el centro de la ciudad.
La meta, dicen ambos, es reconstruir el futuro que les arrebataron en el campo. “Ana” y su hijo anhelan montar un negocito de venta de empanadas para sentirse, así sea un poquito, más cerca del pueblo de donde tuvieron que salir para no volver.
Por: Milagros Palomares @milapalomares