Así se vive la religiosidad en la diáspora venezolana

Por todo el país, las procesiones de Semana Santa son seguidas por miles de feligreses, que conmemoran la crucifixión de Jesús y luego su resurrección.
Por todo el país, las procesiones de Semana Santa son seguidas por miles de feligreses, que conmemoran la crucifixión de Jesús y luego su resurrección. (Crédito: Colprensa - Germán Enciso).

La advocación de El Nazareno de San Pablo “es una de las grandes ausencias” de la migración venezolana en Colombia.

El flujo migratorio ha generado una mezcla de creencias y religiones, muchos de los migrantes venezolanos practican la fe católica y, por tanto, buscan celebrar los ritos religiosos de manera muy similar a como se hace en Colombia. 

Los días de Semana Santa, por ejemplo, se organizan procesiones y actividades religiosas que reúnen a la comunidad católica. Muchos migrantes venezolanos participan en estas actividades con gran devoción y compromiso.

En Bogotá se lleva a cabo la tradicional procesión del Viacrucis, en la que los fieles registran las calles del centro histórico con una imagen de Jesús cargando la cruz. Esta actividad cuenta con una gran participación por parte de los migrantes venezolanos, quienes se unen a la procesión con fe y devoción. 

En otras ciudades como Medellín, se organizan eventos masivos como la “Procesión de las Palmas”, que marca el inicio de la Semana Santa, en la que todos los migrantes están invitados a celebrar de manera activa.

Aunque la religiosidad católica es la más común entre los migrantes venezolanos, también hay una presencia significativa de otras creencias religiosas. En ciudades como Barranquilla, donde la población migrante es muy diversa, se pueden encontrar ritos de diversas creencias. 

Tradiciones que migraron y las que no

El Nazareno de San Pablo, una advocación de Jesucristo que se venera en la basílica de Santa Teresa de la ciudad de Caracas (Venezuela) no ha tenido tanto auge o fuerza para ser celebrada en Colombia, lo que sí se celebra veneración a la Virgen de Chiquinquirá, tomando en cuenta que esta virgen también es la patrona de Colombia y del estado Zulia en Venezuela.

 Iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá, sector de Chapinero. Bogotá. Comenzó a construirse en 1919. Tiene un estilo gótico tardío.
Iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá, sector de Chapinero. Bogotá. Comenzó a construirse en 1919. Tiene un estilo gótico tardío.(Colprensa – Archivo)

Mara Sánchez, presidente y directora general de Fraternidad Venezolana, una fundación con sede en Bogotá, Ipiales, Cali, Medellín y Barranquilla, comenta que particularmente la advocación de El Nazareno de San Pablo “es una de las grandes ausencias o de las grandes orfandades de la migración venezolana porque si bien es algo muy representativo de nuestra fe, aquí en Colombia no es algo que se viva o que se haya hecho una tradición”. 

La razón la supedita a la ausencia de una entidad o un grupo de organizaciones que no se han hecho presentes, como sí sucede con la celebración de La Chinita o de la Virgen de Coromoto (patrona de Venezuela). Lo que sucede entonces con la advocación de El Nazareno, en muchas ciudades de Colombia, es que la feligresía migrante venezolana no sabe a dónde acudir. 

Sánchez sostiene que “para los venezolanos en Colombia el tema de la religiosidad es muy complejo poder participar dentro de la iglesia católica. Si bien esta religión es una de las organizaciones que ha acogido a los migrantes venezolanos en todos sus aspectos (la Pastoral Social de Migrantes con Cáritas, los Misioneros Scalabrinianos, el Servicio Jesuitas de Refugiados y las diferentes Arquidiócesis activas tanto en Ipiales como en la capital neogranadina) también ha sido complicada la participación venezolana como comunidad religiosa, porque la de Colombia es un poco cerrada, por así decirlo. Es difícil la participación”.