Le salvan la vida a un migrante con un secador de peluquería

A orillas de la carretera duermen los migrantes en Pamplona, exponiéndose al peligro de accidentes. | Por: RED HUMANITARIA

La muerte vuelve a rondar la ruta de los caminantes, en Norte de Santander. A cinco años de la crisis migratoria, la vía Pamplona hacia el páramo de Berlín sigue siendo una “guillotina” para los venezolanos que huyen a pie con sus familias.

Eran las 9:30 de la noche del pasado lunes. La temperatura rondaba los cinco grados aproximadamente y, a la entrada de Pamplona, en Norte de Santander, se concentraban más de 200 caminantes venezolanos, la mayoría con niños que no podían hacer nada más que llorar frente al frío y al hambre. Poco a poco, el lugar se iba quedando en silencio a medida que los migrantes se acomodaban en el suelo para intentar dormir, a orillas de la carretera principal. 

De repente, un puñado de personas se agrupó en torno a un joven que venía de Valencia, capital del estado Carabobo, y que llegó a esa población junto con su hermano menor. A ambos les dieron un aventón desde Cúcuta en la parte trasera de una volqueta y se mojaron en el camino. Acostado en el piso, Mauricio Peña, de 29 años, comenzó a sentir escalofrío, temblaba como si estuviera en medio de una convulsión, el cuerpo se le enfrió súbitamente, tal vez por una platina que tiene en su pierna izquierda. 

Martha Duque, de la Red Humanitaria —organización civil que ayuda a los caminantes—,  fue quien se puso al frente de la emergencia. El voluntario Elmer fungió como “paramédico”. Inicialmente, le sujetó la lengua para que no se asfixiara y pidieron entre quienes veían la escena una extensión de corriente y un secador de peluquería. Entre varios, le cambiaron la ropa mojada, lo envolvieron en una manta térmica y le dieron a oler alcohol. Con ansiedad, y como si se tratara de un instrumento médico, y no uno de estética, Elmer pacientemente arrojó aire caliente con el secador sobre el cuerpo del hombre.

En medio de la angustia, la esperanza y del silencio de quienes observaban, Mauricio Peña reaccionó de lo que entre los migrantes ya se conoce como ‘el mal de Páramo’. Lo que siguió fue brindar ayuda a otros migrantes. Diana Capacho, quien también apoya a esta población vulnerable desde el Instituto de Caridad Universal de Pamplona, aseguró que además de la reanimación, solo atinaron a conseguir unas bolsas de leche para darles a los niños. 
 

“Realmente esto es una tragedia humana, los migrantes duermen en el piso, sobre cartones y a veces sin cobijas. No hay albergues para que no pasen la noche a la intemperie, todas las instalaciones están cerradas por orden municipal desde marzo pasado”, se lamenta la voluntaria. 

Al día siguiente, todos los caminantes, incluyendo Mauricio Peña y su hermano,  continuaron su travesía a pie hacia el páramo de Berlín, un lugar en el que ronda la muerte. Aunque no existe un consolidado oficial de los migrantes que han perdido la vida en medio de las bajas temperaturas, casos como el de Mariángel Román, a quien en febrero pasado la muerte le arrebató de sus brazos a su bebé de solo dos meses,  son de público conocimiento.

Por: Milagros Palomares @milapalomares