Perfeccionista con cada detalle técnico, acuciosa en la edición de las imágenes, en la selección de la música y del hilo conductor de la historia, la cineasta cucuteña Juliana Peñaranda-Loftus le imprimió toda su sensibilidad social al documental The Crossing, que fue prenominado para participar en los Premios Óscar de la Academia.
Esta producción cinematográfica, de 40 minutos, está dedicada a la crisis migratoria de venezolanos, que tuvo momentos álgidos en febrero de 2019 cuando se intentó entregar una ayuda humanitaria a través del puente internacional Tienditas.
The Crossing es un retrato conmovedor del caos, el padecimiento de los migrantes venezolanos que huyen en masa por pasos ilegales y la generosidad de las comunidades de acogida en Colombia. Sobre los desafíos que tuvo para producir el documental, las anécdotas y el recorrido por su ciudad natal, Peñaranda conversó con el Proyecto Migración Venezuela.
P.M.V.: En el documental usted retrata la realidad de la crisis migratoria y un punto de quiebre del éxodo venezolano. ¿Qué aprendizajes le dejó esta investigación?
J.P.: Yo no estaba lista para comenzar a filmar esta historia. Generalmente me tomo más tiempo para investigar y conocer a los personajes, pero cuando hay una crisis hay que tomar acciones inmediatas y me fui a Cúcuta a grabar. Allí pude conocer esta crisis desde diferentes puntos de vista, desde el venezolano común que huye por las trochas hasta el ciudadano colombiano, las autoridades, los exiliados políticos venezolanos. Aprendí viendo la situación desde afuera y desde el lugar de los hechos.
P.M.V.: Durante la filmación vivió en carne propia la represión del régimen de Nicolás Maduro en la frustrada entrega de ayuda humanitaria en febrero de 2019. ¿Cómo le explica al mundo los motivos que tienen los venezolanos para huir de su país?
J.P.: La verdad, fueron momentos de mucha angustia. Hace 20 años estuve en Afganistán grabando otro documental, diez meses después del 11 de septiembre de 2001, y te puedo decir que camino a Afganistán no sentí tanto pánico como lo sentí en Cúcuta el 23 de febrero de 2019. Ver ese desespero de los venezolanos es muy fuerte. Eso es lo que espero mostrar en este documental y espero haber contado la historia de la mejor manera. Es una plataforma tanto para el venezolano como para el colombiano; es un llamado de atención al mundo para que conozca la crisis de Venezuela.
P.M.V.: ¿Qué fue lo que más le impactó?
J.P.: Son tantas historias las que me encontré en el puente internacional Simón Bolívar… Me llamó mucho la atención que los venezolanos iban a Cúcuta solo a comprar medicinas que costaban 4 o 5 dólares, pero para ellos significaba salvar sus vidas. También me impactó el éxodo de los padres de familia y ver cómo se desintegraban las familias. Es muy duro verlos empezar ese camino sin saber hacia dónde ir, sin rumbo. Yo me pongo mucho en los zapatos de los venezolanos y me parece muy triste ese momento en que de la nada tienen que decidir qué empacar en la mochila para irse. Les pido a todas las personas que tengan la oportunidad de ver el documental que se pregunten, por ejemplo, qué sería lo primero que empacarían si no saben si van a regresar a su país, si van a volver a abrazar a sus mamás. Es una experiencia muy dura. También me pongo del lado del ciudadano común colombiano que está recibiendo esa cantidad tan grande de venezolanos en su ciudad. Esta historia me llega mucho al alma, por eso me pongo muy emotiva.
El joven Freider Gandica participó en los enfrentamientos de la frustrada entrega de la ayuda humanitaria, el 23 de febrero de 2019. La productora y periodista Juliana Peñaranda entrevistó a los refugiados venezolanos en Cúcuta. Fotos The Crossing
P.M.V.: ¿Qué significa para usted haber crecido en Cúcuta, una ciudad fronteriza que históricamente ha estado ligada a Venezuela?
J.P.: Los mejores momentos de mi juventud son de mis viajes a Venezuela. Allí pasé las mejores vacaciones, asombrada con la abundancia del país. Se hacían muchas reuniones familiares, se visitaban las playas y las islas, se compraban regalos por montones. Eso para mí era como ir a Disneylandia. Tengo tantos recuerdos bonitos de Venezuela que están tan conectados con quien yo soy actualmente… precisamente, en el puente internacional Simón Bolívar tuve mi primera grabación profesional de televisión y ahí fue cuando decidí que quería ser cineasta.
P.M.V.: En su periplo por la frontera fue testigo del colapso del sistema de salud en una ciudad que se quedó pequeña para atender a tantos venezolanos. ¿Qué recomendaciones les daría a los países receptores para atender este fenómeno migratorio?
J.P.: En este periodo he investigado mucho sobre los fenómenos migratorios. Y lo primero es que hay que saber cuántas personas están entrando. Los países receptores deben tener un sistema de identificación idóneo para ayudar más; un sistema de control que haga sentir bien al venezolano explicándole que este registro no va a ir en contra de él. Según entiendo, Colombia es el único país que está acogiendo a los venezolanos sin restricciones, los demás países están exigiendo visas y pasaportes, y el venezolano de a pie no tiene acceso a estos documentos.
P.M.V.: ¿De qué forma la inspiró la crisis de los refugiados venezolanos?
J.P.: En lo personal, admiro mucho esa determinación del venezolano de decir “no puedo más, tengo que buscar un mejor futuro para mis hijos”, incluso dejando las pocas comodidades que tenía para ir hacia un futuro incierto. Me inspiró también mostrar esa solidaridad entre dos países hermanos. Hoy en día hay que inspirar y mostrar esas historias, porque yo sé que Colombia tiene sus dificultades y aún así está dispuesta a ayudar a los venezolanos.
P.M.V.: Como migrante, ¿qué es lo más difícil que le ha tocado vivir en el país que la recibió hace más de 20 años?
J.P.: Lo más difícil fue aprender el inglés y, como una colombiana de clase media, no estaba acostumbrada a trabajar en oficios. Estudiar en Estados Unidos es bastante costoso y tuve que rebuscar para ayudar a mis papás. Trabajé de mesera, de niñera, atendiendo una cafetería o una librería en la universidad. Me costó mucho pero lo logré.
El concierto AID LIVE por Venezuela reunió a más de 10 mil personas en Cúcuta. David Pernía, exconcejal en Venezuela, debió huir luego de amenazas de muerte. Su testimonio, y el de su esposa en estado de embarazo, aparecen en The Crossing.
P.M.V.: En las décadas de los 80 y 90 los colombianos buscaban mejores condiciones de vida en Venezuela y ahora son los venezolanos los que persiguen acá ese sueño. ¿Cómo hacer para evitar los discursos de xenofobia hacia esta población?
J.P.: Desde mi punto de vista no hay que esperar a que las cosas estallen. Estamos en ese momento específico en Colombia donde han empezado a surgir sentimientos de xenofobia. También hay que ponerse del lado del ciudadano receptor, establecer diálogos, ver qué está pasando y encontrar puntos de encuentro para vivir en paz y mejor.
P.M.V.: ¿Le gustaría volver a Colombia para hacer seguimiento a este fenómeno migratorio?
J.P.: Sí, incluso tengo en mente hacer una serie documental más larga de por lo menos ocho o diez capítulos sobre las crisis migratorias más grandes del mundo, empezando por la venezolana. Esto es una tragedia y tenemos que decir basta ya. Algo muy curioso es que yo estaba acostumbrada a trabajar con gente de Estados Unidos porque llevo 20 años allá, pero trabajar con colombianos de nuevo ha sido extraordinario.
P.M.V.: ¿Cómo se las ingenió para conseguir los fondos de la producción?
J.P.: El capital semilla me tocó a mí en principio. Generalmente, estoy acostumbrada a escribir propuestas y a contactar coproducciones, pero con The Crossing no me dio tiempo de eso porque yo venía de producir otro documental muy exitoso que se llama Landfill Harmonic. Los primeros fondos para The Crossing fueron privados y luego me asocié con una casa de producción, algunos donantes nos ayudaron y todavía estamos tratando de conseguir el presupuesto para mostrarla en el mundo
P.M.V.: ¿Por qué decidió hacer la narración en inglés?
J.P.: Necesitaba contar esa historia en inglés para atraer a la audiencia internacional y que comprendan lo que está pasando en Venezuela y en mi país. Tres veces grabé la narración para que quedara perfecta. Me metí tanto en la historia, que cuando estaba narrando me daban ganas de llorar. La narración la trabajé con dos escritores: la colombiana Luz Mariela Santofimio y Graham Townsley, un escritor que ha estado dos veces nominado al Emmy. Él me ayudó a que sonara como en un cuento, para llegarle de manera más íntima a la gente.
P.M.V.: ¿Qué significa que The Crossing sea prenominado al Óscar?
J.P.: Como profesional cineasta es un orgullo conseguir el nivel más alto. Estoy usando la plataforma para contar esta his- “El mundo tiene que conocer lo que está pasando en Venezuela” Peñaranda entrevistó a los refugiados venezolanos en la ciudad fronteriza de Cúcuta.
Como cineasta es una herramienta humanitaria para encontrar una solución que ayude a colocar los ojos de la audiencia internacional sobre lo que pasa en Venezuela y en Colombia. No podemos esperar más.
P.M.V.: ¿Qué mensaje les da a los migrantes que tuvieron que salir de su país? J.P.: Que tengan mucha fe y ánimo. Espero que con mi trabajo pueda mostrar un poco de luz, esperanza y de ayuda a la crisis migratoria. Cuando me acuesto en mi cama y me arropo con mi cobija, porque me da mucho frío, pienso en cuántos caminantes venezolanos están durmiendo al aire libre en el páramo y eso me duele. Les digo que sigan adelante buscando oportunidades, que dejen el nombre de su país en alto.
P.M.V.: ¿Qué espera que cambie con The Crossing?
J.P.: Mi mayor ilusión es sentar en una mesa de diálogo a los actores de toda esta crisis migratoria, a las autoridades locales, líderes colombianos y venezolanos, que discutan qué está pasando y establezcan puntos de encuentro.
Los venezolanos dentro y fuera del país centraron todas sus esperanzas en el día de la entrega de la Ayuda Humanitaria, por la frontera de Norte de Santander. Esperaban que cambiara el sistema de Gobierno en Venezuela, pero nada de eso pasó.
Por: Milagros Palomares @milapalomares