Cuando Daniel Figuera se quedó sin trabajo en la pandemia, montó su propio negocio de catering con el que hace emparedados por encargo y cocina para fiestas. Aunque en Chile no todos acogen a los venezolanos con las puertas abiertas, dice que es un país con muchas oportunidades.
Por Alicia La Rotta – Periodista de Te lo Cuento News
Daniel Figuera, junto a su esposa Iraima, analizaron muy bien sus posibilidades, y decidieron que Chile era el mejor destino para establecerse, luego de darse cuenta de que en Venezuela las puertas estaban cerradas para la juventud, su desarrollo y crecimiento.
Ya desde el 2014 comenzaron con la idea de buscar mejores derroteros que les dieran la estabilidad que buscaban. Con una licenciatura en Turismo y estudios de Cocina en Venezuela, Daniel trabajaba para la Alcaldía de Sucre, estado Miranda, como coordinador de eventos especiales. Mientras iniciaba, por su cuenta, un negocio de catering local, observaba cómo se le cerraban poco a poco las oportunidades y comenzó a planificar junto a su esposa cómo abandonaría todo lo que le era conocido y cercano, para reinventarse como migrantes, lejos de su familia y amigos.
Aun así, insiste en que Venezuela es “un país maravilloso”, atesora los hermosos recuerdos de sus playas, su gente, su folklore, pero reconoce que en este momento es un país difícil. “Creo que Venezuela debe y va a resurgir de sus cenizas”, afirma con la esperanza con que la que viven muchos de sus connacionales desde diferentes latitudes.
300 dólares para iniciar su vida
Daniel llegó a Santiago de Chile cinco meses después de que su esposa y su bebé migraran, porque él todavía tenía que culminar algunas diligencias importantes en Venezuela.
La familia se estableció en Santiago de Chile con 300 dólares que había podido ahorrar con mucho esfuerzo. Luego de un mes, alquilaron un departamento y agradecieron a los amigos que los recibieron.
A cinco años de migrar, reconoce que las cosas han cambiado en Chile. “En 2017, cuando te escuchaban el acento, te abrían las puertas. Lamentablemente, ahora es distinto, en parte por el comportamiento de algunos connacionales que no nos representan ni son la mayoría de los migrantes, que venimos aquí a trabajar honestamente, a pagar impuestos, a ayudar al crecimiento del país”.
Siempre habla en positivo, mira hacia adelante y se fija metas, por eso no tuvo problemas en comenzar a trabajar, casi apenas llegó a Santiago. Al poco tiempo, repartía su tiempo trabajando para un restaurante y un hotel.
Sabe que cada proceso migratorio es distinto, pero tras su experiencia asegura que lo importante cuando se toma una decisión como esta es ser planificado. “Sin importar con cuánto dinero cuentes, o quién te esté esperando, debes analizar muy bien tus posibilidades a la hora de emigrar, y no tomar decisiones apresuradas. Ahora en Venezuela existe una especie de moda que lleva a las personas a tomar sus maletas y salir a pie enfrentando grandes peligros por el camino, sin mayor planeación. Muchos han perdido la vida o hasta han sido víctimas de traficantes de personas”.
Covid-19 como catalizador
El Covid-19 marcó un hito en la vida de Daniel, se quedó sin los dos trabajos que tenía desde que llegó. “El restaurante se fue a la quiebra y ni siquiera me pagaron”, recuerda. Pero eso no lo amilanó, la pandemia se convirtió en una gran oportunidad para él y fue cuando nació ‘Cocinerito’, un emprendimiento de catering, que desde Venezuela ya Daniel estaba iniciando, y ahora está atrayendo reconocimiento local al sabor venezolano.
“La pandemia me ayudó a emprender, he participado en eventos, hago golfeados y emparedados por encargo, además me contratan casas particulares para que les cocine durante sus fiestas”, cuenta entusiasmado.
Daniel se mueve en bicicleta, haciendo deliverys y entre sandwiches, golfeados y otras delicias venezolanas, se gana el sustento familiar. “Desde las 7:00 a.m. ya estoy activo. Trabajo al menos ocho horas en mi bicicleta, además de los eventos donde me han contratado”. Por su parte, su esposa, Iraima, es maestra de preescolar, o “parvularia”, como llaman a esa profesión en Chile.
Daniel e Iraima no han salido de Chile desde que llegaron en 2017. Sus momentos de relax familiar han sido explorando su país de acogida. Y así como se nota el brillo en los ojos de ambos cuando hablan de Venezuela, se nota cuando lo hacen al mencionar el país suramericano. Han aprendido a apreciar las bondades naturales que les ofrece el nuevo terruño. “Chile es una nación fértil de oportunidades, es lo que más aprecié al momento de llegar y todavía lo creo, a pesar del estallido social que marcó un antes y un después en la sociedad”.
‘Cocinerito’ es, de alguna forma, un sueño que también migró para fortalecerse en Chile y una oportunidad que ofrece Daniel de conocer la cultural de su país a través de la gastronomía, pero también es su deseo profundo de hacer algo que disfruta, por eso cocina, empaca, reparte, cobra y en medio de todo eso, se siente feliz y agradecido de lo que ha conquistado a través de kilómetros recorridos en su bicicleta y sabores compartidos con cada entrega.
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