Tunja, capital del departamento de Boyacá y una de las ciudades más frías de Colombia, se ha convertido en los últimos dos años en paso obligado para miles de venezolanos que salieron de su país en busca de un mejor futuro. A falta de recursos para pagar un arriendo, muchos han encontrado refugio en casas o lotes abandonados para poder resguardarse de las bajas temperaturas, que en la madrugada suelen acercarse a los cero grados.
Levy Hernández es un joven de 25 años que llegó hace seis días a Tunja con el objetivo de trabajar para enviarle dinero a su familia en Venezuela. Es uno de los venezolanos que duermen en ‘La Hacienda La María’, una casa abandonada en donde duermen cerca de 20 personas, entre mujeres, niños y niñas, y personas de la tercera edad. “Cuando llegué me encontré con unos muchachos en el semáforo que dijeron que nos podíamos quedar acá (en la ‘Hacienda’). Acá solo dormimos. En el día estamos buscando trabajo, pidiendo colaboraciones o así”, explica.
Las habitaciones son frías y oscuras. Las paredes, o lo que queda de ellas, están repletas de grafitis como “no duermas”, “la casa de la niña muerta” o “morirás”, y tienen grietas y claras señales de humedad. En el suelo hay ocho colchones sucios. “Según dicen, hay personas que ayudan con colchones, cobijas y ropa de abrigo, si nos regalaran un pote de pintura, uno la pinta para que se vea más bonita… Hay que ser agradecidos porque por acá han pasado cientos de venezolanos”, dice Levy.
De acuerdo con la Policía Metropolitana y la Alcaldía de Tunja, dos casas abandonadas han sido ocupadas por migrantes venezolanos entre 2018 y lo que va de 2019. Una de ellas ya fue cercada por sus propietarios y la otra aún permanece desatendida. Según el secretario de Gobierno de Tunja, Fabio Martínez Villamil, ‘La Hacienda’ es una propiedad privada de un grupo de herederos, de los cuales algunos están en Colombia y otros en el extranjero. Ninguno se ha pronunciado.
Boyacá pasó de tener 1.794 venezolanos en septiembre de 2017 (0,5 % de los migrantes venezolanos en el país) a 11.489 (el 1,1 % del total) en septiembre 2018.
Observatorio de Proyecto Migración Venezuela
HACIENDA LA MARÍA
Al noroccidente de Tunja se ubica el barrio La María, una zona que conecta a la capital boyacense con el municipio de Moniquirá. En medio de una loma del sector está la ‘Hacienda La María’, una casa que solía ser la más imponente del sector y con la que se dio inicio al proceso de construcción de otras viviendas aledañas.
En un operativo realizado la última semana de enero, la Policía encontró a 16 venezolanos. Estos eran menores de edad, mujeres y adultos mayores sin antecedentes delictivos, según las autoridades. Una persona portaba un acta de salida vencida, por lo que Migración Colombia inició el proceso de expulsión.
“Pese a que realizamos operativos de desalojo en esos lugares, unos salen y otros llegan. Nosotros solo podemos hacer cumplir el Código de Policía y el marco legal por invasión a propiedad privada. Sin embargo, al no tener en dónde quedarse, algunos vuelven u otros conocen de la existencia de estos sitios y en las noches llegan a quedarse”
Coronel MARÍA EMMA CARO ROBLES
-Comandante de la Metún-
“Mejor” que en Venezuela
La necesidad de refugio ha puesto a prueba los límites de los migrantes que duermen en la ‘Hacienda’. Viven en medio de sus propias heces, pues el lugar no tiene baterías de baño. Un salón destechado hace las veces de baño. “A veces a uno le toca ir al monte para orinar y defecar, y a veces hay personas que nos alquilan el baño”, dice Hernández.
La cocina es un cuarto deteriorado sostenido con palos, piedras y un mesón de madera que cumple con su función a duras penas. “Acá todos cocinamos con leña y compramos la comida en sitios económicos, porque acá la plata sí rinde. Uno come con 4 mil pesos, porque se compra un kilo de arroz, pasta, carne, pollo o ‘mortal kombat’ (mortadela), huevos pan, gaseosa”, cuenta Levy.
Levy, al igual que sus compañeros, dice que así no tenga las mejores condiciones la ‘Hacienda’ es su hogar. “Es que acá el plan es conseguir un trabajo. En la mañana salir a rebuscársela, si no se consigue nada hay que volver para ayudar a hacer el almuerzo y en la tarde de nuevo al semáforo. Yo quiero volver a donde mi familia, allá yo vivía en una casa de dos pisos, mi familia no sabe que me ha tocado dormir en las calles, que me ha tocado pedir, si mi familia se entera se muere…tengo que mentirles porque ellos ya tienen preocupaciones y no les voy a dar más”.
La esperanza de que les vaya bien en Colombia, y de que en algún momento puedan volver a su país es lo que permite que sigan allí cada noche.
Los otros refugios
Como en otras capitales del país, los migrantes que llegan desde el nororiente colombiano se han concentrado en los alrededores de la terminal de transportes de la ciudad. El refugio ‘Hogar del Espíritu Santo Tunja y Boyacá’ se encuentra a pocas cuadras de la estación, entre la carrera séptima y la calle 16. A diario llegan este lugar hasta 300 migrantes, la mayoría hombres, que van de paso por Colombia hacia Perú o Ecuador.
“Acá tenemos capacidad hasta para 300 personas. Antes de que se llene, duermen dos personas por cama, pero si llegan más son de a tres y con colchonetas en el piso, porque la idea es que no se queden fuera”, explica Ignacio Rincón Carrero, director de la Fundación que creó este hogar de paso que funciona para resguardar a los caminantes las 24 horas.
El refugio está compuesto por tres casas, y la primera tiene dos plantas: la inferior, donde se quedan los hombres, está el espacio de lavandería, la cocina y un baño; la superior, donde está la enfermería, un baño y dos habitaciones para las mujeres. La segunda casa ha sido habilitada como depósito de donaciones y en la tercera se quedan las madres con sus hijos.
“La salida es a las 7:00 de la mañana para que se bañen, desayunen y puedan seguir su camino. Acá solo se quedan los que sigan las reglas, como la hora de salida. Quienes se quedan por fuera son los que no las cumplen o traen consigo navajas, cigarrillos, drogas, y no se quieren desprender de estos elementos. También, quienes cometen faltas de respeto. En eso nos ayuda la Policía que siempre está pendiente de nosotros”, agrega el director.
Uno de esos viajeros es José Ignacio. Llegó al ‘Refugio para Venezolanos Hogar del Espíritu Santo Tunja y Boyacá’ con enfermo, con heridas y zapatos rotos, al igual que muchos otros compatriotas. Es un joven que viajó, junto con cuatro amigos más y parte de sus familias, con destino final en Perú, donde les ofrecieron a distancia una oportunidad laboral.
“Mira mis zapatos. Estos ya no son zapatos, son más grandes los huecos que las plantillas. Hay sitios del camino donde preferimos caminar descalzos que con esto. Nosotros traemos niños alzados y así tenemos que seguir caminando así estemos lastimados”
J O S É I G N A C I O
Por teléfono y redes sociales, José Ignacio y sus compañeros de viaje mantienen contacto con quienes los esperan en Venezuela. “Aquí mis compañeros ya tienen familiares que están trabajando y les ha ido mejor. A pesar de las dificultades del camino, sabemos que nos espera algo mejor, ya hasta hemos podido conseguir 5 mil pesos diarios que nos alcanzan para comprar un buen desayuno o almuerzo. En Venezuela esa misma plata solo nos hubiera alcanzado para cuatro topochos (plátanos pequeños)”.
En total, José Ignacio y sus compañeros de viaje completaron cuatro días de camino desde Barinas hasta llegar a Tunja. Las incomodidades y los dolores que pasaron hasta ahora, dicen, valen la pena con el objetivo de llegar a esa ‘tierra prometida’. En Venezuela el sueldo mínimo, que debería alcanzarles para un mes, no les alcanzaba ni para pasar el día. “¿Cómo va a alcanzar?, si 36 huevos cuestan 15 mil soberanos”.
Sin respuesta
La respuesta de las autoridades locales a la migración es reducida. Pablo Cepeda Novoa, alcalde de Tunja, afirma que la administración ha destinado 20 millones de pesos de los Fondos de Seguridad para el traslado de los venezolanos que querían regresar a su país. “Es todo lo que podemos hacer. Se unen grupos de 40 personas y se les facilita un vehículo para que lleguen a Cúcuta”, dice. Para Cepeda, la estrategia solo está centrada en “prevenir, acompañar y corregir”, puesto que sin recursos no se puede hacer más. “Aquí no han llegado las ayudas internacionales que se dice envían para su atención, ni tampoco recursos del orden nacional”, agrega.
Desde la Policía Metropolitana, la coronel Caro reconoce que las autoridades sí adelantan operativos de desalojo, pero afirma que también hacen brigadas integrales de ayuda que incluyen actividades de esparcimiento, exámenes médicos, entre otros. “Esto no se puede dejar en solo métodos de represión, de nada nos sirve moverlos de un lugar a otro, sacarlos de un semáforo o calle a otra, si acá no hay compromisos claros, con metas medibles que atiendan esta difícil realidad”, afirma.
*José Ignacio pidió reserva de su apellido por motivos de seguridad.
La cifra
332 fue el número de deportaciones que se hicieron en 2018 a ciudadanos venezolanos por discrecionalidad de Migración Colombia. 82 más fueron expulsados por comisión de delitos y 263 salieron voluntariamente de Tunja.
Por: Gina Rojas Hoyos