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La historia de Jasmina, una venezolana que retornó del “sueño americano”

La venezolana Jasmina migró a Colombia, Perú, e intentó ingresar a Panamá por la selva del Darién. | Por: CORTESÍA WORLD VISION

“Le diría a todas las personas que estén pensando en iniciar el sueño americano que no lo hagan, esto es vivir un infierno y exponer a los hijos. Mejor buscar otras posibilidades”, relató la migrante. 

Jasmina es una mujer venezolana que migró con sus tres hijos y su esposo en 2019 desde Valencia, Venezuela y qué, en búsqueda de una mejor vida, pasó por Colombia, Ecuador y Perú. En este tránsito de migración, Jasmina quiso llegar a Estados Unidos atravesando la peligrosa selva del Darién, uno de los tramos más peligrosos en el mundo. 

Después de cuatro años, la migrante tomó la decisión de regresar a su país natal pensando que esa era la mejor alternativa para proteger a su familia. En esta odisea, su vida y la de su familia corrieron peligros en reiteradas ocasiones.

A cierre del 2022, se registró el récord histórico de 248 mil 284 migrantes irregulares que ingresaron a este país por su frontera con Colombia, en el paso por la selva del Darién, donde el 67% son migrantes de nacionalidad venezolana y el 15% son niñas y niños, algunos no acompañados.

Camilo Barrera, coordinador nacional del Proyecto Esperanza sin Fronteras en World Vision Colombia, quien apoyó gestionando transporte humanitario para Jasmina y su familia, explicó que la población migrante proveniente de Venezuela se ha enfrentado en su caminar a estafas, robos, incertidumbre y miedos. “Sin embargo, la asistencia humanitaria ha permitido que algunos migrantes dignifiquen su tránsito”, agregó Barrera.

En el contexto de esta crisis, Jasmina tuvo su primera experiencia de migrante en la ciudad de Bucaramanga, pero por distintos inconvenientes en empleo y salud, decidió migrar una vez más con destino hacia Perú. En la ciudad de Lima, una amiga le contó que su sueño de tener estabilidad se podía hacer realidad si regresaba a Colombia y continuaba una ruta migratoria hacia Estados Unidos.

Un camino que al principio era una alternativa muy positiva, pues ella y su familia ya habían atravesado por tres países y tenían las fuerzas para iniciar un nuevo rumbo, además, estarían acompañados de muchas personas que al igual que ellos ya habían tomado la decisión de ir a Estados Unidos. Así, debía atravesar selva, mar, enfrentarse a grupos ilegales y requerir de una gran cantidad de dólares para poder asegurar un transporte digno, dado las complejidades del terreno. 

Sin embargo, esta información sobre los riesgos y condiciones de viaje, Jasmina los conoció cuando quedó atrapada con su familia en medio de la selva del Darién, con solo iniciar el primer tramo estuvieron sumergidos en un clima sofocante y escasez de alimentos, además comenzaron a ver ríos crecidos con muchos riesgos de cruzar, abismos pronunciados, jaguares, serpientes, fallecidos y grupos ilegales.

“Yo le diría a todos que no se fueran por esa ruta, porque allá se puede perder la vida muy fácil, allá no es solo subir la montaña, allá es estar expuestos a que el cuerpo no te dé o que simplemente te pique un animal y se arriesgue la vida tuya y la de tu familia (…) así como algunos han pasado, muchos han muerto. Desde que tú pisas allá, tienes un 98% de probabilidad de morir y solo un 2% de sobrevivir”, afirma la migrante venezolana.

Jasmina recuerda que después de un día de haber iniciado el camino, sus piernas no respondían y su salud se complicaba, razones que hicieron que ella estuviera hospitalizada por la descompensación que sufrió su cuerpo, lo que conllevó a que tuviera que abandonar el grupo con el que habían partido desde Necoclí hacía Panamá, y así decir adiós una vez más al sueño americano, que para entonces ya era una pesadilla.

“Tú allá simplemente sientes que vas a morir, solo sientes que te vas a quedar ahí. Tú solo puedes orar y pedir a Dios que te dé fuerza de dónde no hay, porque tus piernas ya se debilitan, sientes que no puedes respirar, que te vas a desmayar, que te vas a quedar ahí y nadie, absolutamente nadie te va a poder ayudar, porque estás entre la nada, en mitad de una selva”, afirma la mujer al recordar los tres días que quedó atrapada en el Darién con su familia.

En estos cuatro años de migración, Jasmina nunca supo qué fue peor: la angustia de salir de Venezuela en busca de nuevas oportunidades; los cientos de kilómetros que tuvo que caminar y utilizar transporte ilegal en las carreteras de Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú; las noches que tuvo que dormir junto con su familia en la calle; tener que atravesar una selva montañosa y peligrosa; no tener un hogar; enfrentarse a pasar hambre y situaciones de vulneración; o afrontar la idea de tener que regresar a su país porque no hubo forma de dar estabilidad a sus hijos en otros países.

En este tránsito migratorio, Jasmina se encontró con un oasis en medio de las angustias cuando la organización internacional World Vision le brindó transporte humanitario desde Necoclí hasta Valencia, además de ofrecerle hospedaje y alimentación, factores que más generan angustia en los migrantes y sus familias cuando deciden emprender su camino. 

Belkys Herrera, quien opera en la Coordinación Técnica de Protección de World Vision en Venezuela, afirmó: “La ayuda humanitaria que recibió Jasmina, permitió protegerla a ella y su familia de riesgos que van desde: amenazas de violencias basadas en género, riesgos por malas condiciones climáticas como lluvias o desbordamiento de ríos, cambios extremos de temperatura; y grupos de delincuencia común que actúan bajo crímenes como secuestro, robo, extorsión, explotación sexual, etc”.

Hoy, Jasmina se encuentra de nuevo en su ciudad natal. Aunque recuerda con mucha tristeza, confusión y desesperanza su experiencia como migrante, hoy también recuerda como fue testigo de la solidaridad y el apoyo que recibió, una ayuda que dio tranquilidad, incluso felicidad, porque por primera vez sus hijos viajaban en avión: como fue el trayecto que el equipo de la organización humanitaria internacional coordinó entre San Cristóbal y Caracas.

“El apoyo de World Vision fue excelente, la atención y el hecho de que en cada ciudad nos recibiera un compañero fue algo maravilloso para nosotros, fuimos bendecidos al contar con el equipo de Colombia y Venezuela. Sin esa ayuda, el regreso hubiese sido muy difícil, ya veníamos cansados y sin fuerzas”, afirmó Jasmina, quién, al día de hoy, sigue luchando en Venezuela por tener una estabilidad para ella y su familia.

Por: Milagros Palomares @milapalomares