Colprensa y Te lo Cuento News, con el apoyo de USAID, administrarán este espacio que busca comprender mejor la migración y la integración, y combatir con información e historias de vida la discriminación, los prejuicios y la xenofobia.
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Las diversas voces de la migración venezolana

Migrantes venezolanos en 'La Pista', asentamiento de Maicao. (Colprensa-Camila Díaz). Especial Un año de Petro.
Migrantes venezolanos en 'La Pista', asentamiento de Maicao. (Colprensa-Camila Díaz). Especial Un año de Petro.

Dalton Price, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, asegura que el mejor antídoto contra la xenofobia es conocer las historias de las personas reales que han migrado.

Por Dalton Price*

Hasta ahora, nuestra aproximación a la integración de la comunidad venezolana en Colombia se ha enfocado en su regularización mediante varios programas gubernamentales con sus siglas diversas, siendo el más reciente el Registro Único de Migrantes Venezolanos (RUMV). Estas iniciativas, así no sean perfectas, han hecho mucho para garantizar los derechos de migrantes a la educación, la salud, el trabajo formal y más.

Aun así, con estos venezolanos supuestamente ya “integrados” a la sociedad colombiana bajo estos programas, uno sale a la calle y escucha un revoltijo de estereotipos y estigmas discriminatorios. Dicen que los venezolanos son unos malandros que llegan para delinquir y nos obligan a reforzar las rejas de nuestras casas. Dicen que las venezolanas llegan con el “kínder entero” y son unas “robamaridos”.

Dicen que son unos flojos, que no quieren trabajar, que quieren todo regalado. Dicen que sí hay venezolanos buenos pero que acá en Colombia recibimos a “los malos”. Me duele escribir estas palabras falsas, palabras que no coinciden con las estadísticas oficiales que tenemos, pero son palabras que todos hemos escuchado en un taxi, en la calle, en una panadería, en un evento familiar. Es precisamente en estos espacios donde nos damos cuenta de que la integración y la regularización no son sinónimos, y es urgente enfrentar esta realidad.

La población venezolana está llena de experiencias diversas, pero los estigmas nos ciegan ante esta diversidad. A través de mi propia investigación académica en La Guajira, y ahora un nuevo proyecto en Bogotá que se llama Panas en Tabogo—el cual cuenta las historias reales de migrantes venezolanos en la capital—he tenido el privilegio de conocer sus grandes aportes a la riqueza cultural de nuestro país y escuchar las múltiples voces de esta bella comunidad. Aquí te dejo algunas:

Felipe Rodríguez, un economista venezolano, pero hijo de un bogotano y una llanera colombiana que se mudaron y se casaron en Venezuela hace décadas, ahora se dedica a vender artesanías hermosas en las calles de Colombia, mientras busca trabajo en su área.

Luis José Gómez siempre ha sido un activista, pero ahora que le tocó migrar, él sigue su activismo y se ha convertido en una persona que lucha por los derechos de la comunidad LGBTQ+, así como de una Colombia más inclusiva.

Frank Pérez es un “rappitendero” que pasa sus días trabajando en las calles y aguantando la intemperie bogotana para mantener a su hijo Benjamín. Nos contó que alguna tarde, al entregar un domicilio a una señora mayor, ella lo invitó a almorzar sopa. Para él, fue un momento importante para empezar a tener un sentido de pertenencia en Colombia. 

Ada Andrade, quien se desempeña como manicurista en nuestro país y es de la región andina de Venezuela, nos dijo que la bandeja paisa es muy parecida a la gastronomía de su región y por eso escogió a Colombia. Aquí ella puede sentirse un poco en casa.

Y Valentina Borges, quien nos compartió su experiencia de persecución política, quiso dejarles un mensaje a los colombianos: “Gracias. Yo no sé si dedicamos suficiente tiempo a agradecer al país y a las personas que sin decidirlo nos tienen acá. Queriendo o no, tocó. Hay que tomarse el tiempo para decir gracias… Valoramos esa acogida”.

Así parezcan “banales”, estas son las historias que nos ayudan a entender al otro. Estas son las historias que no escuchamos en las breves conversaciones en un taxi, en la calle, en una panadería, en un evento familiar. No es que Colombia haya recibido a “los malos” sino que aún no nos hemos abierto a escuchar, a empatizar, a humanizar. Y no es fácil hacerlo, pero nos toca si queremos lograr una verdadera integración. Si hubiéramos sido uno de los colombianos que se fueron a Venezuela hace 40 años, huyendo del conflicto armado o buscando mejores oportunidades económicas para sus familias, habríamos querido lo mismo.

En el marco del 7 de agosto, un año después de la toma de posesión del nuevo presidente Gustavo Petro, reflexiono sobre los avances importantes que hemos hecho en materia migratoria y políticas públicas. Aunque estos han ayudado bastante a la población venezolana, hay que ir más allá de los salones del gobierno y las universidades para adentrarse en las comunidades. Allí encontramos otra barrera a la integración que aún necesita ser resuelta.

* Miembro de la red Charlas de la Bitácora Migratoria del Observatorio de Venezuela, de la Universidad del Rosario y la Fundación Konrad Adenauer.

Te invito también a escuchar las entrevistas y leer las crónicas que hemos escrito como parte del proyecto Panas en Tabogo que cuenta las historias de migrantes venezolanos en Bogotá, desde lo humano y lo real. Síguenos en Instagram, @PanasEnTabogo, o visita nuestra página web.