Siempre atento a los temas de debate en las redes sociales, el sociólogo venezolano y exiliado en Colombia Tulio Hernández reaccionó de inmediato ante el estado de vulnerabilidad de los migrantes en la frontera y en las ciudades de acogida, en medio de la cuarentena nacional por el covid-19.
Hernández integra la Asociación Ávila Monserrate, conformada por una especie de “think tank” de profesionales de distintas ramas que apoyan la democracia, la defensa de los derechos humanos y el bienestar de la migración venezolana en Colombia.
Proyecto Migración Venezuela (P.M.V) ¿Cómo ve el panorama actual de los migrantes venezolanos en Colombia?
Tulio Hernández (T.H.): Estamos ante una situación muy difícil. Ya sabemos que el éxodo venezolano es el más grande fenómeno migratorio del siglo XXI y que de cada cuatro venezolanos que emigra, uno se viene a Colombia. Por la cercanía, acá llega la población con menos recursos, las víctimas mayores del apocalipsis del “socialismo del siglo XXI”. A eso hay que agregarle la migración pendular: las casi 40 mil personas que diariamente entraban y salían por la frontera entre Táchira y Norte de Santander.
La sociedad y el gobierno colombiano han tenido una gran apertura, solidaridad y generosidad, que agradecemos. Pero las dimensiones del fenómeno –estamos hablando de casi dos millones de personas– requiere de una política pública, de Estado, de muy largo aliento, asumida como una responsabilidad internacional y como un programa articulado entre gobierno central y gobiernos locales, que lamentablemente no pareciera estar en desarrollo.
Y es urgente. Primero, porque hay que impedir que esto se convierta en un caos para la sociedad receptora, para Colombia, y un calvario de sufrimiento para los inmigrantes que además son ciudadanos protegidos por el derecho internacional. En segundo lugar, porque este no es un fenómeno pasajero, aún cuando la dictadura de Maduro cayera mañana en la tarde, la gente no se va a regresar de inmediato. Todos los estudios dicen que después de pasados cinco años de migración solo regresan al país de origen el 20 o 25 por ciento. Los demás echan raíces.
Y, en tercer lugar, porque este es un fenómeno indetenible que no se puede frenar usando las técnicas de las murallas de Trump porque son 2.019 kilómetros de frontera y más de 400 trochas. Entonces lo mejor que puede ocurrir, más allá de la emergencia humanitaria, es una estrategia integral para integrar al inmigrante pasando de lo que nos gusta llamar “de una migración asistida a una migración productiva”.
P.M.V.: ¿Cuáles fueron las razones que los impulsó a emitir el comunicado migración, pandemia y xenofobia?
T.H.: Básicamente las declaraciones televisivas y tuits de algunas autoridades gubernamentales de gran peso en la opinión pública colombiana haciendo responsables directamente a los venezolanos de actos delictivos como saqueos en algunos lugares de Bogotá o del caos en La Parada y Villa del Rosario.
Ya hay suficiente experiencia mundial en el tratamiento de la información sobre migraciones y una de las primeras normas es no estigmatizar a los inmigrantes transfiriéndo al grupo las que son conductas individuales. De ese modo se generan matrices de opinión xenofóbicas. Más aún si quien lo dice es una autoridad de peso y con credibilidad.
P.M.V.: Como sociólogo, ¿qué análisis hace del fenómeno migratorio venezolano en medio de la alerta mundial por el covid-19?
T.H.: Hay que distinguir varios niveles. El primero es que las pandemias, los virus, no creen en nacionalidades, no le piden pasaporte al cuerpo donde van a entrar. No conocen de fronteras. El covid-19 tampoco cree en clases sociales. De hecho, este es un virus que, para decirlo con una metáfora pedagógica, viaja en primera. Hay príncipes, gobernantes, actores y deportistas super stars contagiados. Es una epidemia que no viene de la periferia, como el ébola que venía del África pobre, o como el sida, que tenía el estigma de los homosexuales y los junkies. Así que no va a atacar de manera particular a los inmigrantes y a los nativos de ninguna parte. Va a tratar por igual a todo aquel que se vea expuesto sin protección.
Lo segundo que hay que explicar es que el fenómeno migratorio venezolano no es homogéneo. Hay migrantes con mucho dinero, inversionistas. Hay una amplia capa media profesional y técnica que está regular, paga impuestos, tiene visa o PEP, y paga su EPS o su seguro privado. Hay migrantes retornados que son colombo-venezolanos y tienen aquí apoyo familiar. Y hay un grupo, por el que sí debemos preocuparnos de manera especial, que son los de menores recursos, muchos de los cuales están en situación irregular, por lo tanto no tienen acceso a la salud pública, vienen a incrementar las cifras de pobreza que ya existen en Colombia y se van a ver expuestos a grandes dificultades similares, y en algunos casos, más apremiantes que los estratos más pobres del país receptor.
A esos grupos hay que prestarles atención especial por su doble condición de inmigrantes y de pobres. Muchos gobernantes, y en eso ha insistido la alcaldesa de Bogotá Claudia López, han dicho que -tal y como los contempla la Constitución colombiana- no va a haber discriminación alguna en la atención médica de la emergencia sanitaria. Y también entiendo que en esa línea de atención focalizada en los inmigrantes de menor recursos están trabajando, o deberían estar trabajando, ONG y organismos internacionales. Pero no es suficiente, sobre todo porque muchos inmigrantes ya están en la calle, y la mayoría viven de la economía informal que ahora no pueden ejercer por la cuarentena y muy pronto, si no les llega ayuda, junto a los informales colombianos de menores recursos, se van a ver forzados a salir, exponiéndose al contagio, en busca de su sobrevivencia. Hay que tener en cuenta que, de acuerdo a cifras oficiales, el 58% de los inmigrantes venezolanos están en condición irregular, lo que los hace aún más vulnerables ahora que varias alcaldías de la zona fronteriza han prohibido su entraba y cerrado los albergues donde los recibían.
El jueves pasado desalojaron a familias venezolanas de los arriendo “paga diario”. Por la cuarentena, los migrantes, al igual que los colombianos más vulnerables, no han podido tener ingresos.
P.M.V.: ¿Qué opinión le merece el hecho de que Colombia coordine acciones de salud en la frontera con autoridades de Venezuela, a través de la OPS?
T.H.: Es muy importante que los tres gobiernos –los dos gobiernos venezolanos y el gobierno colombiano– intenten cooperar. Tienen que trabajar de manera conjunta, en esta crisis sanitaria que luego será económica y profundamente social. En ese sentido hay que celebrar la iniciativa de la OPS que ha logrado sentar a equipos sanitarios del gobierno de Maduro con el de Duque por lo menos intercambiando información. Igualmente hay que valorar el esfuerzo hecho entre la cancillería colombiana y Migración Colombia con la embajada venezolana del presidente interino Juan Guaidó, conducida por el embajador Tomás Guanipa, para atender los casos de venezolanos varados en aeropuertos y terminales terrestres colombianos. En situaciones de amenaza sanitaria hay que hacer pequeñas y grandes treguas sin claudicar los principios de defensa de los derechos humanos que el gobierno Maduro viola en Venezuela.
P.M.V.: ¿Qué mensaje les envía a líderes políticos y medios de comunicación para mitigar la xenofobia en estos días tan convulsionados tanto para la población local como para la migrante?
T.H.: Uno, no politizar –no convertir en parte de agenda electoral– el tema de la pandemia ni el de la migración venezolana. Dos, no buscar chivos expiatorios en los inmigrantes: como en Chile que han expulsado grupos de trabajadores bolivianos sin que ninguno estuviese contaminado. O la manera como Trump, al llamar al corona virus “virus chino”, promueve la xenofobia contra los ciudadanos chinos repartidos por el mundo y hoy The New York Times reporta como en su país los chino estadounidenses están aterrorizados y temen por su seguridad porque en muchas localidades les escupen, les gritan, los atacan.
Tres, no “apellidar” ni “asignar nacionalidad” a los delitos que se produzcan por la crisis social. Para eso están las leyes colombianas, no es necesario amenazar a un grupo en especial.
Cuatro, a los comunicadores: contextualizar la información. Si hay casi dos millones de venezolanos en Colombia es demasiado obvio que un número importante de ellos se contagiará. Seguramente que se enfermarán en un porcentaje similar al de colombianos contagiados.
Ahora, si usted, alcalde o periodista, dice que “en Soacha hay doce venezolanos contagiados” y no ofrece contexto, qué porcentaje significan, cuántos ciudadanos en total en esa zona están en la misma situación, es posible que en los barrios Kennedy o Bolívar o las comunas de menos recursos de Medellín empiecen a perseguir a los venezolanos como culpables de la enfermedad.
Esto es muy delicado. Sobretodo porque decir la nacionalidad del enfermo no ayuda en nada a su tratamiento ni al ataque de la epidemia. Y porque nada como las calamidades para buscar culpables. Con esta pandemia hay desde culpas metafísicas: “es una castigo de Dios por nuestros pecados”; políticas: “es una operación de los Estados Unidos o de China para controlar el mundo”; o nacionalistas y xenófobas: “es culpa de los extranjeros”.
P.M.V:¿Cómo podrían colaborar ustedes desde Ávila Monserrate con la institucionalidad colombiana en el marco de la pandemia y sus efectos en la población migrante?
T.H.: Vamos a colaborar como lo estamos haciendo: alertando sobre los que consideramos desaciertos en el tratamiento comunicacional del fenómeno; ofreciendo nuestro apoyo en capacitación de emergencia a comunicadores y equipos de comunicación de las distintas instancias de gobierno; contribuyendo a compartir experiencias internacionales en el tratamiento democrático, justo y responsable, no solo de la migración sino de la propia pandemia; apoyando el diseño de políticas públicas a través del trabajo conjunto que hacemos con instituciones como el Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario o la Fundación Konrad Adenauer entre otras alianzas.
Por: Milagros Palomares @milapalomares