Los hermanitos Eylin y José, de 12 y 11 años cruzaron varios pasos ilegales en compañía de su madre, desde el estado Zulia (Venezuela) hasta llegar a a Riohacha, en el año 2019. Allí comenzaron una nueva vida, pero llegaron a mitad del año escolar.
En esta zona de La Guajira —donde están radicados más de 158 mil refugiados y migrantes venezolanos, de los 1,7 millones que hay en Colombia— esta familia encontró un apoyo con la Fundación Esperanza de Salvación, constituida desde hace dos décadas y que en los últimos años se ha dedicado a trabajar por la población migrante vulnerable en las comunidades de acogida.
Desde el año 2018, esta organización cristiana desarrolló un programa de educación para nivelar académicamente a los niños migrantes, que como Eylin y José llegan desde Venezuela con graves fallas de comportamiento social, lecto- escritura, y deficiencias en matemáticas. Durante este tiempo, la Fundación Esperanza de Salvación ha logrado insertar al sistema educativo formal a 90 niños venezolanos, consiguiéndoles cupos en colegios públicos de Riohacha, informó su coordinadora, Belkis Gómez.
Además de brindar este programa educativo también les ofrecían desayunos, almuerzos y meriendas a estos niños y a sus familias, pero con la llegada de la pandemia — en marzo del año pasado— tuvieron que cerrar las instalaciones del comedor por medidas de bioseguridad. Como alternativa les entregan una bolsa de mercado mensualmente a 83 familias de escasos recursos, en la sede de la Primera Iglesia Bautista, en Riohacha.
La atención, explica Gómez, abarca también a niños y niñas en riesgo, adultos mayores, indígenas, madres gestantes y lactantes, en su mayoría migrantes venezolanos y retornados colombianos.
El equipo de la organización está conformado por el pastor José Julio Mesa, Rocío Rodríguez Castro, José Fernando Julio Hernández, y las docentes Fany Sabogal y Berta Pinedo, asesoras educativas de FunEducar.
La atención abarca también a niños y niñas en riesgo, adultos mayores, indígenas, madres gestantes y lactantes, en su mayoría migrantes venezolanos y retornados colombianos. Foto cortesía Fundación Esperanza de Salvación
Belkis Gómez es una administradora y docente jubilada que ha buscado por todos los medios generar alianzas en pro de la atención de esta población. A través de la Caja de Compensación Familiar de La Guajira logró un convenio para que le facilitaran practicantes de la carrera de educación. Ellos se encargan de la nivelación en los grados a los niños y están a cargo de las tareas dirigidas desde las casas de los pequeños.
Con la organización Alianza Solidaria, de España, esta fundación de La Guajira consiguió recursos mediante una campaña de apadrinamiento de niños, para así otorgarle una mínima bonificación a siete docentes del programa educativo con los migrantes. El Fondo de Misiones Extranjera de la denominación Bautista del Sur, de lo Estados Unidos, contribuyó con el sostenimiento del comedor y la entrega de mercados desde septiembre de 2019 a septiembre de 2020.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) ha apoyado la Fundación Esperanza de Salvación con talleres y capacitaciones, y en 2018 participaron en la elaboración del documento Retorno de la Felicidad. Representantes de Unicef en la zona también les han donado ropa, materiales educativos y refrigerios para algunas actividades.
Gómez explica que para continuar el programa educativo y de nutrición con los migrantes y retornados colombianos manejan un proyecto de Granja Escolar Autosostenible, a ejecutarse en dos hectáreas y media de terreno propiedad de la fundación en la Comuna Dividivi, el cual espera por financiamiento de algún organismo de cooperación internacional.
De concretarse el proyecto, la prioridad de esta organización es construir y dotar por lo menos el comedor escolar, la cocina, las baterías de baños para los niños y niñas, dos aulas de clase, a fin de seguir nivelando académicamente a los niños migrantes y colombianos que viven en condiciones difíciles. Como valor agregado plantean la siembra y cultivo de hortalizas, y la cría de cerdos y gallinas, para de esta forma ser autosostenibles, generar ingresos y empleo a las familias beneficiadas.
Por: Milagros Palomares @milapalomares