Desde negocios propios hasta trabajadores del sector informal, los venezolanos buscan aprovechar el tiempo en el país que los acogió.
Por Redacción Angélica Antía Azuaje – Periodista ‘Te lo Cuento News’
Vanessa Rangel, migrante venezolana, se describe a sí misma como una “mujer emprendedora”. Diariamente, se pone su delantal o mandil para atender su puesto ubicado al norte de Bogotá, donde vende productos de belleza. Se enorgullece de su trabajo y disfruta pasar tiempo con su hija y su esposo, que también es venezolano.
Para ella fue difícil imaginar que antes del 2018 su vida cambiaría significativamente. En Venezuela trabajaba para una empresa de productos capilares, pero al igual que muchos compatriotas, salió del país porque sus ingresos ya no alcanzaban para atender los gastos de la casa y el sustento para su hija.
Llegó en abril de 2018 a Colombia “con una mano adelante y la otra atrás”, como ella misma lo describe, pero tuvo el apoyo económico de un familiar que ya estaba establecido en la capital neogranadina. Con nostalgia recuerda que dejó a su papá, a sus hermanos, a su barrio, la zona del 23 de enero en el estado Miranda y por supuesto, su casa.
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“Antes de llegar vendimos algunas cosas para alquilar una casa o apartamento acá, pero obviamente, sin nada de lujos, dormíamos en colchonetas”, recuerda.
“Como no tenía quién me cuidará a mi hija para salir a buscar trabajo, la familia de mi esposo me dio la receta secreta de arroz con leche. Comenzamos con ese emprendimiento al que llamamos ‘Kremoso’ y que nos mantuvo hasta que llegó la pandemia. Ese lapso fue duro, mi papá murió por el Covid y yo no podía hacer nada desde Colombia. Tuve que hacer de tripas corazones. Nos reinventamos y comenzamos a vender empanadas venezolanas”.
El nuevo proyecto se llamó “Somos López”, el cual nació en el 2021 y se afianzó hasta junio de 2022, pero luego de un tiempo de éxito, a su esposo le dio una peritonitis, se complicó y estuvo de reposo durante cinco meses.
“Nuevamente, el negocio se fue a pique. Pero me dije: Yo soy fuerte y comencé con este emprendimiento de champús y tintes, comparto el mismo local con una peluquera y ahí estoy con mi venta de productos de belleza”, explica.
Con serenidad cuenta que le gusta la ciudad y en lo que trabaja, aunque resalta el esfuerzo diario que debe hacer: “aquí uno tiene que hacer de todo porque hay que seguir adelante”. Ella sueña con retornar al país, sin embargo, eso no está planteado a corto ni mediano plazo.